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Parana » El Once Digital
Fecha: 30/05/2025 12:30
Rubén Tomé, ex entrenador del club El Torito, recordó esta semana cómo fue que Rosario Central se quedó con un joven Ángel Di María a principios de los años 2000. En una anécdota cargada de humildad y emoción, Tomé reveló que el pase del futuro campeón del mundo se cerró por un curioso “precio”: veinte pelotas nuevas. El relato surge en medio de la revolución que provocó el anuncio del regreso de Di María al club rosarino, tras una carrera estelar en Europa que incluyó pasos por Real Madrid, Manchester United, PSG, Benfica y la reciente conquista de títulos con la Selección argentina. La vuelta del hijo pródigo movilizó a toda la ciudad y reavivó recuerdos de sus orígenes. En ese contexto, Tomé, su primer entrenador, revivió aquel momento clave en la infancia del “Fideo”. “El flaco ya tenía más de nueve años. Viene el papá de Ángel a la puertita, en una de las prácticas, y el papá de Walter Almeida, los dos juntos. Me dice el papá de Ángel: ‘Rubén, tengo una mala noticia para vos. El Ángel se va a jugar a Central, te van a traer 20 pelotas’. Y el papá de Walter Almeida me dice lo mismo. Eran compañeros. Eran Batman y Robin dentro de la cancha”. Un sistema de captación que era muy distinto Tomé también recordó cómo funcionaba la captación de talentos en esos tiempos, sin las herramientas de seguimiento actuales. “En esa época, no había un sistema como hay ahora en el que saben dónde están los chicos jugando, que se sabe bien. Ahora hay un seguimiento más lindo pero en esa época no había todo eso. Y bueno, me lo llevaron al flaco y al Walter. Me lo llevaron por 20 pelotas y allá lucieron. Walter quedó en el camino y el Angelito, tremenda figura y estrella que nos hace reventar el corazón, el pecho se nos sale por afuera”, añadió. Más allá de la nostalgia, el entrenador remarcó la diferencia que Di María ya marcaba desde chico. En su paso por El Torito, ya con menos de diez años, se destacaba con claridad frente a sus compañeros. Su talento era evidente y las prácticas, según el DT, parecían finales para él. “Vos te dabas cuenta ya con las prácticas, era picante. Era como que estábamos practicando los partidos de la final y ellos no se dan cuenta que tienen 7, 8 años. La cantidad de anécdotas, las cosas que hemos vivido con estos chicos. De prepararnos los kilos de milanesa y a comer, porque íbamos a jugar torneo en cancha de Central Córdoba y viajar en un colectivo y que dos o tres papás nos acompañen”, recordó con afecto. Un chico distinto desde el primer día Para Tomé, los viajes en colectivo con los chicos eran una fiesta, y Di María ya mostraba una madurez distinta: solidario, comprometido, y siempre cercano a sus compañeros. “Para ellos era la súper diversión porque íbamos a viajar en un micro. Era un colectivo de niños nomás. El flaco era muy distinto, muy diferente. Era organizativo, compañero de sus mismos compañeros porque muchos iban a la escuela con él. Tuvimos la gran fortuna de disfrutarlo”, agregó. Así, mientras Rosario Central se prepara para recibir nuevamente a su ídolo, aquellos que lo conocieron en sus primeros pasos celebran no solo su regreso, sino también la historia de humildad, esfuerzo y pasión que lo trajo hasta acá.
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