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» Facundoquirogafm
Fecha: 31/05/2025 22:11
Argentina experimenta un descenso sostenido de nacimientos, un cambio social que no solo altera la composición de los hogares, sino que también redefine la experiencia del envejecimiento. En un país donde el rol de los abuelos fue históricamente fundamental, cada vez más adultos mayores afrontan esta etapa de la vida sin nietos o con escaso contacto con las nuevas generaciones. La tasa de natalidad ha caído un 40% desde 2014, siendo una de las bajas más pronunciadas en América Latina. Esta tendencia se observa en la estructura familiar: el 57% de los hogares en el país ya no tiene niños ni adolescentes, comparado con el 44% en 1991. Este cambio ocurre mientras la expectativa de vida aumenta y el 12% de la población argentina es mayor de 60 años. Sin embargo, no todos ellos tienen la oportunidad de convertirse en abuelos debido a la reducción en el número de nacimientos. Diversos factores explican este abrupto descenso de nacimientos. Entre ellos se mencionan las condiciones económicas y la incertidumbre sobre el futuro, la migración de muchos jóvenes al exterior, y una creciente tendencia a la postergación de la maternidad en favor de la formación académica y el desarrollo profesional entre las mujeres argentinas. Esto ha llevado a que el promedio de hijos por mujer baje a 1,4 a nivel nacional, con mínimos como el 0,9 en CABA. Para los adultos mayores, esta realidad genera un impacto significativo. Algunos pueden sentir un "vacío en el propio proyecto personal de vida" debido a la falta de nietos, lo que implica una "vacancia de roles y funciones" tradicionales. Aunque los mayores de 60 años hoy tienen proyectos de vida más activos y diversos, la posibilidad de ser abuelos llega a edades más tardías (diez o quince años después de lo habitual) o simplemente no se concreta porque los hijos no desean tener hijos o migraron del país. Estos cambios demográficos y familiares sugieren una sociedad con vínculos sociales y familiares potencialmente más frágiles. La falta de nietos puede afectar las opciones de conexión intergeneracional si las redes no se amplían. Expertos señalan la importancia de pensar políticas sociales a futuro para esta nueva composición social, destacando que el intercambio intergeneracional es vitalizante y puede fomentarse a través de actividades comunitarias, incluso si no es con la propia familia directa.
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