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Parana » Inventario22
Fecha: 30/05/2025 10:33
Los libros de historia suelen mencionar que los europeos colonizaron América con rapidez gracias a que, entre otros motivos, trasladaron en los barcos sus virus y bacterias. Microbios en muchos casos responsables de enfermedades que, en teoría, nunca habían entrado en contacto con los pueblos originarios del continente americano. Una de ellas, se creía, era la lepra. En el presente, a partir de una novedosa investigación publicada en la prestigiosa revista Science, un equipo internacional integrado por un científico argentino comprobó que una de las bacterias que causaba la afección, en verdad, existía mucho antes de que los colonos llegaran. Revelaron, de hecho, que Mycobacterium lepromatosis infecta humanos en América desde hace por lo menos 1000 años. Del aporte, que también brinda nueva evidencia de las cepas que circulan en el presente, participó el argentino Nicolás Rascovan y la italiana María Lopopolo, del Institut Pasteur en Francia. El hallazgo, aunque liderado por investigadores del Institut Pasteur y la Universidad de Colorado (Estados Unidos), cuenta con la participación de casi 50 científicos que se desempeñan en instituciones americanas y europeas. Para llegar a la conclusión de que la lepra estaba en el continente desde mucho antes que llegaran los europeos, el equipo de especialistas examinó 800 muestras, que pertenecían a restos antiguos de ancestros indígenas y a casos clínicos modernos. Recurrieron a restos óseos pretéritos y muestras recientes aportadas desde México, Estados Unidos, Paraguay, Brasil y Guayana Francesa. Para complementar el examen, recuperaron ADN de esta bacteria en individuos precolombinos que habitaban los territorios de lo que hoy es Canadá y Argentina, que habían sido infectados con M. lepromatosis hace un milenio. Separados geográficamente por 10 mil kilómetros, las infecciones sucedieron en un lapso bastante cercano. Así lo relata Nicolás Rascovan, director de Laboratorio de Paleogenómica Microbiana del Instituto Pasteur de Francia y referente del aporte: “No solo encontramos que la enfermedad estaba presente en América antes de que llegaran los europeos, sino que además vimos que las cepas activas que hallamos en Argentina y en Canadá eran genéticamente cercanas. Lo que pudimos estimar es que la dispersión de este patógeno a escala continental ocurrió bastante rápido, en el lapso de siglos”, sostiene. Serán necesarias investigaciones complementarias para afirmar si la dispersión de la bacteria fue gracias a los humanos, o bien, a animales como mamíferos marinos. También hallaron que existe un linaje divergente de M. lepromatosis (al que denominaron “NHDP-LPM-9/6”), que posee un número mayor de mutaciones, se separó del resto hace 9 mil años y aún hoy infecta a personas en EE.UU. Esto es: cuanto más la ciencia avanza en el estudio de la salud, más se acerca a la complejidad inherente a las “rutas migratorias” que siguieron las bacterias a lo largo de la historia. Punto de inflexión El laboratorio que lidera Rascovan en Francia tiene el objetivo de estudiar la historia de los pueblos originarios de Argentina y el cono sur. Recuperan ADN antiguo, de restos arqueológicos del pasado, con el objetivo de examinar a las poblaciones humanas del pasado a través de información genética. Bajo esta premisa, el director orientó la tesis doctoral de María Lopopolo, que da origen a esta investigación y a la publicación en Science. El artículo que se difundió podría significar un punto de inflexión para la comprensión de la historia de la enfermedad. Ya no será posible apuntar que la lepra (al menos, no la causada por M. lepromatosis) descendió de los barcos, sino que ya estaba ampliamente distribuida en todo el continente para cuando los europeos llegaron. Conocer la historia profunda de virus y bacterias es una invitación, también, a dejar de pensar a las sociedades precolombinas como prístinas e inmaculadas. Rascovan plantea: “Todos conocemos lo terrible que fue la historia de los pueblos originarios en nuestro continente. Además de todo lo que pasó, de la masacre, del genocidio, también ocurrió la usurpación de la identidad. Estudiar este tipo de cosas contribuye a recuperar parte de una memoria perdida. Saber de qué se enfermaba la gente antes de que llegaran los europeos es algo fundamental. Las enfermedades infecciosas desempeñaron papeles muy relevantes, en muchos casos, incluso, definieron la historia”, dice. Sin embargo, saber de qué se enfermaba la gente no cambia la narrativa del choque social y cultural que se produjo entre los europeos y los americanos. “Las enfermedades infecciosas que trajeron los europeos, efectivamente, fueron devastadoras para las poblaciones de América, que no tenían el sistema inmunitario adaptado a los patógenos que llegaron. El virus de la viruela tuvo un efecto tremendo por ejemplo”, aclara Rascovan. Y destaca: “Al mismo tiempo, la lepra traída por los europeos es producida por otra especie llamada Mycobacterium leprae, que domina el continente y, probablemente, tuvo un impacto mayor en el período colonial”. Una ruta que incluye ardillas La trayectoria de la lepra tiene una conexión con las ardillas británicas. Para comprender el vínculo, hay que recurrir al trabajo de Charlotte Avanzi, una de las coautoras de este trabajo. En 2016, la científica había participado en un artículo (también publicado en Science), en el que había demostrado que las ardillas rojas que se encuentran en Reino Unido e Irlanda se infectaban con Mycobacterium lepromatosis. En criollo, había comprobado que los animales actuales estaban infectados con una cepa diferente a la hegemónica en Europa (Mycobacterium leprae). A partir del trabajo de Rascovan y compañía, hoy se sabe que esa cepa se asemeja a la que enfermó a las personas que aportaron los restos antiguos de hace un milenio localizadas en Argentina y Canadá. En síntesis, las ardillas que actualmente residen en Gran Bretaña podrían haberse enfermado a partir de cepas introducidas desde América. Las cepas que en el presente circulan, se diversificaron en esta parte del continente europeo durante el siglo XIX. Este ejemplo de lo que sucede con el simpático roedor es una muestra de algo más grande. Destapa la olla y exhibe que la transmisión intercontinental de agentes infecciosos es mucho más compleja de lo que se estimaba. Rutas invisibles que la ciencia, a partir de la sofisticación de las herramientas actuales, apenas comienza a revelar. Con el propósito de que cualquier persona pueda acceder a la fuente del conocimiento científico de manera directa y sin intermediarios, Rascovan y compañía tradujeron el artículo en diferentes idiomas. Del mismo modo, para cada párrafo del artículo, colocaron una explicación simplificada para que cualquier persona pueda leer el paper y entender. “Esta iniciativa la hacemos en el contexto del ataque sistemático y estigmatización que está recibiendo la ciencia en todo el mundo, la cual en parte se debe al alejamiento que existe entre los científicos y lo que hacemos, y el resto de la sociedad. La idea es poder acortar esa brecha con este tipo de acciones”, refiere Rascovan.
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