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  • El dolor de no ser abuelo: la caída del 40% de la natalidad ya impacta en los adultos mayores

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 28/05/2025 12:36

    El promedio de hijos por mujer descendió a 1,4 en Argentina, con mínimos históricos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, las cifras se traducen al abuelazgos tardíos o adultos mayores sin nietos (Imagen Ilustrativa Infobae) El descenso sostenido de nacimientos en Argentina no solo transforma la composición de los hogares, sino que redefine la experiencia de quienes envejecen. En un país donde el rol de los abuelos ocupó históricamente un lugar central, cada vez más adultos mayores transitan esta etapa sin nietos o con pocos vínculos con las nuevas generaciones. Es que desde 2014, la tasa de natalidad en Argentina cayó un 40%. La cifra, una de las más pronunciadas en América Latina, forma parte de un estudio reciente del Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad de la Universidad Austral, basado en el análisis de datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), que publicó Infobae hace unos días. Según el informe, en el 57% de los hogares del país no hay niños o adolescentes. En 1991, la proporción era del 44%. El cambio en la estructura familiar es marcado y sostenido. A esta tendencia se suma el aumento de la expectativa de vida: según datos del INDEC, el 12% de la población argentina está compuesta por personas mayores de 60 años. Sin embargo, no todos ellos tienen la oportunidad de convertirse en abuelos debido a la caída en el número de nacimientos. Este fenómeno no solo afecta a la experiencia individual, sino que también tiene efectos en un nuevo entramado de relaciones sociales y vínculos familiares. Los “nuevos” 60 y la falta de nietos El 57% de los hogares argentinos ya no tiene niños ni adolescentes, según datos de un reciente informe de la Universidad Austral . (Imagen ilustrativa Infobae) Ante la consulta de Infobae por el impacto de la caída de la natalidad en los adultos mayores y su rol familiar, la doctora María Dolores Dimier de Vicente, miembro del Consejo de Dirección del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral señaló: “Tenemos cada día más adultos mayores en nuestra sociedad argentina (12% de la población según el último censo), aunque, por otro lado, debido a la caída de la natalidad no todos ellos son o serán abuelos”. “Los mayores de 60 años no se enmarcan en los estereotipos de antes, sino que hoy tienen un proyecto vital más activo y de más largo plazo. Lo que genera nuevas expectativas, proyecciones y ocupaciones”, completó la investigadora. Asimismo, planteó que ese incremento en la esperanza de vida muestra a quienes estarían en edad o posibilidades de ser abuelos, en otro lugar muy distinto: en el cuidado de sus padres que hoy llegan hasta los 90 años. Según Dimier de Vicente, “lo que da significancia a la relación abuelos-nietos es la oportunidad de vivencias compartidas en lo familiar y en lo social. Paralelamente se enfrentan en la conciencia de la propia finitud y de una vejez próxima. El abuelazgo resignifica el vínculo parento-filial y entrelaza la trascendencia en el sentido de la propia vida. La falta de nietos podría convertirse en un vacío en el propio proyecto personal de vida, debido a la inminencia en la conciencia de los últimos años". Así, en esta nueva sociedad con menos niños, la imposibilidad de ser abuelo puede generar, según la especialista, una “vacancia de roles y funciones que antes lo habilitaban a colaborar en el cuidado y crianza de las nuevas generaciones”. Las causas del descenso de la natalidad La natalidad en Argentina cayó un 40% desde 2014, transformando la estructura familiar y el rol tradicional de los abuelos Como ocurre con los grandes cambios sociales, el descenso abrupto de nacimientos “responde a múltiples factores”, explicó a Infobae la doctora Lorena Bolzon, decana del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral y coautora del informe. Entre ellos señaló “las condiciones económicas del país, la incertidumbre respecto al futuro, la migración de muchos jóvenes al exterior, y también que la postergación de la maternidad en favor de la formación académica y el desarrollo profesional es cada vez más común entre las mujeres argentinas”. Así, el promedio de hijos por mujer descendió a 1,4 a nivel nacional, con mínimos como el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde se sitúa en 0,9. Este escenario reduce las chances de convertirse en abuelos, en un contexto en el que la edad promedio para el primer hijo se ubica entre los 30 y los 34 años. “No estamos hablando de que necesariamente los adultos de hoy no van a tener nietos”, explicó en ese sentido el doctor en Psicología y profesor titular en Psicología de la Tercera Edad en la Universidad de Buenos Aires, Ricardo Iacub, “sino que tal vez los van a tener a edades más tardías, diez o quince años después de lo habitual, y eso cambia la forma del vínculo intergeneracional”. Más adultos mayores, menos niños: un cambio estructural La tendencia se acentúa en paralelo con el envejecimiento poblacional. Según el mismo informe, los mayores de 85 años representan hoy el 11,8% de la población, frente al 1,5% que registraban en 1991. Consultada acerca de si la caída de la natalidad en Argentina afecta los vínculos de los adultos mayores que no son abuelos, o lo son en edades muy avanzadas, la directora de la Maestría en Vínculos y Familias de la Universidad Hospital Italiano Soledad Dawson consideró que “afecta los vínculos en tanto se acotan las opciones si la red no se amplía”. “Si queda en los hijos y en sus pares, la retroalimentación es menos intergeneracional”. En ese sentido, la psicóloga especialista en Gerontología Graciela Zarebski, directora del Instituto Iberoamericano de Ciencias del Envejecimiento y de la Especialización y Maestría en Psicogerontología de la Universidad Atlántida Argentina, señaló a Infobae: “Hasta ahora, en general, se daba la posibilidad de que los adultos, a cierta edad, lleguen a ser abuelos. No se planteaba esta problemática anteriormente”. Y amplió: “Hoy en día más bien se ven afectados los hijos de quienes son abuelos, que están en la mediana edad y muchos tienen aspiración de ser abuelos”, señaló. Una nueva carga para las mujeres: el cuidado como eje invisible El envejecimiento poblacional avanza: el 12% de los argentinos supera los 60 años, pero cada vez menos llegan a ser abuelos (Imagen Ilustrativa Infobae) “Donde hay niños y adultos mayores se ve una presencia femenina más marcada, lo que implica una alta dosis de tareas de cuidado a cargo de mujeres de todas las edades”, señaló María Sol González, magíster en Econometría y becaria doctoral del Conicet. Esa misma tendencia, en contextos de hogares sin hijos o sin nietos, tiene otro efecto: el retiro se vuelve más solitario. “Las funciones que cumplieron las familias a lo largo de varias décadas —desde el cuidado hasta el sostenimiento emocional y económico— no son fácilmente reemplazables”, analizó Dimier de Vicente. “La abuelidad no es la única función que aspira a cumplir una persona mayor”, sostuvo sin embargo Zarebski. “Hoy en día tenemos mayor libertad para desarrollar nuestros intereses y vínculos, armando redes de apoyo y realización personal”. Hogares más pequeños, familias más frágiles El aumento de hogares unipersonales y monoparentales revela una tendencia hacia familias más pequeñas y vínculos sociales más frágiles (Imagen Ilustrativa Infobae) Para Dimier de Vicente, estos cambios muestran “una sociedad con una marcada tendencia al individualismo, en la que predominan vínculos sociales y familiares más frágiles”. El aumento de hogares unipersonales —que pasaron del 13% al 25% entre 1991 y 2022— refuerza esta dinámica. A la vez, el crecimiento de los hogares monoparentales, en su mayoría encabezados por mujeres, revela nuevas tensiones en la estructura familiar. “A menor cantidad de cuidadores, mayor demanda de los abuelos”, explicó Iacub. “Para muchos abuelos puede significar una exigencia muy pesada, especialmente si se espera que cumplan el rol de cuidado como cuando eran padres o hay muchos nietos para cuidar”. Entre la virtualidad y la distancia: la abuelidad que no llega En la búsqueda del bienestar y la longevidad, un hombre mayor se entrega al ejercicio y entrenamiento en el gimnasio, priorizando la salud y cuidado de su cuerpo. (Imagen Ilustrativa Infobae) “Esto incrementa la situación de vulnerabilidad, que también afecta directamente a sus hijos y, en muchos casos, a los adultos mayores que dependen de ellas”, remarcó González. La reducción de nacimientos ya no es un fenómeno exclusivamente vinculado a la autonomía reproductiva o al desarrollo profesional. Sus efectos están en la otra punta del ciclo vital. En una sociedad con menos nietos, menos redes intergeneracionales y una esperanza de vida en aumento, cada vez más personas llegan a viejas sin ocupar el rol tradicional de abuelos. “Lo que estamos viendo son personas mayores que sienten que no van a llegar a ser abuelos”, apuntó Iacub. “Porque los hijos no tienen ganas de tener hijos, o porque se fueron del país. Y el vínculo con los nietos se vuelve lejano o virtual”. El desafío de sostener el envejecimiento activo “El descenso en la tasa de natalidad, como transición demográfica, podría verse como un problema desde una perspectiva económica o como un desafío a pensar políticas sociales a futuro para otra composición social”, explicó Vilda Discacciati, coordinadora del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Salud del Hospital Italiano. Y añadió: “No debería pensarse como consecuencia de políticas que permiten decisiones no-reproductivas de la mujer, por el contrario marca la importancia de diseñar estrategias que den soporte a las necesidades del envejecimiento de la sociedad”. En este punto, Dawson remarcó que “el intercambio intergeneracional enriquece y vitalidad la capacidad vincular”. “Genera mejores estados anímicos más disponibilidad a sostener lo vital y cuidar su salud y el contacto con otros -enfatizó-. Una intencionalidad de hacer por otros, ya sea al cuidarlos cuando los padres trabajan o cuando reciben su visita y pasan varias horas o días con ellos”. “Siempre los vínculos intergeneracionales para el enriquecimiento tanto de los jóvenes como de los mayores se puede ejercer, si no es con los propios nietos o bisnietos, generando actividades intergeneracionales donde estas personas mayores puedan ahí concretar y desplegar estos deseos de enriquecimiento mutuo”, remató Zarebski.

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