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» Diario Cordoba
Fecha: 31/05/2025 13:17
(Continuación) Ha pasado. Es muy tremendo pero ha pasado. Ha sido el mayor estrés y la ansiedad máxima de mi vida, lo reconozco, y a la vez mil interrogantes en mi cabeza causando cientos de inseguridades. Buah, qué días, cuánta incertidumbre, qué falta de hogar, de lugar en el mundo, de sitio al que pertenecer... Mis cosas descansan ahora en el «piso nuevo»y ya no dispongo de acceso a «mi casa». Esto quiere decir que he de transformar el concepto y el sentimiento de «la casa». Pero aún es pronto, me llevará tiempo. Siento como si de repente me hubieran abandonado aquí a mi suerte, con mi vida guardada y etiquetada en cajas que esperan (y piden ya) un poco de acción. Pero estoy bloqueada. Me siento en mi sofá y me hago una bolita con la ansiedad por las nubes y... Estoy un poco en shock. Aún no soy capaz de dormir en mi colchón en la habitación del «piso nuevo» y Toffee también está trastocada. No nos encontramos, la verdad. Esto es muy raro, aunque haya escogido yo el color de las paredes. Más allá del Día 0, el de la mudanza en sí, del que prefiero no hablar, porque lo pasé como pude gracias a la ayuda que me brindaron y, sobre todo, tratando de mantener a Toffee a salvo, todo ha estado tan agendado, ha habido tantas cosas urgentes de las que ocuparse que no he parado. Además, había que encargarse de la que era «mi casa» para poder devolverla e intentar por todos los medios que no me quieran quitar la fianza, así que he estado aquí y allí, otra vez Paseo de Extremadura arriba, Paseo de Extremadura abajo, varias veces al día. Desde luego, he hecho ejercicio con la mudanza... Me he tenido que enfrentar al boicot de ser una impostora de mí misma en la que era «mi casa» mientras la limpiaba ya vacía, con toda la pena del mundo dentro y a la vez agobiada, yendo a contrarreloj (desde enero, todo lleva siendo a contrarreloj y ansío con ganas los días en calma del verano que vendrá y hará que mi vida no gire en torno a una mudanza). Reconozco que lloré. Me parecía mentira que estuviese... Que hubiera dejado de albergarme. Todo vacío, todo blanco, todo huecos de cosas que estuvieron. El polvo acumulado de 10 años de vida. Y el acto formal de la entrega de llaves: la claudicación final. El vacío. Ver cómo la puerta del 2º izquierda se cierra tras de mí para siempre. Y la sucesión de mil recuerdos en la cabeza a cámara rápida. Uf, qué dolor, qué nada. Tener que darme la vuelta y bajar esas escaleras. Acariciar mi nombre en el buzón por última vez. Suspirar, tomarse un minuto, inspirar, expirar, abrir la puerta de la entrada y marcharse. Fuera. Ya no hay un «mi casa» (al menos, todavía). *Escritora
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