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» on24
Fecha: 27/05/2025 18:59
Cuando se corta una mala hierba, para evitar que salga otra hay que trabajar el sustrato. Con las malas personas ocurre igual. Si queremos construir una sociedad mejor se necesita lo contrario de la indignación: la templanza. La indignación trepó hasta lo más alto en el ranking de sentimientos de la sociedad. Y la cosa no queda ahí, fue escalando a emociones más fuertes, enojo, rechazo, ira, odio y hasta violencia. En los altares del sentimiento social acampan a sus anchas estas emociones, todas revueltas, formando huracanes que destruyen a quienes son blanco de esos sentimientos negativos, o, en sentido contrario, rachas de viento de cola que empujan hacia arriba a los que se proclaman salvadores que luchan contra los acusados de todo lo que esta mal. La indignación a veces nos ayuda a movilizarnos para reparar una injusticia, pero casi siempre, alimenta la confrontación, la fragmentación, el tribalismo que paraliza a la sociedad en un enfrentamiento perpetuo sin salida. Se crea un clima “guerracivilista” que rompe, literalmente, la sociedad. Como si romper todo pudiese servir para que milagrosamente surja algo nuevo y mejor. Error, se necesita algo más profundo que cambiar personas. Cuando se corta una mala hierba, para evitar que salga otra hay que trabajar el sustrato. Con las malas personas ocurre igual. Si queremos construir una sociedad mejor se necesita lo contrario de la indignación: la templanza. No es fácil en estos tiempos, anteponer la racionalidad al mindset de emociones que vienen de la mano de la indignación, es una tarea titánica. Cuando sufrimos, cuando nos pasa algo malo, todos buscamos a un culpable para acusar y a un héroe que nos rescate. Y así, nos aferramos a lo que creemos que es distinto, nos ilusionamos con quien creemos que nos salvará de todo, y muchas veces, aunque creemos adherir a algo valioso, terminamos comprando espejitos de colores. Actuamos en base a creencias adquiridas en el abismo de una situación insostenible, y aunque son creencias precarias, diría débiles, producto de la coyuntura, nos cuesta cambiarlas porque le damos una veracidad absoluta como si fueran hechos y verdades universales. Hasta que no cambiamos el chip y nos damos cuenta que esas creencias están basadas realmente en opiniones. En la maravillosa película animada “Inside Out”, el filme más adulto de Disney, Riley es una niña que disfruta o padece toda clase de sentimientos. Estas emociones personificadas se encuentran en el cuartel general dentro de la cabeza de Riley y son las responsables de su comportamiento. El tren de pensamiento viaja por toda la mente de Riley entregando hechos, opiniones y recuerdos que activan las emociones. Un símil con el complejo mundo de las conexiones entre los diferentes grupos de neuronas. En una escena de la película van en el tren del pensamiento dos cajas: una contiene hechos y la otra, opiniones. En un mal movimiento, se caen al suelo derramando su contenido y cuando Alegría intenta ordenarlas dice: “estos hechos y opiniones se parecen mucho, es imposible distinguir cuál es cuál”, y dice Tristeza: “tranquila, eso pasa mucho”. Esta es una alegoría genial de cómo se forman las creencias que guían nuestra vida, muchas veces pensamos que las opiniones son en realidad hechos inamovibles. Y no lo son. @TocquevillexROS
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