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  • Vamos a Nicea a reanimar la esperanza

    Gualeguay » Debate Pregon

    Fecha: 24/05/2025 19:54

    Este viaje, con su fuerte dimensión ecuménica, formaba parte de los proyectos previstos antes de la muerte del Papa Francisco y podría haber tenido lugar a finales de este mes. Aunque no había sido anunciado oficialmente, Francisco había expresado su intención de viajar a finales de mayo antes de enfermarse y había invitado al patriarca ecuménico de la Iglesia ortodoxa y arzobispo de Constantinopla, Bartolomé I, a unirse a la visita. Dice el catecismo universal de la Iglesia: El primer Concilio Ecuménico de Nicea, en el año 325, confesó en su Credo que el Hijo de Dios es «engendrado, no creado, "de la misma substancia" que el Padre» y condenó a Arrio que afirmaba que "el Hijo de Dios salió de la nada" y que sería "de una substancia distinta de la del Padre”. A los hombres del siglo XXI nos puede sonar esto como una mera abstracción todo esto, pero, sin embargo, este es un misterio decisivo: si El Hijo no es verdadero Dios y verdadero hombre nada ha cambiado en la vida de la humanidad luego del hecho que dividió la historia es decir el nacimiento de Jesús en Belén del que estamos haciendo memoria en este jubileo del 2025. Es que el Hijo encarnado es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre y como decía el concilio vaticano II “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación”. Quienes peinamos canas hemos visto recrudecer las agresiones a la dignidad humana pero también hemos escuchado y leído a San Juan Pablo II que nos “acompañó” durante nuestra juventud con su preclara enseñanza. Nicea es muy actual porque la encarnación de Jesús, al revelar la dignidad humana, nos llama a vivir con solidaridad y a cuidar de los demás, reconocidos como nuestros hermanos y hermanas. La solidaridad es el principio que nos guía a actuar de manera que respete la dignidad de cada persona. Así de este modo los derechos humanos, que brotan de la dignidad de la naturaleza humana, no dependen de la voluntad de los poderes públicos, sino que son objetivamente verdaderos. Con la realidad de lo profesado en aquel concilio del que en comunión con el papa León haremos memoria hemos de afirmar que en tantos rostros destrozados por la falta de familia y educación, la injusticia, la guerra, el hambre, el destierro, la desorientación y la droga dependencia (amargo fruto del narcotráfico) resplandece el Rostro de Jesús de Nazaret, Hijo del Padre Eterno e Hijo de María Virgen en quien se esclarece plenamente el misterio del cada ser humano que vino, viene y vendrá a este mundo. Cada rostro humano tiene un “reflejo divino” y en Nicea, hace 1700 años, hemos reafirmado la fe en Jesús verdadero Dios de la misma substancia que el Padre Eterno. ¡Viajemos juntos a Nicea con León XIV! ¡La esperanza no defrauda!

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