30/05/2025 06:42
30/05/2025 06:41
30/05/2025 06:41
30/05/2025 06:41
30/05/2025 06:41
30/05/2025 06:41
30/05/2025 06:40
30/05/2025 06:40
30/05/2025 06:39
30/05/2025 06:39
Parana » Radio La Voz
Fecha: 29/05/2025 09:55
En los pasillos del Jury, la palabra más repetida esta semana fue “raro”. Pero lo que se vive adentro de la sala no es raro: es impune. La Jueza Violencia Rivas, suspendida por (valga la redundancia) violencia laboral, está ausente. Su defensa, también. El Comandante, que debería acusar, se calla. Y la escena se repite con grotesca normalidad: testigos que dicen no haber visto nada, colegas que repiten “todo era cordial”, y un tribunal que parece querer cerrar el telón sin tocar el conflicto. —Pero si la viste gritar en el Consejo Delirante, ¿te imaginás lo que era entre cuatro paredes? —comentó un Perro mientras se cebaba un mate aguado. Porque el problema nunca fue lo que pasaba afuera, sino lo que sucedía adentro: una magistrada que ejercía el poder como látigo, que gritaba, hostigaba, prohibía usar el baño, mandaba callar a los equipos técnicos, y amenazaba con despedir a sus empleados por “no servís para nada”. Sí. Así, literal. Esa fue una de las frases más repetidas entre quienes declararon el martes, entre lágrimas, presión alta y miedo acumulado. Violencia Rivas fue una jefa tóxica, autoritaria y clasista. No soportaba que el Equipo Técnico Interdisciplinario pensara distinto. Se metía en sus informes, los desautorizaba, les ponía apodos y los humillaba en privado. Su despacho no era un juzgado, era un ministerio de castigo. Pero hoy ella no da la cara. No escucha. No aparece. Y como si eso no fuera suficiente, el Comandante decidió no acusarla. Se presenta, pero no abre la boca. No interroga. No cruza miradas. Solo está. —Está como planta decorativa institucional —murmuró un Grillo con ironía. Llama poderosamente la atención la frialdad del Comandante. Ni una ceja se le movió al escuchar los testimonios de quienes sufrieron años de hostigamiento. Lo miraban buscando algo, un gesto, una mueca. Nada, dice Grillo Especialista, asegurando que eso es propio del violento: hacia adentro, ruge; hacia afuera, sonríe. El Comandante se lució en ese rol. Un viejo Grillo recordó que, en casos de violencia, el testigo siempre tiende a respaldar al más fuerte, al que manda, al que puede firmar un traslado o enterrar una carrera. Por eso, lo más valioso no es lo que se dijo hoy, sino lo que se viene: mañana hablarán quienes se animaron a enfrentar el miedo. Lo que sucede en la sala de audiencias es solo la punta del iceberg. La disputa real se juega en otro lado: en la interna del Superior Tribunal. Dinos y Jóvenes están en tensión. Portela ya se ubicó del lado de los nuevos. Y Miguelito, otrora promesa institucional, hoy es catalogado entre sus pares como un traidor funcional, que baja a saludar al Comandante como quien saluda a su reflejo. Se dice que el novio lo asesora, pero lo está enredando más que ayudando. —¿Se habrá enamorado de los abdominales del Comandante? —ironizó un Perro canoso, con media sonrisa y memoria activa. Y mientras la violencia se revictimiza en voz de quienes sobrevivieron a su mandato, García se esconde detrás del reglamento. Pero ni el reglamento lo salva. Porque si pidió la apertura del Jury, debe acusar. Y si no acusa, comete una falta grave. Y eso ya no es silencio. Es complicidad. Etienot no se presenta, no porque no pueda. Es porque no quiere dejar de controlar el escenario. Incluso en ausencia, busca mandar. Algunos testigos del miércoles se sentaron, dijeron que no sabían nada y se fueron. Una abogada reconocida hasta dijo que se arrepentía de haber firmado una carta pública en defensa de Violencia Rivas. —Desde entonces, las empleadas judiciales me hacen el vacío. Me quitaron el saludo —confesó una testigo, dejando entrever lo que todos entienden: defender al victimario es ponerse en contra de las víctimas. Otros abogados, que hablaron de supuestos "buenos modales" de la jueza en audiencias, ni sabían quién era la secretaria, jamás pisaron el despacho, y mucho menos presenciaron una situación de tensión. ¿Y a eso lo llaman testigos? Son cronistas de pasillo con toga. Y para rematar, el fiscal que declaró... habló de problemas con el ETI. Nada que ver con la conducta de Violencia. Como si alguien estuviera barajando mal a propósito para empiojar la mesa. Lo cierto es que el Jury no está juzgando un dictamen, ni una demora procesal. Está analizando si una jueza con poder, pero sin límites, trató a sus subordinados como si fueran descartables. Y todo indica que sí. Las víctimas hablaron. Lo dijeron todo. Con angustia, con detalles, con pruebas. Lo demás son maniobras, ruidos y papelitos. ¿Y el gremio judicial? Callado. ¿Las organizaciones feministas? Ausentes. ¿La Asociación de Magistrados? Silencio administrativo. Tal vez están esperando que el Jury termine. O quizás, están esperando que Etienot vuelva. Lo que no se dan cuenta es que este proceso no es penal. No requiere condena. Solo necesita una respuesta: ¿Puede una jueza seguir en funciones luego de ejercer violencia psicológica y maltrato institucional durante años? Si la respuesta es sí, entonces que nadie se llame a sorpresa cuando una empleada judicial sufra una crisis de nervios y no haya protocolo. O cuando un informe técnico no sirva para nada. O cuando el silencio gane el juicio.
Ver noticia original