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  • Cómo es el nuevo polo gastronómico que se está armando alrededor de la Bombonera

    » TN corrientes

    Fecha: 28/05/2025 04:32

    Boca Cómo es el nuevo polo gastronómico que se está armando alrededor de la Bombonera Miércoles, 28 de mayo de 2025 De sus famosas cantinas a años de olvido y prejuicio, La Boca está resurgiendo con nuevos restaurantes y clásicos. Ahora, las propuestas se concentran en la zona del estadio y apuntan a turistas y locales. Hace medio siglo, si uno hubiera tenido que nombrar los epicentros de la movida gastronómica porteña, no podría haber eludido a La Boca. Las cantinas de la calle Necochea explotaban y eran el lugar donde se mostraban los famosos, como registran las fotos de la época en las que se pueden ver por ejemplo a Susana Giménez, Sandro, Mariano Mores y hasta Alain Delon, entre otros famosos, comiendo allí sus pastas y mariscos. Pero pasaron cosas. El tiempo, el país, el cambio de costumbres y tendencias. Y en ese ciclo eterno que para tantas cosas es la Argentina, la fundacional La Boca está emergiendo otra vez. De a poco, con nuevos restaurantes, reaperturas esperadas y clásicos vigentes, en alrededores de la Bombonera se está formando un polo gastronómico que le escapa al estereotipo for export y que quiere atraer turistas y locales apostando a los sabores tradicionales que le dieron origen a la cocina porteña. La inauguración más reciente es la que ocupa la planta baja del hotel Undici sobre la calle Brandsen, justo al lado de la Bombonera. El Genovés es un restaurante que, en su propuesta de neobodegón, no tiene nada que envidiarle a los que ofrecen platos de ese estilo en los mainstream Palermo, Colegiales o Chacarita. “Intenta rendir homenaje a nuestras raíces, a la inmigración que tejió los hilos de nuestra identidad y al puerto que ha sido testigo de siglos de historia”, cuentan desde el grupo empresario que lo gestiona. Así, la propuesta gastronómica incluye versiones modernas de la fainá o las costillitas a la riojana, una lengua que en vez de ser a la vinagreta sale laqueada, o la cassata de tres colores que en vez de helado hacen con mousse. Clásicos porteños también ofrece Juan de Dios, otra apertura que tiene menos de un año en Juan de Dios Filiberto al 900. Y también está ubicado en un complejo hotelero, el apart Filiberto. “Es un resto art, todo está muy ligado al arte. Tenemos milanesas, asado, cosas muy porteñas apuntando al turista y al barrio”, cuenta su gerente, Marcelo Cetraro. El diferencial que ofrece el restaurante son sus dos terrazas con vista de la Bombonera, una en el último piso para 100 personas y otra para 25 en el piso siete. Pero además de los nuevos, el circuito se conforma con varios clásicos. Uno de ellos es Don Carlos, el histórico restaurante que Carlos Zinola y Marta Venturini abrieron en 1970 y que, tras estar cuatro años y medio cerrado, reabrió en octubre. Gaby, su hija, cuenta que la familia vivió toda su vida alrededor de la cancha y el barrio vivió su vida alrededor del restaurante, que entre sus clientes tuvo a Francis Mallmann, Francis Ford Coppola y los artistas Pérez Celis y Marta Minujín. “No nos identificamos con bodegón ni con cantina. Somos el living de una casa que da de comer casero”, afirma Gaby. En Don Carlos, el menú consiste en 10 platos variados que van llegando a la mesa según lo que decide el cocinero. “Los platitos y el omakase, mis viejos lo hicieron hace 54 años”, ríe la heredera e impulsora de esta nueva etapa de Don Carlos. Unas cuadras más allá, pero siempre en el circuito de la Bombonera, está otro clásico, Il Matterello. “En octubre cumplimos 32 años”, se entusiasma Sandra Stagnaro. Las pastas que hacen en el pequeño restaurante de Martín Rodríguez al 500 son famosas e incluyen platos relevantes de la cocina italiana que rara vez se consiguen en Buenos Aires, como sus tortellini in brodo. Más de medio siglo en el barrio tiene La glorieta de Quique, una parrilla al paso que abrió en 1973 en Brandsen frente al estadio y que es tiene al lomito y al choripán entre sus hits indiscutidos. Abren sólo al mediodía y se definen como “una isla por y para el hincha de Boca”. La expansión promete seguir con el proyecto del Hard Rock Café en la confitería del primer piso de Boca Juniors, que aún no tiene fecha pero sería una concesión de ese espacio del club, que realizó varias obras como una plaza seca y nuevas luces frente a la entrada principal. La nueva Boca La mayor iluminación y otras mejoras que se hicieron en la zona, como el camino peatonal paralelo a las vías que une la cancha con Caminito, pusieron en valor este circuito donde, a diferencia de la zona de Vuelta de Rocha --con una oferta más anclada en el turismo y el tango-- se vibra fútbol y los restaurantes son más frecuentados por los locales. “Tenemos una clientela bastante fiel que no es del barrio. Los días de partido hay gente que viene casi siempre”, cuenta la dueña de Il Matterello, una empresa familiar que arrancó con las recetas de su mamá italiana y que ya va por la tercera generación. “Me encantaría que muchos porteños que no conocen La Boca vengan”, invita Gaby, quien, más allá del proyecto personal de reabrir el restaurante de su familia, quiere contribuir a que se ponga en valor un barrio “hermoso”. “Amo mi lugar y mi esquina”, afirma, y expresa un concepto que absolutamente todos los entrevistados por Clarín repiten: con La Boca hay un prejuicio, que no se sabe bien cómo se formó y por qué se sostiene. Y que contrasta con la realidad: una zona que no es más insegura que otros barrios de la ciudad pero que, a diferencia de muchos de ellos, tiene una vida propia única. “A mí La Boca me da alegría. No dejo de mirar la cancha, la gente, los negocios... El otro día estábamos en un despacho y apareció la murga, y se paró todo. Se estigmatiza un barrio que está buenísimo”, asegura ella, que camina sus calles todos los días. Hay otra coincidencia: que la renovada oferta cultural y artística boquense está contribuyendo a derribar ese estereotipo. La Usina del Arte, Catalinas Sur, Fundación Proa, el exitoso Colón Fábrica y el circuito de galerías de arte de la zona están atrayendo a La Boca, justamente, a ese porteño que aún no la había pisado. “El prejuicio sucede cada vez menos. El barrio se estuvo desarrollando mucho los últimos años y cuando la gente viene se lleva una sorpresa porque eso se puede ver: calles iluminadas, posibilidad de estacionar, tranquilidad y una propuesta gastronómica nueva”, aportan desde El Genovés. Están convencidos de que se van a abrir más propuestas gastronómicas que, junto con el desarrollo del club y el anuncio de la nueva línea de subte F, terminarán consolidando este nuevo polo gastronómico en la Ciudad. Aquí suma su mirada Jorge D'Agostini, emprendedor gastronómico y gestor cultural. Cuando estuvo a cargo del restaurante de Fundación Proa, llevó a su carta la sfogliatella, y ahora acaba de publicar “La Boca. Pizza, cocina, identidad”, un libro en el que analiza los orígenes de la cocina porteña a partir de todo lo que se gestó en La Boca. “En La Boca va a pasar sin dudas lo que sucedió en otros países, por ejemplo en el barrio de Testaccio en Roma, que estuvo muy abandonado y hoy es un centro de restaurantes”, vaticina. Cree que, a diferencia del polo de Caminito, el aledaño a la cancha tiene una identidad más clara: “Busca decir es por acá. Creo que la unión hace la fuerza al pensar en esta refundación gastronómica. Hay algo muy fuerte con la identidad del barrio en la cocina y puede ser un nuevo período, ojalá que lo vean, tomen nota y se arme un colectivo”, plantea. Y cierra: “Ni los napolitanos llegaron a tanto como los boquenses, que tienen a un pizzero en una bandera de la Doce. Semejante marca como La Boca te asegura el éxito”. Miércoles, 28 de mayo de 2025

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