25/05/2025 10:38
25/05/2025 10:38
25/05/2025 10:38
25/05/2025 10:38
25/05/2025 10:37
25/05/2025 10:37
25/05/2025 10:37
25/05/2025 10:37
25/05/2025 10:36
25/05/2025 10:36
» Diario Cordoba
Fecha: 25/05/2025 06:46
Córdoba acogió ayer a su nuevo obispo, Jesús Fernández González, con la solemnidad de una toma de posesión, y a la par, con la sencillez evangélica del pastor que se dirige y abraza a su pueblo con intensa emoción y fraternal afecto. La ceremonia se inició con la salida de la comitiva que acompañaba al nuevo obispo, desde el Seminario hacia la Catedral, siguiendo el orden de los actos que tienen lugar en la toma de posesión, tanto en la Puerta del Perdón, como en la Eucaristía, celebrada en el altar mayor de la Catedral. Por encima del rito, con su simbolismo y su significado, -presentación del nuevo obispo, juramento de fidelidad, palabras de Demetrio Fernández, saludos de una representación de la diócesis al nuevo prelado, presentación de la Letras Apostólicas, entrega de la Cátedra al nuevo obispo, tomando asiento, y con esta acción, posesión de la Catedral de la Diócesis-, brilla el resplandor de una misión que el propio Jesús Fernández ha puesto tambien de relieve en sus palabras, publicadas en nuestro periódico: «El proyecto de un obispo o de un pastor es siempre hacer vida el Evangelio, experimentarla, ayudar, siendo puente, ayudar al otro a percibir la presencia de Dios y el seguimiento de Jesucristo». Asimismo, nuestro nuevo obispo ha subrayado con fuerza que «los primeros momentos de su pontificado han de ser, y quiero que sean, la escucha. La escucha del Señor, de su Palabra, que es guía para nosotros, es luz para nuestros pasos, y la escucha del pueblo santo de Dios para ver sus inquietudes, sus dificultades, y responder desde la Palabra de Dios a ese anhelo, a esos sueños». Asimismo, ha puesto también de relieve que «predicando la palabra, celebrando los sacramentos, guiando, intentando unir a toda la comunidad eclesial, lograremos hacerla misionera». Ante estos primeros mensajes del nuevo obispo de Córdoba, me vienen a la memoria unas palabras de Benedicto XVI, de santa memoria, cuando señaló en enero del año 2013, en la basílica de san Pedro, las cinco cualidades que debían tener los obispos, entre ellas, la primera, que «el obispo debe ser un hombre para los demás, y lo será verdaderamente si es un hombre conquistado por Dios. Un obispo ha de estar poseído por la inquietud de Dios por los hombres, diciendo, pensando y sintiendo junto a Dios. Ha de llevar a Dios sus dificultades y las de los demás, así como sus alegrías y las de los otros». El nuevo obispo, monseñor Jesús Fernández en sus declaraciones a nuestro periódico, hace unos dias, manifestaba que «la acogida ha sido espléndida, abriéndose desde el primer momento las puertas». Ciertamente, la ciudad de Córdoba escribe su nombre con letras de oro en el libro de la Historia Universal, donde ha sido tres veces capital: Capital de la Bética romana, una de las provincias más romanizadas del Imperio; capital del Califato Omeya en el siglo X; y capital de la frontera cristiana durante los dos últimos siglos y medio de la Reconquista. Todo esto ha dejado en los cordobeses un hondo «poso cultural» en su carácter y tradiciones, una rica lista de personajes ilustres aquí nacidos o que dejaron en Córdoba su huella, como Julio César, Séneca, Osio, Averroes, Maimónides, san Fernando, el Gran Capitán, Góngora… Y un sobresaliente patrimonio cultural de todos los periodos artísticos e históricos. Por eso, la UNESCO reconoce a Córdoba como la ciudad con más titulos de Patrimonio Mundial: Mezquita-Catedral, Casco Histórico, Fiesta de los Patios y Medina Azahara. De todos, sobresale la Mezquita-Catedral, un monumento único a la fe, comenzada a construirse en el siglo VIII a partir de una iglesia cristiana anterior, y que se conservó y engrandeció tras la reconquista cristiana de 1236, con estilos gótico, renacentista y barroco. La Catedral de Córdoba, espléndida, con más de mil columnas y su legado de siglos conservado y abierto al mundo, proclama la fe cristiana de esta ciudad que, después de Roma, es la que más mártires ha aportado a la Iglesia. «Bienvenido a Córdoba, señor obispo, como padre y pastor. Córdoba le recibe con ilusión esperanzada». Y en su honor, los versos de Leopoldo Panero, en el poema que dedicara a la Catedral de Astorga: «Al abrirse tus puertas llega suave / la oscura certidumbre a toda alma...». *Sacerdote y periodista
Ver noticia original