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  • Impasse comercial entre Estados Unidos y China: ¿cese al fuego?

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 28/05/2025 04:50

    Pese a la rivalidad, existe una profunda interdependencia entre Estados Unidos y China (Foto: AP/Susan Walsh) El regreso de Donald Trump —Trump 2.0— a la presidencia de Estados Unidos tiene al mundo expectante. En el centro del escenario está la guerra comercial con China, un conflicto complejo con alcance global que, según estimaciones del Centro de Economía Internacional (CEI), ha representado una pérdida equivalente a más de la mitad de las importaciones de EEUU durante 2024 (USD 1.78 billones) para el comercio global. Los recientes acuerdos entre China y Estados Unidos establecieron una pausa de 90 días en la guerra comercial, pero persisten las dudas sobre los próximos pasos del impredecible presidente norteamericano y sus posibles consecuencias para América Latina. Ahora bien, ¿este impasse marca realmente el fin de la guerra comercial? En este artículo exploramos algunas respuestas. Escenario: frenética preocupación por el déficit comercial Trump volvió al Salón Oval en enero de 2025 con una misión clara: poner a Estados Unidos en primer lugar para que nunca más nadie se “aproveche” del benévolo país. Se reactivó con vigor el lema “Make America Great Again” (MAGA) con una hoja de ruta clara: políticas proteccionistas de corte neo-mercantilista, basadas en una lógica transaccional que prioriza beneficios inmediatos y acuerdos bilaterales por sobre compromisos multilaterales. Lo que observa Trump en el plano comercial es cierto (ver gráfico 1): existe una profundización del déficit comercial de Estados Unidos hace décadas —impulsada por el sector de bienes— y China se consolida como el principal déficit bilateral de Estados Unidos. En contrapartida, las exportaciones de servicios ganan terreno de la mano de grandes empresas tecnológicas norteamericanas (Apple, Microsoft, Amazon, Google, entre otras) que están entre el top 10 de empresas más valiosas del mundo. Para Trump, el déficit comercial perjudica a Estados Unidos y resulta de oportunistas políticas de sus aliados comerciales. Su visión deja fuera dos pilares fundamentales del comercio internacional: la especialización y las cadenas globales de valor. La primera implica que los países se concentren en producir aquellos bienes o servicios en los que tienen una ventaja comparativa, lo que permite aumentar la eficiencia y genera beneficios económicos generales. Las segundas, reflejan cómo los procesos productivos están fragmentados y distribuidos entre distintos países, aprovechando las ventajas de costos y capacidades en cada etapa. Además, esta postura corroe el sistema de reglas e instituciones globales creadas por EEUU tras la Segunda Guerra Mundial. La combinación de aranceles indiscriminados y el debilitamiento del sistema multilateral está configurando un escenario económico más frágil a nivel global. El FMI advierte una desaceleración sostenida, proyectando un crecimiento mundial de apenas 2,8% en 2025 y 3% en 2026, cifras que marcan un retroceso frente al 3,3% estimado a comienzos de año. En Estados Unidos, la Reserva Federal reconoce este panorama: en su comunicado del 6 de mayo, señaló un aumento de la incertidumbre económica y advirtió sobre los riesgos crecientes para la inflación y el empleo. La guerra comercial no dejará a nadie ileso. Abril, el mes del caos En el llamado “Día de la Liberación Nacional de EEUU”, la administración Trump aplicó aranceles “recíprocos” —entre el 10% y el 50%— a todos aquellos que mantuvieran déficit comercial con el país. México y Canadá quedaron excluidos. Argentina, como la mayoría del Cono Sur, recibió un 10%. La reacción internacional fue inmediata: mayor incertidumbre, caída en las acciones de empresas integradas en las cadenas globales de valor, bajas bursátiles y, aumento del precio del oro. El caos se resolvió con un impasse de 90 días con los países dispuestos a negociar, que vence en julio. A China se le impuso un 145% por replicar con contramedidas, por lo que así empezó la guerra de aranceles entre las potencias. Sorpresas en mayo: cese al fuego En Ginebra, Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, y el viceprimer ministro chino, He Lifeng, llegaron a un acuerdo: un impasse en la escalada de la guerra comercial entre ambas potencias. A partir del 14 de mayo, se comprometieron a reducir en 115 p.p. los aranceles aplicados por cada país durante un plazo de 90 días (EEUU aplica a China un 30%, China aplica a EEUU un 10%). La decisión reconoce una realidad ineludible: la profunda interdependencia entre Estados Unidos y China. La señal es de distensión. Sin embargo, este acercamiento no implica un retroceso total. Continúan vigentes las medidas arancelarias adoptadas por la administración Trump antes del 2 de abril y la incógnita persiste: las dos potencias se disputan el poder en un sistema internacional cada vez más multipolar y multinivel. Los roces no faltarán, y la falta de nuevos anuncios empieza a inquietar. En este escenario, Trump impulsa una lógica de negociación unilateral que, por ahora, pone en riesgo la estabilidad de la economía estadounidense en el mediano plazo y la histórica excepcionalidad de EEUU en el largo plazo. Su apuesta por replegar a América dentro de sus fronteras, con una visión claramente aislacionista, debilita el entramado internacional que ha sostenido su posición privilegiada en el sistema global. La diferencia es que hoy China está dispuesta a responder, fortaleciendo su lugar en el sistema multilateral y avanzando hacia su propio “Sueño Chino”. La incertidumbre es total: Trump actúa con una lógica difícil de prever, mientras en el mundo emergen nuevos polos de poder y áreas de disputa que redefinen el equilibrio global. ¿Por qué la guerra comercial debe preocupar a la Argentina? En este contexto, Argentina enfrenta un panorama desafiante: caída en los precios internacionales de los commodities, el Banco Mundial espera caídas de 12% en 2025 y un 5% adicional en 2026, una disminución de la inversión extranjera directa y un giro proteccionista por parte de Estados Unidos, uno de sus principales socios comerciales (ver gráfico 2). Para economías como la argentina, poco integradas a las cadenas globales de valor y altamente dependientes de la exportación de bienes agrícolas, el impacto puede ser particularmente severo. La caída de precios de los commodities debilita una de sus principales fuentes de ingreso externo y genera tensiones internas que pueden complejizar la implementación de políticas económicas de liberalización impulsadas por el Gobierno. Mientras, la caída de los flujos de financiamiento global puede desafiar las estrategias de atracción de inversiones. Por último, el encarecimiento de bienes intermedios —producto de la disrupción en las cadenas globales de producción— puede afectar la capacidad de consumo local. Sin embargo, también podrían abrirse algunas oportunidades: el repliegue comercial de Estados Unidos podría liberar espacios que países como Argentina podrían aprovechar, posicionándose como proveedores alternativos en ciertos mercados. Para lograrlo, será clave ampliar su margen de maniobra mediante una estrategia activa de diversificación de socios comerciales, con avances concretos en acuerdos clave como el Mercosur-Unión Europea. En resumen, Argentina debería aumentar su margen de maniobra buscando priorizar sus intereses, considerando que al aumentar las tensiones, este margen de maniobra puede ir desvaneciendo.

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