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» TN corrientes
Fecha: 30/05/2025 22:31
Espectáculos Valentina Bassi: cómo se enteró del diagnóstico de su hijo, su lucha diaria y su mayor preocupación Viernes, 30 de mayo de 2025 Bajo la dirección de Ulises Rosell, su expareja y padre del joven de 17 años, la actriz está presentando el biodrama Presente continuo, en donde buscaron reflejar el autismo en primera persona Presente continuo es una película que se hizo por y para Lisandro, el hijo de la actriz Valentina Bassi y su expareja, el director Ulises Rosell, que tiene autismo. “Las escenas terminaban cuando Lisandro se iba y nosotros íbamos atrás de él”, dice la actriz sobre el joven de 17 años, protagonista del proyecto que se presentó en el Bafici (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente) y ganó el premio del Público, recibiendo también una mención especial del jurado. La artista, además, cuenta que durante el rodaje nunca se utilizó la clásica palabra “¡acción!”, sino que decían “¡dale!”, así como tampoco hubo un equipo de rodaje con el fin de resguardar a su hijo y que no estuviera rodeado de desconocidos. De manera tal que fue su padre, el director del film, quien se hizo cargo de todo lo que comúnmente hacen muchas personas: iluminación, montaje, fotografía, continuidad, y demás. “Se improvisaba mucho. Los primeros días pasaba de todo, después nos acomodamos, y nos divertíamos. Además, nadie nos exigía nada. Si la toma no quedaba, no teníamos el peso que hay en otro tipo de producciones”, cuenta la actriz sobre la película que durante junio se puede ver los sábados, a las 18, en el Malba (Avenida Figueroa Alcorta 3415) y los domingos, a las 19, en el Cine Arte Cacodelphia (Diagonal Roque Sáenz Peña 1150). Además, Bassi habla del enorme desafío de protagonizar una película con su hijo, de la reacción de él al ver el trabajo final, cómo fueron cambiando el guion con su expareja y por qué comenzaron a filmarla en 2020, se detuvieron y continuaron el año pasado, cuatro años después. “El rodaje tuvo cosas muy divertidas y también muy emocionantes”. —¿Cómo surgió el proyecto? —La idea me la trajo Ulises hace mucho, en pandemia. Me dijo que veía los últimos destellos de niñez y el comienzo de la adolescencia de Lisandro. Y eso lo conmovía lo suficiente para arriesgarse a hacer una película complicada. Ni siquiera sabíamos si se podía hacer. Me encantó la propuesta, me parecía un desafío muy difícil porque yo le decía: “Lisandro no respeta las reglas”. Imaginate seguir las reglas de un rodaje, íbamos a estar todos corriendo atrás de Lisandro. Ulises filma de una forma que está buenísima. La película fue la intimidad de esa filmación: Ulises hizo la fotografía, la cámara, el montaje, el guion, el vestuario... Esa forma tan artesanal de trabajar hizo que sea un rodaje de una intimidad hermosa que no se hubiese podido lograr si hubiera habido un equipo de rodaje. Y eso traía sus contras también porque muchas veces había mucha presión. —¿Decidieron hacerlo sin un equipo de rodaje para resguardar a Lisandro y que no estuviera rodeado de tantas personas desconocidas? -Sí, no se podía hacer de otra forma. Porque elegíamos los momentos e íbamos a su ritmo. Hay un momento que se filma en Capilla del Señor, a Lisandro le gusta despertarse muy temprano y ver el amanecer, y ese día nos despertamos a las 4 de la mañana. Había que captar momentos. Tenía que ser de esa forma. —¿Cuánto tiempo duró el rodaje? —Fue en dos etapas: la primera, en 2020, en pandemia, cuando Ulises tuvo la idea. Lisandro era considerablemente más chiquito y se frenó porque no le encontrábamos la vuelta: vimos el material y queríamos meter más cosas de ficción. En ese momento mi personaje iba a ser diferente y no nos terminaba de cerrar. Ulises no encontraba la película. Cuando la encontró, el año pasado, no frenamos: fueron tres, cuatro meses. La terminamos en octubre, en noviembre y diciembre la editó e hizo el montaje, y salió. —¿Por qué se llama Presente continuo? ¿Qué significa para ustedes? —El nombre estuvo antes que la película. No había película y ya había nombre. Se va resignificando también. La sensación primaria que nos sucede es que vivimos en un presente continuo nosotros como padres. Porque el futuro nos da miedo, en todo sentido. Mejor no pensar en el futuro. Una vez charlamos: “Hoy las cosas están así, hoy los desafíos son estos y los estamos atendiendo. Hoy esto está buenísimo, no tengo idea de qué va a pasar mañana”. Suena medio zen, medio budista. Fue medio forzoso también. A mí me encantaría proyectar, pero nos refugia vivir así. Nos acomodamos en eso y funciona. —Decías, igual, que se fue resignificando... —Sí, otra lectura es que Lisandro vive en presente. No lo tiene que forzar, y eso para mí es súper admirable. De hecho, él no habla en pasado. Cuando se acuerda de algo cuando era chico, lo dice en presente. Su lenguaje siempre es en presente. La sensación que yo tengo es que mientras esté su familia, su escuela, su acompañante terapéutico, no necesita nada más. Y eso para mí es un refugio. Además, me pasaba con mis amigas que tienen hijos de la misma edad de Lisandro y que no iban a la par que él. Tener un hijo con discapacidad es diferente, las etapas neurotípicas no se siguen. Este es un presente permanente, a veces no me doy cuenta ni que pasan los años. El nombre de la película tiene muchas lecturas. -¿Buscaban mostrar algo en particular con esta película? -Teníamos ideas que íbamos probando. Todas se tenían que adaptar a lo que sucedía en el momento. Mi personaje, como dije antes, era diferente: no era el de una actriz, era asistente de actriz. Estaba enojada, seria. A mí me encantaba ese perfil de personaje que Ulises me había dado, pero lo probamos y no quedó bien. Primero porque lo más importante era lo que hacía Lisandro, no importaba mi profesión. —Claro, entonces... —Lo estaba volviendo loco a mi hijo para actuar porque antes de filmar era divertida, lo hacía reír, y después, de repente, era seria. Entonces, Ulises me dijo: “Relacionate con Lisandro como te relacionás vos”. Ulises también nos decía de qué hablar en cada escena, pero después se adaptaba al aquí y ahora de lo que sucedía con Lisandro. De todas formas, no estaba en nuestra idea mostrar el autismo: era racional, era emocional. Nosotros queríamos contar una historia que nos atraviesa hace muchísimos años, que nos preocupa, que nos maravilla, y que nos hace sentir vulnerables por muchísimos momentos. —¿Qué entendió Lisandro sobre el proyecto cuando le contaron lo que iban a hacer? —Uno nunca sabe qué entiende. Es como un dilema permanente. Solemos intuir que entiende todo, o casi todo, pero tampoco le interesa. Cuando le decíamos: “Mirá, Lisandro, estamos haciendo una película”, se iba, no le importaba. Entonces, le decíamos frases cortas: “Vamos a filmar la película de Lisandro”. Él iba chocho porque estábamos los tres haciendo algo juntos, íbamos a lugares que le gustan, la playa, los camarines. Elegimos lugares en los que se siente bien, pero nunca éramos conscientes de qué estaba pensando. Nosotros nos juntábamos en la casa de uno de los dos para ver el material, y él estaba por ahí, chocho. —¿Cuál fue su reacción cuando vio la película? —Pasó algo insólito: le fascinó, y creo que ahí entendió el proceso de un rodaje. Ahí entendió el trabajo del padre. Siempre desconcierta Lisandro, en el Bafici nos organizamos para ver quién lo cuidaba mientras se proyectaba la película y quién durante el debate. Lisandro se sentó en la primera fila y vio la película en silencio, desde el principio hasta el final. Y se quedó todo el debate feliz. Cada tanto me miraba y sonreía. Todas son intuiciones, nunca se tienen certezas con el autismo, pero tengo la sensación de que entendió el proceso de una película porque miraba las escenas, se acordaba y hacía los mismos gestos. Y nosotros, fascinados. —¿Qué les generó a ustedes ver el proyecto terminado? —Mucha emoción. Lo que queríamos era mostrar cómo Lisandro se conecta con las personas. Nunca pensamos en mostrar algo. Fue un trabajo interno y emocional de qué nos pasaba a nosotros, cómo se conecta Lisandro con otras personas. Si conectaba iba a ser una película, y si no conectaba iba a ser otra. Teníamos los puntos de partida, lo que queríamos contar. Y después, lo que pasaba era una improvisación permanente. —Sin intención de spoilear, en la película contás que tardaste en darte cuenta que Lisandro podía ser autista. ¿Cuándo lo notaste? —Fue bastante de a poco. Ahora los diagnósticos se hacen más temprano y hay más herramientas. Cuando Lisandro tenía 2 años no sucedía tanto eso. De hecho, el primer diagnóstico fue TGD (Trastorno Generalizado del Desarrollo), no autismo. No tenían mucha idea. Los terapeutas nos decían que tenía herramientas, que podía hacer un clic. No eran tan claras las señales. No soy terapeuta y tampoco estudio el autismo, yo atiendo las particularidades de mi hijo, pero tengo la sensación de que puede empezar con un diagnóstico de autismo que después se puede derivar en otra patología. Por eso los terapeutas dicen que los diagnósticos en la niñez se escriben con lápiz. Lo que sí está bueno es atenderlo desde temprano. Yo siento que arranqué un poco tarde: Lisandro tenía 3 años. Tardé encontrar los terapeutas adecuados. Al principio estás muy desorientado, no entendés nada. Y siempre está el “si hubiera o hubiese…”. Ese maldito contrafáctico. Es medio inevitable que lo pueda sacar. Con el tiempo cada vez cuesta menos. Cuando tenés un hijo con tantos desafíos es muy difícil no pensar. Lo primero que me dijeron fue: “Lisandro no tiene nada, es vincular”. Entonces, pensé: “Soy yo”. Es un quilombo, soy madre primeriza. La palabra “vincular” no me la olvido nunca más. Me volví loca. —¿Y ahí qué hiciste? —Postergué muchísimo mi laburo por muchos años, quise ofrecer todo lo posible en cuanto a tratamientos, llevarlo nosotros. Nunca dejé de trabajar, pero dejé de hacer audiovisual y pasé a hacer teatro, como para poder estar durante el día con Lisandro y acompañarlo a sus terapias e ir a trabajar de noche. Fue medio tortuoso que me dijeran que era “vincular”, no entendés por dónde. Los primeros años fue complicado, después, una se acostumbra a vivir con la incertidumbre. En un momento, aflojamos las terapias. Conversando con el papá, me dijo: “La terapia de Lisandro nos tiene que hacer bien a los tres”. Porque corríamos de un lado para el otro, yo decía que no a algunos trabajos que me hubiera gustado hacer y cuando hice ese clic, ahí aflojamos un montón de cambios. Y así va la vida, con avances y retrocesos. -Hace un año dijiste que la Ley de Discapacidad estaba en emergencia. ¿Cómo calificás la situación actual? -En la película se cuenta eso y me parece importante porque la Ley y la Emergencia forman parte de nuestra vida. La discapacidad está en emergencia hace un montón de años. Nosotros siempre luchamos por los derechos de nuestros hijos. Es mi hijo y tiene un montón de derechos que se tienen que cumplir. Hoy la situación es calamitosa, peor que nunca. Está colapsando todo. Se necesita con urgencia que se debata. Es un sector invisibilizado. Nos cuesta movilizarnos, yo prefiero ir sin Lisandro por el ruido. Es un colectivo al que no le es fácil expresarse. Nos están tratando muy mal. Estamos con fe de que salga la Ley de Emergencia en Discapacidad. Por lo menos que no cierren las escuelas: hoy las escuelas especiales están en peligro de cierre porque están todas endeudadas y hacen colectas; los transportistas ya no los llevan todos los días, los llevan dos, y el tratamiento son cinco días, no pueden hacerlo así. Se tiene que salir de esta situación calamitosa, y podría ser si sale la Ley de Emergencia en Discapacidad. Estamos todos a la espera y estamos todos muy preocupados. Insisto en que es transversal la emergencia en Discapacidad, porque esto no empezó ayer: hace un montón de años que venimos con esto, que vamos a marchas, pero ahora es peor que nunca. Nos tenemos que unir, la sensación de que “de acá se sale con amor”, es así. No se sale con crueldad, con maltrato. Nosotros salimos de esto con amor y unidos. Viernes, 30 de mayo de 2025
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