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  • Haroldo Conti: revolución y libertad

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 24/05/2025 08:14

    Pero a veces, así como hay años enteros de una larga y espesa oscuridad, un minuto de la vida de un hombre es una luz deslumbrante”, así su vida tuvo momentos, mucho más que un minuto, de una radiante incandescencia, y penosamente, un destino de oscuridad, cifrado por los infernales verdugos que desaparecieron su cuerpo, solo su cuerpo, porque el que está en un libro, y en maravillosas páginas, como sus cuentos y novelas, donde viven los personajes que viven, y donde vive Haroldo Conti, los que están en los libros, recrean la vida y vencen la muerte, cada vez que alguien los abre, para siempre. Haroldo aprendió a contar historias de su padre que era tendero, vendedor, viajante y siempre enhebraba relatos y anécdotas en la estrategia de venta, allá por los campos verdes y plenos de promesas, de su Chacabuco natal. Su madre lo puso en un Seminario donde aprendió el latín que enseñó toda la vida y en el aburrimiento de los domingos sacerdotales, inventaba historias con títeres para saciar la sed de su imaginación creadora. Esas son las fuentes de la pulsión escritora, y no fue cura, pero fue escritor, piloto de avión, navegante, docente de escuelas, periodista y constructor de barcos, y de historias y de sueños, entre tantos otros oficios terrestres. Sus relatos de alta literatura tienen un contenido ideológico que se teje con la belleza de personajes e historias extraordinarias, como la “Balada del álamo carolina”, donde el hombre es árbol, naturaleza plena, solidaria, amorosa, comunicación fértil de la vida, de su vida, con la vida de los otros, que crecen juntos, metáfora de anhelos de un hombre, sensible con la vida, en un mundo de destrucción y de muerte. Bellísimo cuento, como todos los de Haroldo, de gente sencilla, de historias en las que la fantasía se introduce de repente en la vida simple y profunda al mismo tiempo, del pueblo y del Delta, esos personajes que lo fascinaron y que subió de ese modo a la barca de sus sueños. Haroldo Conti fue un escritor consagrado en el arte literario y a su vez consciente y comprometido con su tiempo, con la lucha contra las injusticias y las desigualdades sociales. Tan libre, consciente y revolucionario, que rechaza con una dignidad inigualable, luminosa, la beca Guggenheim con la que el Imperio compraba las almas y las consciencias, y así responde en una carta memorable a la fundación: “…deseo dejar en claro que mis convicciones ideológicas me impiden postularme para un beneficio que, con o sin intención expresa, resulta cuanto más no sea por fatalidad del sistema, una de las formas más sutiles de la penetración cultural del imperialismo norteamericano en América latina… los antagonismos de ese imperialismo y nuestros pueblos son profundos y violentos en todos los frentes, incluidos, por supuesto el de la lucha cultural…esto impone la claridad y la coherencia como deberes ineludibles del intelectual latinoamericano …no soy un hombre de fortuna, como tampoco lo son la mayoría de mis compañeros, porque en Latinoamérica ser escritor es casi sinónimo de ser pobre, pero me parece inaceptable postularme para un beneficio que proviene de un sistema al que crítico y combato…”, dice en algunos fragmentos de un testimonio extraordinario de una contundente claridad política, libertad de consciencia y militancia revolucionaria. En 1975 la triple A pone en sus listas negras su novela “Mascaró, cazador americano”, en un paradójico y siniestro informe que, a la par que la tacha de subversiva, rebosa en admiración por su belleza. Ese informe de la Side, la decisión de no irse del país como le aconsejaron sus compañeros, a pesar de saber del golpe y sus consecuencias, como lo dejó en claro en una carta a Retamar” (“…Me acaba de informar, un amigo militar, que se espera un golpe sangriento para marzo. Inclusive los servicios de inteligencia calculan una cuota de 30.000 muertos…”), aun así, con sus convicciones y sueños revolucionarios, fue fiel a sus ideas, aquellas sintetizadas en una frase pegada en su máquina de escribir: “Este es mi lugar de combate y de aquí no me moverán”, fueron los motivos de su secuestro, tortura y desaparición, en la más oscura madrugada, en la noche más amarga de la Patria, un 5 de mayo de 1976. Con toda la admiración que su vida y su obra me inspiran, escribí estas palabras para Haroldo: PALABRAS PARA HAROLDO Tu vocación de contar nace de la semilla Fértil De un tendero que contaba historias Entre las voces profundas de los campos Amarillos de Chacabuco y los títeres trascendentes del seminario entre árboles y curas te hiciste dueño de las palabras la vida es un borrador y la escritura un cuerpo Palabras padre, palabras títeres, palabras Naturaleza espesa y misteriosa palabras que evocan ausentes, que los traen del olvido para decir que vos sos los que faltan, y pasar de nuevo por el corazón es decir recordar, para juntar los amigos entrañables para dedicarles historias a la tía Haydee, para que Nunca se muera Para que siempre viva en algún libro de una biblioteca Para encarnar, en tu compromiso con ellos, Personajes profundos, sencillos del pueblo sufrido de los puertos y las embarcaciones para escribir sus vidas, sus ríos, sus vientos, sus raíces y para inscribir los signos de tu metejón Con el delta para revolucionar injusticias con circos Insurgentes y libres para rechazar las becas del Imperio y Bufarlos de frente con un desprecio digno, dignísimo e indignado Para amar tanto Latinoamérica libre y quedarte Sabiéndote treinta mil, endureciéndote che sin perder la ternura, clavado en la cruz, Por el prójimo En tu puesto de combate del que no te Ibas a mover, del que no te moviste Armado hasta los dientes de teclas Papeles, palabras, sueños de justicia ese es el lugar de lucha en el que estas, en el que aun Dicen que muerto, Seguirás por siempre en la memoria, vivo, Eterno Porque el que está en un libro, en una biblioteca Haroldo Como la tía Haydee, nunca se muere, Existe para siempre

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