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Parana » 2 Florines
Fecha: 25/05/2025 10:07
En su visita por Paraná, habló sobre la irrupción de las nuevas tecnologías en las empresas y los desafíos de la educación. Tildó de “realismo mágico” la concepción del gobierno orientada al sector privado y sugirió definir políticas públicas para incentivar la creación de empleo en blanco. Por Nahuel Amore El economista Eduardo Levy Yeyati estuvo esta semana en Paraná para presentar su libro “Automatizados: Vida y trabajo en tiempos de inteligencia artificial”, escrito junto a Darío Judzik. Y además, recorrió el proyecto del Mirador Tec que se construye en el Parque Urquiza, del cual forma parte del Consejo Asesor que intentará apalancar al sector privado vinculado a la economía del conocimiento de la región. En un mano a mano con DOS FLORINES, el docente de la Universidad Torcuato Di Tella analizó los desafíos que imponen las nuevas tecnologías en las empresas y la tensión con el empleo, al tiempo que observó las falencias del sistema educativo argentino para vincularse con el mundo productivo. En ese sentido, advirtió por la “creciente precarización” que se vive en el país. En otro orden, más coyuntural, ratificó la necesidad de que haya políticas públicas que promuevan a las industrias y empresas de servicios, desde una mirada de punto intermedio entre el intervencionismo kirchnerista y el “realismo mágico” de los libertarios. Sobre esa concepción, consideró que las reformas impositiva, laboral y previsional “son urgentes desde hace 20 años”. Reformas pendientes —En un año electoral y a la luz del actual gobierno, se pusieron en discusión tres reformas pendientes: impositiva, laboral y previsional. ¿Cuál considera más necesaria y urgente? —Son las reformas que tenemos pendientes hace 20 años. La última vez que en Argentina hubo un gobierno reformista fue el primer gobierno de Menem con el equipo de Cavallo. Puede gustar o no, pero Cavallo era un reformista. Después hubo muchísimos anuncios y amagues, pero reformas muy pocas. Los cambios de fórmula previsional no es una reforma. Se habla de reforma laboral cuando se eliminan las multas, pero no es una reforma. —¿Cuál sería una reforma laboral posible? —La reforma laboral es imprescindible, sobre todo para adaptar reglas laborales y una ley de contrato de trabajo que está pensada para el trabajo manufacturero de la preguerra. En los convenios colectivos hablamos de demarcación laboral como si fuéramos Charles Chaplin en Tiempos Modernos; hablamos de jornada laboral como si estuviéramos trabajando sincronizadamente en una empresa manufacturera; y hablamos de lugar de trabajo como si necesitáramos estar todos juntos trabajando en la fábrica. En realidad, la gente está pidiendo por favor no volver al lugar de trabajo, sino quedarse tres días en la casa. Hay un atraso que precede el cambio tecnológico de toda la regulación laboral y, cuanto antes lo tomemos, mejor. Aparte en Argentina y gran parte de la región latinoamericana, hay una dispersión de productividades y de empresas que hace que no puedas tener un convenio colectivo que meta todos en la misma bolsa. De facto lo tenés, pero tendrías que tener alguna forma de ordenar algo que se llama descuelgue. —Que haya lineamientos, pero sean adaptables a los rubros y tamaños de empresas. —Exactamente. Es poder especializar las cosas del convenio. Para que las empresas micro y pequeñas no estén obligadas a rebuscárselas en la semi-informalidad. —¿Y la reforma impositiva? —La reforma impositiva es fundamental porque en Argentina tenés capas geológicas de impuestos que no cobran nada y tenés impuestos muy distorsivos como Ingresos Brutos que nunca terminaste de resolver porque hay una antinomia entre Nación y provincias. —Siempre renace la histórica puja. —Exactamente. Cualquier reforma impositiva tiene que poder resolver esta tensión entre Nación y provincias. Que baje uno para que suba el otro. Se intentó en 2017 y se fracasó. —Un consenso fiscal que no tocó la Ley de Coparticipación… —No digamos cosas que no van a suceder. La reforma de 2017 no estaba mal pensada y aún así fracasó porque hubo una crisis, pero aparte porque no hubo una manera de evitar los holdouts, que las provincias sacaron los pies del plato. Eso sí es importante pero hay que pensarla bien. No hay que ser voluntarista. —¿Y la reforma previsional? —La reforma previsional la tenés que hacer cuanto antes porque si no va a tener un déficit fiscal dentro de cinco años. Cada vez hay menos trabajadores y más jubilados y eso no se va a resolver si no modificás las relaciones entre beneficios y contribuciones. —¿Cree que tiene que ir de la mano de la reforma laboral para que haya más empleo en blanco que genere aportes? —Tenés que generar más empleo en blanco, pero a eso lo podés hacer una vez. Aparte tenés que adaptar las contribuciones o los beneficios de manera que cuadren. De lo contrario, vas a tener a medida que pase el tiempo un déficit cada vez mayor y vas a volver a tener crisis como las que tuviste en el pasado. —¿Considera necesaria otro tipo de reforma? —Esas tres son muy importantes. Hay una reforma impositiva que me parece fundamental que es blanquear, formalizar a las microempresas donde está la gran mayoría de los empleados en negro. No le podés pedir a esas empresas que blanqueen a los trabajadores sin antes blanquear sus ingresos: Necesitarías tener un régimen de entrada como un régimen de monotributo, que sea relativamente liviano para que la microempresa pueda entrar sin tener que contratar un contador o perder todo pagando impuestos y, a su vez, sí poder blanquear a sus propios trabajadores de manera de que se conviertan en sujetos de crédito o que puedan acceder a una vivienda. Ese proceso de formalización empieza también con una reforma impositiva. Todo esto es urgente hace 20 años. Espero que suceda rápido. Hasta ahora, lamentablemente sigue siendo expresión de deseo. Son urgentes, no hay ninguna duda. Hay otras pero esas tres, hace 20 años decimos que hay que hacerlas. Inteligencia artificial en el mercado argentino —¿Cómo evalúa el impacto de la inteligencia artificial en el mercado laboral argentino? ¿Qué tan fuerte es esa puja hoy? —La inteligencia artificial está dando vueltas pero no ha sido adoptada de manera profunda por el aparato productivo. Todavía se utiliza de modo muy marginal. El proceso de sustitución es marginal. Los periodistas saben que las tecnologías están reemplazando parte de la mano de obra en el sector audiovisual, pero todavía no tenés periódicos armados pura y exclusivamente alrededor de la posibilidad de que la inteligencia artificial sustituya casi por completo el trabajo editorial. Todavía no has visto empresas que reorganicen todo su aparato productivo alrededor de la inteligencia artificial, básicamente porque sigue en movimiento, está en su fase expansiva, exponencial. El empresario va a decir que cuando sepa exactamente cuál es el estándar, va a poder pensar cómo reinvertir en una nueva organización para los próximos 10 o 15 años. Hoy todos están viendo de qué se trata y usándola de manera marginal. Así que no hemos visto todavía esa lucha. La sustitución laboral hoy es muy marginal en relación a lo que los tecnólogos anticipan que va a ocurrir. —¿Cómo observa la real adopción de esta tecnología en las empresas para automatizar procesos y mejorar productividad? —La inteligencia artificial son varias cosas. Hemos tenido robots industriales los últimos 50 o 60 años. Y si uno mira la caída al 10% de la participación de la industria en el mercado laboral, es porque ha estado automatizando procesos desde hace décadas. No es para nada nuevo. Lo nuevo es esta inteligencia artificial generativa que reemplaza el intelecto, el conocimiento documentado, el escrito, el que está en imágenes, en letras, en números. Una de las razones por las cuales no se adopta totalmente es porque, por ejemplo, no querés planear tu redacción en función del GPT 3.5, y de pronto al año siguiente tenés el 4.0 y resulta que planeaste todo en base a una tecnología obsoleta. La tecnología es como un blanco móvil y necesitás que se estabilice. Por otro lado, hay mucha gente que todavía no sabe cómo utilizarla. Hay que aprender a usarla. El tecnólogo anticipa tiempos que son tiempos tecnológicos, pero tenés la tecnología desarrollada y aún así la gente no la usa porque le cuesta adoptarla, entrenarse en el uso de esa tecnología. —¿Cree que eso va demorar la inserción en aquellas empresas donde los que toman decisiones se resisten? —Sí. En parte hay barreras culturales del lado de la adopción del usuario corporativo. Puede tener tecnología que reemplace ciertas tareas y aún así que no se ha adoptado porque lo tiene que entender, tiene que amortizar inversiones previas y aprender a usarla. No es simplemente comprar un enlatado, ver cómo puedo hacer para echar gente y tener menores costos. Por otro lado está “la trampa de Turing”, de que el algoritmo o el robot haga lo mismo que un trabajador y más barato. Hay tecnologías que ahorran costos sin aumentar la productividad. Desde el punto de vista de las políticas públicas, se tendrían que desincentivar esas tecnologías porque está creando desempleo sin aumentar el nivel de producto. —¿Qué forma de adopción de tecnología sería ideal? —Lo más promisorio serían tecnologías que sean complementarias con el trabajador humano. Para eso se tiene que cambiar el concepto de educación y formación porque hay que entrenar al trabajador humano para hacer tareas que sean complementarias a la tecnología, en vez de estar compitiendo porque estamos condenados a perder. Educación y salida laboral —Hablando de educación, ¿qué desafío presenta hoy la escuela secundaria y las universidades para promover una salida laboral? —El secundario, salvo en algunos casos, nunca estuvo pensado para ser una salida laboral. El sistema de objetivo argentino está pensado con una autopista que se inicia en el kindergarten, sigue en la primaria y termina en la universidad. Los que quedan en el medio no tienen muy claro cuáles son las colectoras a través de las cuales acceden el mercado laboral. Si me preguntás cuáles, son la formación profesional, la educación dual, la educación técnica, son cursos y carreras más cortas. Pero eso no está desarrollado, es como el patito feo de la educación. Nuestra educación ya viene con deudas del pasado y ahora se enfrenta a un futuro que la interpela aún más. Mi impresión es que la educación tiene que cambiar de cuajo, pero no porque no tengas que aprenderte los capitales del mundo… —Tiene que estar más vinculada al mundo productivo y la economía real. —Tenés que vincularla el mundo productivo, algo que desde siempre. Pero aparte, más allá de los conocimientos fácticos de datos que te sirven para aprender, memorizar, juzgar o razonar, tenés que posiblemente reorientar la educación hacia los aspectos del conocimiento que son menos documentados, más experienciales, más prácticos, que son los que complementan, por ejemplo, los modelos del lenguaje que regurgitan y recombinan conocimiento documentado. Hay un espacio para repensar la educación de cuajo, de manera muy básica, orientándola hacia aquellos aspectos que van desde cuestiones asociadas a la empatía y al roce personal, hasta cuestiones asociadas a la intuición, algo que (Daniel) Kahneman llamó el Sistema B, cosas que sabés hacer aunque no sabrías cómo describirlas. No están documentadas y no pueden ser aprendidas rápidamente por un algoritmo. Es una revolución educativa que veo muy lejana. No veo el sistema educativo sintonizado con esta necesidad y la verdad es que cuanto más tiempo perdamos, mayor será el costo en términos de participación del trabajo en el producto y en términos de distribución. —¿Cómo se hace en el país para promover mayor desarrollo y empleo si la educación va por un lado, la tecnología a otra velocidad y las políticas industriales por otro carril en relación a la demanda laboral? —Lo que se ve en los últimos 10 o 15 años es una precarización creciente del mundo laboral, es decir, no creamos buenos trabajos, que estén bien remunerados, estables con beneficios. El porcentaje del trabajo en blanco de la fuerza laboral va cayendo y aumenta el trabajo independiente, el no registrado, el precario. Si recortás trabajadores redundantes en el sector privado o cerrás empresas que no pueden competir con el exterior, vas a tener más trabajo precario. ¿De dónde van a venir los buenos trabajos? ¿De los sectores intensivos en capital basados en recursos naturales? Generan empleos, pero no tantos como los del mundo industrial. Tiene que venir del sector servicios, de la economía del conocimiento, de las cosas que están tratando de generar en el Mirador Tec y para eso necesitás un grado de políticas públicas, no para crear una empresa pública o repartir subsidios con dinero que no tenés, pero sí de ir acompañando con bienes públicos, con posibilidades de financiamiento para empresas que se instalarán aquí, que elaboran capital humano. Por ahí yo tendría más esperanzas. Si lo único que hacés es decirle al mercado “yo estabilizo y ustedes arréglense”, muy probablemente sigas con el proceso de precarización. Políticas públicas —Justamente, esa política macro es la que promueve el Presidente Javier Milei. ¿Considera necesario definir hoy una política pública industrial y de servicios que impulse el empleo? —Creo que hay que repensarla porque tampoco es cuestión de volver con la nostalgia desarrollista a los años sesenta que, por otro lado, duró 10 años y después fracasó. Los sectores industriales no son los que te van a dar trabajo porque pierden participación en el empleo porque se automatizan más rápido. Tenés que pensar qué sectores y actividades son viables sin subsidio permanente y que puedan generar empleo de calidad. Eso es política pública. Tenés que formar a la gente para esas actividades. No tenemos hoy un sistema de formación laboral continua. El tipo que está trabajando en una empresa de un sector que perdió dinamismo y que está despidiendo trabajo, que estuvo 20 años en una empresa manufacturera, alguien la tiene que re-entrenar. El trabajador es el mismo, pero las habilidades no son perfectamente transferibles. Lo tenés que ayudar con educación que es un bien público. —¿Pero considera necesaria algún tipo de política que estimule la producción? —Habría que redefinirla, pero sí en algún nivel porque tampoco es industrial. Más bien son sectores de servicios. La industria, como lo entendemos, generalmente es la manufactura. Pero algún nivel de orientación y de acción de política pública, sí es necesaria. Hoy está muy indiscutido eso en Argentina y no hay mucho consenso. Es sorprendente porque aún en países como Estados Unidos, típicamente muy liberal y prescindente, en los últimos 10 años, Biden o Trump a sus maneras, son fuertemente intervencionistas. —Argentina pareciera ir a contramano de las políticas productivas y comerciales que ejecutan las grandes potencias. —En los gobiernos peronistas / kirchneristas tuvimos la nostalgia de la sustitución de importaciones de los años 60, que es un error. Y ahora tenemos esta visión de realismo mágico en donde se cree que si le sacás el pie de encima al sector privado, se arregla. Es también un error porque básicamente no hay ninguna evidencia de que eso vaya a paliar los déficits de formación, de calidad de trabajo, de productividad, que tiene Argentina y la región latinoamericana. Hay algo en el medio que hay que empezar a gestar, como los esfuerzos del Mirador Tec. Hay que festejar resultados, no anuncios, pero la dirección en la cual apunta este tipo de emprendimientos está en la dirección correcta de pensar una manera de generar políticas públicas que no sean intervencionistas, ni que ahogue al sector privado, pero sí que de alguna forma lo acompañe. —Refiere que es necesario un equilibrio entre el intervencionismo y el “realismo mágico”… —Es difícil pensar en ese balance, pero sí necesitamos un balance para no quedar con otros 10 años más sin crecer. Hace muchos años que no crecemos. De hecho, nuestro producto per cápita viene cayendo. Tenemos que revertir eso cuanto antes.
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