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» Elterritorio
Fecha: 25/05/2025 17:11
Las pasadas elecciones en la ciudad de Buenos Aires volvieron a poner sobre el tapete el uso de la falsedad como herramienta de propaganda y como un arma que atenta contra la institucionalidad democrática. domingo 25 de mayo de 2025 | 6:00hs. Las pasadas elecciones en la ciudad de Buenos Aires volvieron a poner sobre el tapete el uso de la falsedad como herramienta de propaganda y como un arma que atenta contra la institucionalidad democrática. Fotos manipuladas, textos noticiosos sobre hechos que nunca ocurrieron y ahora también videos hechos con inteligencia artificial manipulando de forma nefasta la imagen y voz de personas reales, en un contexto en que los ciudadanos no cuentan con herramientas o conocimientos para detectarlos, son problemas que debe afrontar la democracia de este tiempo. Mi intención no es hacer un análisis sobre el uso de estos elementos, sino más bien hacer un llamado a la acción. Porque creo que debemos trabajar para reforzar nuestra democracia desde la base: la formación ciudadana. Debemos dotar al soberano de herramientas para evitar manipulaciones por falsedades. El volumen de información falsa y la velocidad con la que circula hacen imposible que seamos sólo los medios periodísticos serios los que combatamos este flagelo. En los últimos años las redes sociales y las aplicaciones de mensajería se han convertido en el principal campo de batalla electoral. Allí se libra una guerra sucia con mentiras, violencia y manipulación informativa que daña al sistema democrático. Estas campañas logran penetrar, no es sólo por lo realista de los contenidos generados con inteligencia artificial, sino porque la sociedad no está preparada para enfrentarlos. Y no lo está porque desde el Estado no se trabaja en ese sentido. Hace 113 años la Ley Sáenz Peña buscó evitar la manipulación directa en las elecciones. Desde entonces, se han tomado medidas para proteger el voto, pero siempre en el plano analógico. Por ejemplo, cada año se recomienda a los votantes verificar que el sobre de votación sea firmado ante ellos en la mesa de sufragios. Sin embargo, poco se dice sobre cómo actuar ante una noticia, foto o video con información falsa recibidos por WhatsApp o ante enlaces a sitios poco confiables que difaman a candidatos o funcionarios sin la más mínima prueba. Por eso, necesitamos pensar en mecanismos que impidan la intervención digital de terceros en las decisiones cívicas. Y el primer paso para eso es la educación: la alfabetización digital y democrática. Hay que preparar a los ciudadanos para interpretar la información, detectar manipulaciones y distinguir entre información de calidad y desinformación. También es fundamental fomentar el pensamiento crítico y enseñar cómo funcionan los medios, las redes sociales y los canales de comunicación. Si no formamos ciudadanos críticos, seguirá creciendo la contaminación informativa, base de la desconfianza social y la inestabilidad democrática. En este proceso debemos involucrarnos todos: periodistas, medios, políticos y educadores. Los organismos electorales deben aportar a la formación ciudadana en tiempos no electorales y responder rápidamente a la desinformación en épocas de elecciones. También es clave que los organismos educativos incluyan desde la secundaria, o incluso desde la primaria, contenidos que preparen a los jóvenes para informarse y ejercer su derecho al voto de manera responsable y libre. Los poderes legislativos deben crear programas que acompañen estos procesos de alfabetización, asegurando su continuidad y sostenibilidad, en lugar de crear organismos de control o normas que sólo generan confusión. Este es el momento ideal para comenzar a trabajar en esto, ya que el próximo año no habrá elecciones que contaminen el debate. Debemos proyectar una democracia más transparente, donde las elecciones sean la máxima expresión democrática y estén protegidas de la manipulación. Países como España ya lo están haciendo. ¿Por qué no hacerlo nosotros?
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