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» Diario Cordoba
Fecha: 30/05/2025 04:13
Presenta en València 'Un tranvía llamado Deseo'. ¿Qué relación tiene con este clásico? Lo tengo pegado a la piel desde hace muchos años, cuando estudiaba en la escuela. Soy una enamorada de Tennessee Williams, es uno de los poetas del corazón humano que más me conmueven. Sus textos, como los de los grandes clásicos, están más presentes que nunca, desgraciadamente. Me obsesionan asuntos como la ausencia de la compasión o la indefensión de los que no tienen suerte, de los seres delicados, como él mismo escribe en 'El tranvía'. Dice que es una súplica o una plegaria para comprender a los seres delicados. Si eso lo tenemos superado, que se me caigan los teatros encima. ¿Cómo surgió esta oportunidad? De forma casual. Un día, hablando con David Serrano [director de la obra], me preguntó qué me apetecería hacer y le confesé que esta obra la tenía pendiente. Creía que era un buen momento. La levantó en una semana. A él le enamoraba el texto, estábamos alineados en intentar traducirlo de la manera más fiel posible a lo que escribió Tennessee Williams. Por eso es una versión de dos horas y media, porque es el texto íntegro con muy poquita limpieza de lo que escribió y siendo muy fieles a lo que quería contar. Lo que pasa es que la función va muy rápido, los personajes cabalgan casi más deprisa que la propia obra y tienes que estar muy bien subida a sus caballos. Hicimos un reparto tan grande que llevar una producción así es complicado, tanto para moverse de gira como desde lo económico. Era la forma más honesta de trabajar el texto, tener buenos actores que quisieran hacer esos personajes, sin dobletes, y volver a poner en pie lo que escribió el. Repartido entre ocho actores y actrices. Tengo el elenco soñado, con Pablo Derqui o María Vázquez. Siempre había pensado con María en hacer esta obra. Hicimos 'Sueño de una noche de verano', dirigida por Andrés Lima, donde los personajes femeninos me recordaban a Stella y a Blanche. Años después, cuando se lo propuse ya con la producción de David, dijo que sí y la tengo a mi lado. Es un equipo de ensueño, sinceramente. Nos hace mucha ilusión estrenar en València, porque estaba previsto el estreno para más adelante, pero siento a Blanche, mi personaje, como un animal enjaulado dentro de mí que quiere salir. En esta obra clásica del teatro norteamericano que se ha interpretado miles de veces, sigue funcionando. Hablaba de algunos sentimientos que se abordan. ¿Cuáles cree que son las claves de su vigencia? Los grandes textos abarcan asuntos que no acabas nunca. Hemos descubierto en esta ocasión que se habla mucho de la aniquilación del deseo femenino. ¿Tú crees que eso está superado del todo? Yo no lo tengo tan claro, en absoluto. Cuando te preguntan qué tiene que ver con nosotros, bueno, se llaman Blanche, Stella y Stanley, pero la historia del migrante que quiere ser el gran capitalista y cumplir el sueño americano podría ser cualquiera, en cualquier país del mundo. Lo interesante de la función es que no se reconocen unos a otros. ¿No crees que también estamos en un momento así? Nos tiramos los trastos a la cabeza a la primera de cambio. El escenario de 'Un tranvía llamado Deseo', dirigida por David Serrano, se estrena en el Olympia. / Elena C. Graiño. Sin embargo, a Blanche siempre la tachan de loca. Es que la obra también habla de la muerte de la poesía, que es lo que representa Blanche. Es una mujer muy compleja, a Tenessee Williams le decían que era una loca, solo se ve eso. Pero el autor decía que sus personajes eran tan complejos como los seres humanos, y ella lo es como cualquier otra mujer. No estamos tan lejos y me interesa mucho representar al que no tiene suerte en la vida, el que no se ha encontrado con esas personas con las que nos cruzamos que nos ayudan a salir adelante. Yo vivo en el centro de Madrid y cada vez veo a más personas tiradas en la calle que ni son alcohólicos ni drogadictos, simplemente son personas en cuyas vidas se rompió algo en algún momento y no han podido sostenerse en un mundo tan violento, cruel y agresivo, donde si no sabes adaptarte al sistema, te quedas en la calle. Se abren debates actuales con una obra de 1948. Claro. No sé si hay muchos autores que hablen de la soledad como habla Tennessee Williams. Él mismo decía que su mayor aflicción era la soledad. No sabía gestionarla y así acabó sus días. Nos regaló obras y escritos donde ponía sobre la mesa todo lo que a él le dolía, por eso vamos a buscar esos textos: porque nos resuenan en nuestros propios miedos, en nuestro aislamiento y en el pánico de quedarnos solos. Tenía una manera única de contarlo, abordando también la violencia masculina. El propio Williams se reconoce como un desdoblamiento entre los dos polos de la obra, esa parte violenta que representa el personaje de Stanley Kowalski, que no reconoce su propia vulnerabilidad. Cuando aparece un personaje tan frágil y tan molesta como es Blanche, la aniquila. Ella confunde el amor con la desgracia y con el daño. Y también se considera esta historia como de amor y pasión... Hemos tenido fricciones en los ensayos sobre ese asunto, sobre si se habla de deseo y pasión. Precisamente porque tengo 53 años y he pasado por lo que he pasado, me resuena mucho esa Blanche que confunde el amor con la desgracia. Ella idealiza el amor. Ahora lo puedo ver, con distancia. Cuando era más joven y hacía estos personajes, creías que era una mujer que se enamoraba. No teníamos madurez para entenderlo. Ahora es un buen momento porque además el feminismo ha evolucionado y puedes ver con otros ojos esos asuntos que siempre han estado ahí. Pensabas que se hablaba solo de una cosa y ves que se aborda esto y lo otro. Es lo que tienen los grandes textos, que buscan la sutiliza entre palabras. “El teatro de la vida es tan insoportable que necesitamos buscar la verdad en el escenario” O sea que los temas estaban, pero las que no estábamos éramos nosotras, ¿no? Como decía, no había una mirada crítica para leer entre líneas. Totalmente. Afortunadamente el teatro tiene eso, aunque al principio no tengas capacidad de ver hasta dónde llegan los textos. Todos sabemos cómo empieza y acaba esta obra, sabemos de qué va, y aún así queremos ir a verla o revisar la película. Revolucionó el lenguaje por ser tan realista, poético y muy brutal. Si somos fieles a cómo está escrito, es teatro vivo. A mí me sigue conmoviendo profundamente cada vez que se dicen palabras como compasión, ternura o confusión. Cuando verbalizo esa frase digo claro, es que, ¿quién no lo va a entender? Entramos en el teatro para volvernos a mirar a nosotros mismos, gracias a un autor que se revuelve internamente para poder escribir un texto tan brutal. Nuestra responsabilidad es hacer ese mismo viaje para compartirlo con el público. ¿Sirve como terapia? En el fondo estamos todos sumidos constantemente en una desesperación por salir adelante, que es lo que nos hace juntarnos en un teatro e intentar reconocernos unos a otros. Si te sientas a ver 'el tranvía' y esperas que dejen de pelear y se sienten a hablar, es que te has reconocido en ellos. Si el elenco actúa bien, entiendes a todos los personajes y te duele el enfrentamiento, que es lo triste, y que hoy está a la orden del día. Precisamente por esa complejidad, ¿te ha costado mucho construir a Blanche? Siempre que he dudado de algo, he vuelto al texto, porque todo está en las palabras de Williams. En los primeros meses leí la función en inglés, en su versión original. David y yo comentábamos y desarrollábamos esa parte más cerebral y analítica. Luego hay que aterrizarlo y ahí es donde empiezan las asociaciones, empezar a ver el mundo a través de sus ojos. Sales a pasear por la calle y de pronto ves algo que te hace entrar en comunión con lo que estás trabajando. Luego empieza la parte más dolorosa al empezar a ensayar, que tu cerebro te dice "no te creo cuando estás haciendo esto". Han sido diferentes etapas de búsqueda y ahora es cuando siento que la tengo, que empieza el juego real y maravilloso. Los actores debemos acompañar al personaje, nunca superarlo, y con esta obra lo he entendido mejor que nunca. La obra habla por sí misma, no hace falta empujarla, es demasiado buena. Nathalie Poza en 'Un tranvía llamado Deseo', dirigida por David Serrano. / Elena C. Graiño. Y la escenografía acompaña a la narración. Tenemos un equipazo y la escenografía es puro expresionismo setentero. Está entre el cómic y la decadencia bellísima, que da claustrofobia. Pero es que si me preguntas por Blanche, que se le compara con una polilla, es eso: nunca está quieta, yo tengo los pies destrozados. Al mismo tiempo está atrapada, tanto cuando está fuera como cuando está dentro. Está encerrada en su cabeza y por eso no soporta la luz. Ahí la iluminación de Juan Gómez Cornejo es excelente. La música, hecha por Luís Miguel Cobo, es preciosa, entre marchas fúnebres, músicas del pasado e incluso disparos, con lo que se genera un espacio sonoro que te lo da todo. Saliendo de la obra y hablando de su carrera, a tenor de la pasión con la que habla del teatro, ¿qué es lo que le da un escenario que no te dan las cámaras? El encuentro, que es el presente inmediato, la euforia caótica de estar presentes, que es la propia vida y es lo que más nos cuesta, y siento que eso es lo que me ocurre cuando estoy en un escenario. Nada más atractivo, excitante y vertiginoso que el momento antes de entrar que oyes el rumor de la gente. Después, el silencio. Está a punto de ocurrir algo que no se va a poder repetir al día siguiente ni remediar si ocurre lo inevitable. Se puede visualizar un mundo mejor a través de lo que proponemos en el escenario y desde el patio de butacas. Me parece mágico y espiritual, zen. A pesar de que suenen los móviles, sigo creyendo y confiando en la bondad de los desconocidos. De lo contrario estaríamos perdidas, ¿no? Claro. Cuando los actores saludamos, lo que realmente hacemos es dar las gracias por habernos creído. Quedamos todos aquí para ver una obra y contar algo que supuestamente es mentira, pero creo que es al revés: el teatro de la vida es tan insoportable que necesitamos buscar la verdad en el escenario. Lo digo como actriz y como espectadora. “Estamos todos sumidos en una desesperación por salir adelante y por eso vamos al teatro, a intentar reconocernos” Además de Blanche, ¿hay algún otro personaje que te sigue acompañando? Los despides cuando terminas, aunque como decía Carmen Machi, tenemos muchas señoras dentro y de alguna forma se quedan. El instrumento que usamos es nuestro cuerpo por dentro y por fuera, cada célula de tu cuerpo las has entrenado para sentir, pensar y vivir como otra persona. Son identidades que se quedan por ahí, pero a mi me gusta dejarlas al terminar los trabajos y volveré a mi vida. Con los años también he marcado más esa diferente entre yo y el resto de mujeres, aunque claro, mi forma de vida es esa: ser otra mujer constantemente. Me estaba acordando precisamente de 'No sé decir adiós', una película que sufrí mucho rodando pero luego me ha dado mucho. ¿Lo sigue disfrutando? Hay algo en desaparecer en las historias de otros que no deja de ser un juego infantil. Espero que nunca deje de serlo, porque me siento más cómoda ahí y más incómoda en la vida real, aunque voy llevándolo mejor con los años. También me gusta parar, porque en esos intervalos es cuando aparece la creatividad y las ganas de hacer esto o lo otro, y surgen las ilusiones. ¿Qué le apetecería hacer después de esta obra? Todo lo que venga estará bien. Es cierto que me interesa cada vez más el recital de poesía, mezclado con música. Hay algo de encontrarse con el público a través de la poesía que me sigue apeteciendo desarrollar. Por último, ¿qué esperas que se lleve el público cuando salga de ver 'Un tranvía llamado Deseo'? La experiencia nos dice que las mujeres salen muy conmovidas al identificarse con la historia, con personajes complejos y humanos, con sus luces y sombras. Si salimos con menos ganas de polarizarnos y más conectados a la ternura y la compasión. Me parecería un triunfo que salieran con ganas de redescubrir a los demás, ofrecer poesía.
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