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  • Ríos de inmundicia

    » Diario Cordoba

    Fecha: 30/05/2025 04:14

    Cada vez que entro en internet sé que me tocará atravesar una cloaca de inmundicias antes de llegar a ningún puerto seguro. El término internauta ha adquirido pleno significado en estos tiempos en que atravesar las redes supone enfrentarse a una odisea de cantos de sirena, circes hechizantes o cíclopes violentos que quieren imponer a todos su visión, aunque esta se base en la información reducida de un único ojo en mitad de la frente. Navegar en busca de un tesoro en forma de idea o conocimiento es un deporte de riesgo del que se suele regresar manchado o herido. Si la Cloaca Máxima de Roma arrastraba los desechos de la capital del imperio, internet apenas alcanza a ser el sumidero de todo tipo de comentarios y mensajes que solo rozan la condición humana. En cuanto surge una noticia, enseguida se activan las alarmas y las páginas se llenan de comentarios de supuestos expertos que achacan cualquier delito al color de la piel o el sexo o lo que sea. Lo que importa es agitar el charco, que el agua se manche y deje de ser transparente, que se estanque hasta que la fetidez sea insoportable. Qué más da la verdad si lo fundamental es verter detritus a la corriente de la cloaca para que la bilis se difunda e inunde las casas y asfixie a sus ocupantes. Un río de descomposición recorre nuestros hogares a través de ordenadores y teléfonos móviles. Conectarse supone empezar a apartar publicidad, productos adelgazantes, incitaciones a la anorexia, a la violencia, comentarios racistas o sexistas o con cualquier sufijo que indique tendenciosidad o desprecio. Hay que bajar muy protegido si se quiere pescar en estas aguas que cada vez parecen más fecales. Y a veces, la perla que se busca o que se encuentra no merece la pena si se regresa a la superficie cubierto de fango o cosas peores. Por eso me alucina que se siga dejando a los menores sin supervisión delante de un océano en el que vierten cloacas de forma continua. Hemos convertido una posibilidad infinita de conocimiento y comunicación en un escaparate de comentarios ofensivos y manipuladores. Luego, cuando toda esa violencia sale del limo cenagoso y nos asalta en la orilla, clamamos contra la mala educación o las familias o la sociedad en la que vivimos, pero enseguida nos limpiamos el cieno, vertemos más suciedad en la corriente y continuamos viviendo, como si no supiéramos que debajo de nuestras vidas se desplaza un río de podredumbre, un mar donde el odio y la desinformación navegan con un rumbo mucho mejor trazado que el nuestro. *Profesora y escritora

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