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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 29/05/2025 04:36
"Partamos de la base de que soy virginiana: me encanta investigar, analizar, conectar ideas", dice Guilligan (Foto: Maximiliano Luna) “En medio del colapso, ella intuye que todo estaba escrito”, dice la portada de Vendrán por tí. Ella es María Cameron, protagonista de la novela, que atraviesa una gran crisis: su cuerpo enferma, su matrimonio se desmorona y su mundo parece quebrarse sin remedio. Decide irse a la Patagonia, atraviesa el paisaje árido del sur y aparecen las señales: sueños intensos, símbolos antiguos, encuentros que no parecen casuales. Así se configura una novela que atraviesa el tiempo y el espacio en un viaje fascinante. Vendrán por ti Por Marcela Guilligan eBook Gratis Descargar De eso se trata la nueva novela de Marcela Guilligan, politóloga, magister en dirección de empresas y en metodología de la investigación, asociada durante décadas de Mora y Araujo & Asociados. Desarrolló varias campañas electorales para candidatos presidenciales. Es profesora universitaria; actualmente trabaja en la Fundación Compromiso. Su primer libro: El silencio de las rotativas. El último: Vendrán por ti, publicado por Leamos, la editorial digital de Infobae. Sobre esta novela, pero también sobre su literatura, conversó con Infobae Cultura. "Vendrán por ti" (Leamos) de Marcela Guilligan —¿Cómo surgió la idea de Vendrán por ti? —Corría el año 2010 y yo vivía en la Patagonia, criando a mis tres hijos pequeños. Acababa de presentarse en la Feria del Libro mi primera novela, El silencio de las rotativas, y por primera vez me sentía vacía de historia, sin una trama que investigar o desarrollar. Siempre necesité tener una historia entre manos, pero en ese momento estaba más dedicada a la maternidad que a la escritura. Un día, en el Automóvil Club de Puerto Pirámides, escuché a un hombre afirmar que en la Península Valdés existían portales y que allí se veían ovnis. Esa afirmación, tan inesperada, me hizo recordar una experiencia de décadas atrás, cuando acompañé a mi primer marido —siendo yo completamente escéptica— a La Aurora, una estancia en Uruguay propiedad de Toto Tona, famosa por los avistamientos de ovnis, presencias extrañas y relatos de portales. De hecho, allí viví algunas experiencias difíciles de explicar, aunque en su momento decidí no profundizar y simplemente archivar el tema. Al escuchar aquel relato en Pirámides, todo se reactivó. La historia volvió con fuerza, se conectó con lo que venía escuchando de otras personas del lugar, y así nació María Cameron: una periodista racional, escéptica, que se ve sacada de su zona de confort y empujada a investigar qué hay detrás de esos portales y fenómenos. María empieza buscando explicaciones… y termina abriéndose a otras dimensiones, a otros continentes, empieza una investigación sin saber que en realidad era un guía a su propia sanación, ya que proviene de situaciones de abusos ancestrales en una familia patricia argentina que la marcaron mucho más de lo que ella cree. María Cameron cobra fuerza como figura central que va hilando acontecimientos llenos de misterios y lo hace de manera novelada, con suspenso, con pasión. Marcela Guilligan es politóloga, magister en dirección de empresas y en metodología de la investigación, asociada durante décadas de Mora y Araujo & Asociados (Foto: Maximiliano Luna) —¿Cómo fue el proceso de escritura y de investigación de cada uno de los mundos que narrás? —Partamos de la base de que soy virginiana: me encanta investigar, analizar, conectar ideas. Siempre digo que investigar es como navegar —el agua te lleva, y así vas navegando por distintos temas. La vida te va dando señales, y si sabés escucharlas, cada una te lleva un poco más lejos. Ya con Tomy, mi primera pareja, me había acercado al mundo espiritual desde otra mirada. Cuando retomé esos recuerdos, empecé a investigar sin saber bien a dónde iba a llegar. Una cosa fue trayendo la otra. La filosofía hermética apareció con fuerza, casi como una guía, y me puse a rastrear sus orígenes. Me pasó algo muy lindo: cada vez que abría una puerta, encontraba conexiones inesperadas, símbolos repetidos, ideas que resonaban. En el camino conocí a Paula Santoro, una astróloga humanista que se volvió una especie de maestra. Con ella estudié astrología, participé en seminarios, y fui entendiendo cómo ciertos arquetipos, energías y mapas internos también podían servir como herramientas narrativas. Muchas de esas búsquedas se fueron filtrando naturalmente en la novela. Como fui profesora muchos años, me gusta explicar, relacionar conceptos, profundizar. Me tomé mucho tiempo: años de investigación, de lectura, de búsquedas en Google Maps recorriendo continentes desde mi computadora, de carpetas abiertas y notas sueltas. Mientras tanto, la novela iba escribiéndose sola, o al menos así lo sentía: tenía un hilo conductor, pero sin un final claro, solo con la certeza de que había algo que debía ser contado. Sentía también una necesidad de poner sobre la mesa ciertos temas que hoy están por todas partes —chakras, reiki, registros akáshicos— pero que muchas veces se tocan sin profundidad. Yo quise hacer un camino inverso: partir de la complejidad, de la historia, del estudio serio, y desde ahí contar una historia que también es emocional, sensorial, y muy viva. —¿Cuándo empezaste a leer, con qué libros? ¿Y a escribir? —Desde que tengo memoria, siempre hubo un libro al lado mío. En mi casa, la biblioteca familiar ocupaba un lugar central, casi sagrado. Leí desde muy chica: recuerdo con nitidez las ilustraciones de La princesa y el guisante, los cuentos de los hermanos Grimm y los de Andersen. A medida que fui creciendo, me atraparon las historias de detectives: Los Hardy Boys, Los Siete Secretos, Nancy Drew. También devoraba la colección Robin Hood, esa edición amarilla que acercaba los clásicos a los más chicos. En la adolescencia temprana descubrí a Corín Tellado y las novelas de Intervalo, que canjeaba sin parar en los quioscos de revistas. De ahí salté a las novelas románticas y, más adelante, al policial de autor: la colección El Séptimo Círculo me abrió otras puertas. Ya en la facultad me lancé de lleno a los grandes autores. Leí mucho a Vargas Llosa —Pantaleón y las visitadoras es uno de mis favoritos—, y pasé por épocas donde me obsesionaba con un país o un género. Tuve mi etapa rusa con Dostoyevski, Tolstói, Pasternak. Y seguí a autores como Paul Auster, Milan Kundera, García Márquez, Zafón, entre otros con devoción. Por mi formación también leí muchos libros de historia, o de análisis, como los de Harari. Siempre hay un libro viajando conmigo, acompañándome. No recuerdo un momento de mi vida sin lectura. Soy completamente ecléctica, y me gusta que así sea. Y a escribir comencé desde niña a través de los largos diarios íntimos que escribía, donde con exceso detalle describía situaciones y sentimientos "Desde que tengo memoria, siempre hubo un libro al lado mío. En mi casa, la biblioteca familiar ocupaba un lugar central, casi sagrado" (Foto: Maximiliano Luna) —Venís de otro palo, ¿podrías contar a qué te dedicás y por qué decidiste apostar por la literatura? —Sí, vengo de otro palo, aunque siento que todo está conectado. Tuve la suerte de cruzarme muy joven, recién recibida, con Manuel Mora y Araujo, quien se convirtió en un maestro para mí. Con él recorrí treinta años de carrera en el mundo de la investigación, la opinión pública y la consultoría. Manolo me enseñó a observar, a preguntar, a escribir informes con precisión, y sobre todo, a analizar la realidad en profundidad. Esa formación marcó mi forma de mirar el mundo y, sin dudas, se filtró en mi escritura. Vendrán por ti está atravesado por una mirada sociológica, aunque novelada. Hay mucho análisis del presente: de la caída de los grandes relatos políticos, de cómo mutan las instituciones —la democracia, la familia, la Iglesia católica—, y de cómo la sociedad contemporánea es moldeada por los algoritmos, por una lógica que muchas veces deshumaniza. Escribir literatura, para mí, no fue un cambio de rumbo, sino una expansión. Es una manera de seguir haciendo preguntas, pero desde otro lenguaje, más íntimo, más simbólico, más abierto a la emoción y al misterio. "Las novelas deben vibrar, resonar, incomodar, y, si es posible, encender una chispa que no se apague fácilmente" (Foto: Maximiliano Luna) —¿Qué tiene la literatura que otras disciplinas y otras actividades no tiene? —La literatura tiene algo único: te permite habitar otra realidad. Te sumergís en una historia, en un universo que no es el tuyo y, sin embargo, en algún punto te toca, te transforma. Podés identificarte con un personaje, hacer catarsis a través de él, mirar tus propias emociones desde afuera. Leer —y escribir— literatura es entrar en un espacio donde todo es posible: lo racional y lo irracional, lo simbólico, lo emocional, lo espiritual. A veces entendemos mejor una época, una crisis o una parte de nosotros mismos a través de una novela que con un tratado académico. La literatura no busca solo explicar: busca conmover, resonar, sembrar una duda. En ese sentido, es una experiencia que ninguna otra disciplina ofrece con tanta libertad y profundidad a la vez. "La literatura tiene algo único: te permite habitar otra realidad. Te sumergís en una historia, en un universo que no es el tuyo, y sin embargo, en algún punto te toca, te transforma" (Foto: Maximiliano Luna) —¿Qué te gustaría que pase con Vendrán por ti? ¿Qué quisieras que sientan los lectores al sumergirse en el libro? —Me gustaría que Vendrán por ti circule con libertad, que llegue a rincones inesperados y encuentre lectores diversos, en distintos países, en distintos momentos de sus vidas. Que cada quien pueda leer en esta historia algo propio, algo que lo convoque desde adentro. Espero movimiento. Que el libro siembre inquietudes, que deje preguntas abiertas, que provoque. Que quien lo lea se detenga un instante a mirar su propia búsqueda Y si logra tocar una fibra íntima, aunque sea en una sola persona, ya habrá cumplido su misión. Creo profundamente que las novelas no deben explicarlo todo: deben vibrar, resonar, incomodar, y, si es posible, encender una chispa que no se apague fácilmente.
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