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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/06/2025 02:55
Crédito: Jaime Olivos Laura Paredes es un rostro familiar y reconocido del teatro y cine argentino contemporáneos por sus múltiples caracterizaciones. Puede ser la novia francesa embarcada en una aventura por la desértica pampa argentina en Las Cautivas, la obra de Mariano Tenconi Blanco (domingos a las 17 hs. en el Teatro Metropolitan). O la mujer que todo lo observa y transforma a su alrededor en Trenque Lauquen, la película de Laura Citarella. También es una de las cuatro integrantes del grupo Piel de Lava, cuya creación colectiva Petróleo dejó una marca en el teatro argentino del siglo XXI y que ahora pone en escena Parlamento (martes a las 20 hs. y sábado 6 a las 16 hs. en el Teatro Picadero), un alocado ejercicio de observación sobre la política disparada al espacio exterior. Más popular todavía en la memoria colectiva, fue la protagonista de, tal vez, la escena más impactante de Argentina, 1985, cuando su testimonio en el juicio a las juntas reveló el horror vivido por una mujer a punto de dar a luz. Todas esas máscaras le pertenecen. Además, acaba de concluir una breve temporada en el Teatro Verdi de la Boca, con el unipersonal Paz; y lo mismo hizo como autora y directora de la graciosa y amarga (a la vez) obra Lorca, el teatro bajo la arena sobre vida y obra del poeta español. Cada uno de esos rostros y facetas de artista todoterreno de la escena nacional, la ubican en un lugar central del panorama cultural argentino de esta década. Como tal, su palabra tiene relevancia. Y en diálogo con Infobae Cultura, expresó sensaciones y reflexiones sobre su trabajo actoral y este momento particular de las artes en Argentina. —¿Cómo te acercaste a la figura de Lorca? —En el caso de esta obra partió de la idea del ciclo Invocaciones, una idea linda que invitaba a no tener que a hacer una obra de ese autor, sino más bien a, justamente, “invocar” su esencia. Yo tenía una especie de riña entre lo que me pasa o lo que recordaba de Lorca, cuando lo leía de adolescente... Siempre sus textos me provocaban una cierta ebullición. Después, por lo general (no digo en todos los casos), pero las puestas de Lorca tenían un cierto tono marmóreo, como si hubiera casi una sola manera de hacerlo, ¿no? Está el problema, supongo, también el tema de la música y de lo andaluz, y cuando uno traduce eso a la Argentina, el tema es cómo traducir ese cuerpo. Y a veces queda poco cristalizado en escena. Así que traté de invocar a Lorca a través del humor. Cuando la tragedia es llevada a un lugar casi de paroxismo considero que es gracioso. Como que la gente se mate por amor... Entonces, hay cierto punto de la tragedia en donde se vuelve un poco ridícula si uno le empieza a pegar la vuelta. Lo excesivo siempre está al borde de la risa. Así que pensé en llevarlo a un lugar tan corrido que casi dé gracia, en donde se vea la tragedia con ojos de risa. Y ahí fue que quisimos aprovechar el mundo de la academia, que las protagonistas son investigadoras para poder contarle al público algunas cosas de Lorca, que por ahí no se tienen a mano del lado del espectador. La idea es que si no leíste mucho a Lorca, que salgas con ganas de leerlo, que te interese. —En el caso de Las Cautivas también hay una relectura historicista, se me ocurre. —Claro, Las Cautivas es parte de una de una serie de obras que Mariano Tenconi está escribiendo sobre el siglo 19 y sobre la relación entre la literatura europea y la americana. Y aquí establece una especie de apareamiento fantástico entre la francesa y la india. Una combinación que es un choque y un juego erótico entre ellas. Es un poco una metáfora de ese encuentro entre la literatura americana y la europea. Lejos de seguir estando en un estado de tensión, en la obra hacen el amor, se van, se escapan juntas... Es una obra que a mí me encanta: por un lado está presente el mito de la cautiva y se hace cargo de toda una tradición, y a la vez por el otro, no pretende tener ningún rigor histórico con respecto a eso. Es una pieza que tiene un rulo muy fantástico. El texto se acerca a la tradición pero a la vez se divierte con desmentirla. Los paisajes cambian de manera muy caprichosa, entonces ya ni siquiera entendés por donde andan ellas. Permite entender el referente, pero luego invita a poder imaginar y multiplicarlo, y no estar muy atado a una única lectura. Para mí fue re difícil al principio. Se abría el telón y ya empezaba con taquicardia porque sabía que empezaba la rima y que el texto no iba a parar... Pero ahora lo disfruto un montón. También tiene algo particular además, porque es una obra de monólogos y de actuar sola en escena. Pero yo no me siento sola, hay algo de cómo se comparte la escena con Lorena Vega, lo que una cuenta sobre la otra termina por delinearla. Nunca la pensamos como una obra de monólogos, yo siento que el personaje de Lorena está todo el tiempo en escena conmigo y ella siente lo mismo. Siempre lo hablamos. Es una obra que genera muchas emociones, de la risa al llanto. Creo que nunca estuve en una obra en que la gente llore tanto al final... —¿Crees que Parlamento ha resultado, con nuestra alocada realidad, una especie de profecía política del presente argentino? —Creo que el arte tiene ese lugar de antena, medio profético. Es misterioso lo que pasa con la creación. Algo de eso sucedió cuando nos ofrecieron investigar algún mundo y aparecieron los parlamentos... Ya estábamos atraídas por esas mujeres de la extrema derecha europea que aparecían, bueno, muy empoderadas por una especie de feminismo pero a la vez lo hacían con un discurso anti feminista. Volvían a defender un estereotipo femenino recontra patriarcal y obviamente muy en contra del feminismo. Era muy atractivo: ¿quiénes son estas minas? Nos volvimos locas mirándolas, pensando en hacer algún trabajo sobre ellas. Después el imaginario se empezó a correr para Sudamérica y no lo vimos con tanta claridad cuando empezamos la investigación. Pero en un momento nos generó un problema, era como: ¿qué hacemos? Estaba tan cerca que no sabíamos si nos queríamos reír de eso, no entendíamos qué hacer con el material. Luego la misma coyuntura política argentina de 2022, 2023 acompañó el trabajo y pasó a alarmarnos porque era una preocupación: nos preguntábamos “Tiene sentido llevar esto escena cuando realmente está ocurriendo? Y por otro lado, después fue al revés. Vino una fuerte convicción de que había que hacer la obra y que había que enloquecer más el mundo. Que esa réplica con la realidad argentina estaba bien, era potente. Nos hablábamos por teléfono después de las PASO y la irrupción de Milei preguntándonos “¿qué hacemos con esto?”. En la obra, los parlamentos en la tierra se están quemando y ellas están todas sosteniendo la sesión, pero en una órbita. Cuando apareció el mundo de la órbita, nos salvó porque teníamos la suficiente distancia para poder pensar poéticamente el trabajo. Ahí nos agarramos a las posibilidades que nos daba la ficción para acercarnos a la realidad. Luego la realidad ha superado cualquier ficción con esta cosa medio capusoteana de la política actual. Nuevas fotos "Argentina, 1985" —Yendo por ese camino: tu interpretación en una escena de Argentina, 1985 emocionó al país entero. La película terminaba con “Himno de mi corazón”, era un final muy esperanzador en muchos sentidos términos... Pero unos meses después la realidad política se impuso y con otro discurso mucho más violento e intolerante ¿Qué pensas de todo eso? — Yo también tuve la misma sensación. Me preguntaba: “¿cómo puede ser que el año pasado había tanta emoción y la sensación de que algunas cosas ya no se iban a discutir?” Y las seguimos discutiendo. Es penoso y lamentable. Me acuerdo que cuando se estrenó la película, antes de que pasara todo lo que pasó acá, la vimos por primera vez en el Festival de Venecia y la reacción fue de mucha emoción. Y yo no podía leer qué pasaba, por qué con un público que era un 70% de público italiano, generaba tanta conmoción. Y unos después, estaba ganando Meloni. Pensaba: “bueno, es parte de lo mismo”... Entonces me parece que así como están pasando cosas descabelladas y estamos discutiendo cosas que ya estaban supuestamente saldadas, aún así tengo igual mucha fe en la Argentina. Siento que, no sé, la mitad de la población trata de poner freno a esta locura. Y así como avanzan los discursos de odio, hay un montón de gente que no los acepta ni se deja avasallar. Crédito: Jaime Olivos —Por último y en particular sobre el misterio del acto teatral. En una época del reino de las pantallas ¿qué crees que tiene el teatro para seguir convocando? Buenos Aires es casi un milagro al respecto, con tantas obras todos los días... —Bueno, el otro día vino Vivi Tellas a verme y a la salida me dijo “Siento que es época de teatro”. Y me gustó la frase porque me parece que resume un montón de cosas. Si está de moda la deshumanización y la crueldad, sigue habiendo esa necesidad de ir a acercar los cuerpos para presenciar una convención tan primitiva de apagar la luz y entregarnos al juego de creer eso que está pasando. Si la gente no está reunida para que eso suceda, no ocurre: el actor ahí haciéndote creer que es este Ricardo III. En una época de cuerpo social fragmentado, evidentemente hay una necesidad de juntarnos ahí. Es una necesidad de volver a establecer pactos, de que algunos pactos sigan existiendo. Ahí aparece el teatro. [Fotos Laura Paredes: Jaime Olivos]
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