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  • EL CURIOSO CASO DE LA JUEZA VIOLENTA

    Parana » Radio La Voz

    Fecha: 27/05/2025 21:11

    En los pasillos espesos de Tribunales, donde la humedad es institucional y el murmullo nunca muere, los viejos Grillos no necesitan leer el Boletín Oficial para saber cuándo un proceso cambia de temperatura. Esta semana, el juicio político contra Josefina Etienot, alias Violencia Rivas, dejó de ser un trámite formal para convertirse en un campo minado de relatos, lágrimas y silencios que pesan más que cualquier acusación escrita. El juicio empezó como suelen empezar las jugadas del Comandante: con un gesto populista. En su primera intervención pidió caducidad del proceso y sugirió —sin culpa y sin Código— la absolución de la jueza. Pero alguien debería recordarle que la Ley de Jury no es una hoja de ruta para improvisadores. Si pidió la apertura, está obligado a acusar. Y si luego considera que no hay mérito, puede decirlo... pero durante la prueba, no en la apertura. Y eso no es una opinión. Es jurisprudencia que él mismo escribió. —El pez muere por la boca, ladró un Perro sentado cerca del ventiluz. Porque en la causa Rossi, el mismo Comandante defendió que el proceso puede seguir aún sin acusación fiscal, porque el Jury es político, no penal. Hoy quiso hacer lo contrario. Se creyó impune y terminó intimado por el propio tribunal para que se presente. Lo hizo. Con la soberbia en el maletín, pero sin margen. Su intervención tuvo otro detalle que no pasó desapercibido: desestimó las denuncias de hostigamiento de Etienot como “cosas que pasan en una oficina”. Una definición perfecta para enmarcar su perspectiva institucional: machista, corporativa y negadora. Mientras tanto, las audiencias siguieron. Y lo que antes eran murmullos hoy son testimonios en carne viva. Declararon empleadas, técnicas, psicólogas, profesionales del Poder Judicial, y todas coincidieron en algo: la oficina que presidía Etienot no era un juzgado, era un calabozo emocional. La secretaria del juzgado, con 20 años de carrera, lloró durante todo su relato. Habló de gritos, amenazas, hostigamiento continuo y presiones que la llevaron a necesitar asistencia médica. —“Me decía que no servía para nada. Que me fuera. Que no me iba a esperar”, dijo con la voz quebrada. Una psicóloga convocada por el Superior Tribunal relató que el nivel de hostilidad era tal que no se permitía usar ni el baño ni tomar agua del juzgado. Otra contó que el equipo técnico no podía ni ingresar sin generar incomodidad. El método de Etienot no era jurídico: era disciplinador. Las diferencias profesionales no se discutían con argumentos. Se resolvían con gritos. —“Por esta pelotudez me venís a molestar”, le gritó a su secretaria delante de una asistente social. Otra testigo reveló que cuando no le gustaba un informe, Etienot llamaba a otras profesionales para que “le salvaran el culo”. —“Ni siquiera podían escribir en el grupo de WhatsApp del juzgado. Tenían miedo a ser leídas y malinterpretadas”, relató una exdirectora de la Oficina de Violencia de Género, hoy jueza de familia. La violencia no era aislada. Era metódica. La defensa, ausente. Etienot, también. Su silencio pesa más que su legajo. Lo único que asomó fue un puñado de testigos de cartón: dos abogadas que no sabían por qué estaban ahí, y un presidente de Colegio que dijo que nunca escuchó nada. —Ni una escucha activa, ni una sospecha, ni una charla de pasillo —ironizó un Grillo que ya ni se ríe. Y entre líneas, la política. La renuncia de Martín Acevedo Miño a la Secretaría de Justicia es un mensaje que no se pronuncia en conferencia: se filtra en pasillos. Renunció en silencio, pero no cayó. Fue reubicado en el Ministerio de Gobierno. Como se hace con quienes ya no pueden contener, pero tampoco pueden salir por la puerta de atrás. —Renuncia elegante cuando Roger y Peluche ya soltaron la mano a la Jueza Violenta— dijo un Perro desde un despacho sin cartel. Este Jury no es penal. No hay condena ni pena. Sí hay una pregunta simple: ¿se destituye o no a la magistrada? Y la respuesta, cada día, se hace más evidente. Etienot no solo está acusada: está sola. Y en política, la soledad no se absuelve. Se ejecuta.

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