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  • María del Mar Ramón: “Leer es ir contra la tiranía de nuestra dispersión”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 24/05/2025 06:47

    María del Mar Ramón: “Tenemos que aferrarnos a la lectura como ejercicio, ya no solo intelectual, sino anticapitalista” (Foto: Victoria Holguin) María del Mar Ramón nació en Bogotá, Colombia, en 1992, pero ya es argentina por adopción: lleva varios años viviendo acá, participando de la conversación pública, de las discusiones culturales y políticas nacionales. Escribió las novelas Todo muere salvo el mar (Seix Barral, 2023) y La Manada (Planeta, 2022), y los ensayos Coger y comer sin culpa: el placer es feminista (Planeta, 2019; U-Tópicas, 2024). En 2024 lanzó el podcast Los guardianes de la espada, elegido por la Fundación Gabo como uno de los diez mejores trabajos sonoros del año. Acaba de publicar su nueva novela por el sello Concreto. Se titula La memoria es un animal esquivo. Durante 300 páginas cuenta la vida de Juan Francisco, un artista de 70 años, que decide regresar. ¿A dónde? Al origen, a la infancia, a la casa familiar. "La memoria es un animal esquivo explora, con una prosa exacta, las relaciones familiares y el modo en que construimos una ficción de nosotros mismos que no siempre corresponde con la realidad", dijo Daniel Saldaña París, mientras Claudia Piñeiro que en esta obra María del Mar Ramón “nos regala una historia llena de matices, porque esta familia, como dijo Tolstói, es infeliz a su manera". Esta es la conversación que mantuvo con Infobae Cultura "La memoria es un animal esquivo" (Concreto) de María del Mar Ramón —¿Cómo surgió la idea de “La memoria es un animal esquivo”? ¿Cómo fue el proceso de escritura? —Creo que surgió al pensar en un conflicto de hermanos, de observar con mucha atención y curiosidad la historia de dos hermanos. Yo venía muy obsesionada con el tema, revisitando un poco Caín y Abel. Y me interesaba mucho que el conflicto que se abordara en esta novela fuera de la familia, que ese fuera el trauma. Y a partir de ahí tenía una imagen muy recurrente, que es con la que empieza la novela: un hombre volviendo a su casa de la infancia¿ y que la naturaleza esté apropiándose de esa casa. Cómo la naturaleza no demuele los espacios, sino que los integra, y cómo vivimos manteniendo al margen la naturaleza todo el tiempo. Para este hombre grande que vuelve a su casa de la infancia, la casa es una herida muy fijada en su memoria y en su recuerdo: una materia de conflicto constante por los distintos recuerdos que tienen él y sus hermanos. Ahí se fue construyendo el personaje, que es un artista. Yo quería también abordar algunas cosas sobre el mundo, no específicamente del arte, sino la literatura, y cómo el arte tiene que ver con la creatividad y con el ego. Pero es un hombre ya grande, con una carrera y que no tiene tiempo. Me interesaba la vejez en relación a la familia, en relación al trauma. Como en mis otras dos novelas, está esa exploración del universo masculino y del universo de la afectividad masculina. El proceso fue muy extenuante porque, como era una novela sobre la memoria, era necesario que estuviera en primera persona, porque el recuerdo es algo muy subjetivo. Eso fue para mí un desafío, porque mis otras dos novelas habían sido en tercera persona y nunca había escrito ficción en primera. Fue muy desafiante, pero muy gratificante. Es la novela en la que más he trabajado, la que más trabajo me costó. No me fue un proceso sencillo, pero eso también fue muy emocionante; la literatura no tiene que ser algo fácil. Se trata de arrojarse a hacer algo distinto, a construir un punto de vista diferente, a experimentar. Es un territorio lúdico de trabajo, es algo que es súper valioso para mí. La lectura, asegura María del Mar Ramón, es “ir contra el mandato y la tiranía de nuestra dispersión” (Foto: Victoria Holguin) —¿Cuándo empezaste a leer, con qué libros? ¿Y a escribir? —Es complicado responder sin clichés. Escribí toda la vida, es una constante que me ha acompañado. Pero publico activamente desde hace ocho años y es un proceso distinto y es una relación distinta con el oficio. Para mí la escritura es un oficio y es un trabajo extenso. Me gusta trabajar en novelas, es lo que me he dedicado a publicar los últimos cinco años. Eso hace que mi relación con el tiempo de trabajo y con el tiempo de la escritura sea distinto, esté muy supeditado a lo que a lo que estoy trabajando. Ahora tengo otros proyectos vinculados a la escritura, aunque no necesariamente de publicación de libros. Me gusta mucho la consideración de la escritura como un oficio, porque lo es y porque es algo que se hace con el cuerpo, no es esta idea de las tareas intelectuales elevadas, sino que requiere trabajo corporal. A mí me gusta la ficción y me gusta la novela. Y como dice Betina González, los y las novelistas mejoramos con el tiempo y con el trabajo. No son cosas de chispazos, de inspiración. Creo que en esas primeras lecturas fundacionales estaba Andrés Caicedo. Yo estuve muy obsesionada con este autor colombiano de Cali que inauguró un grupo de cineastas, críticos y escritores que se llamaba El Grupo de Cali en los setentas. Lo recuerdo como algo muy fundacional, más que García Márquez, con quien me encontré ya mayor, algo que también me parece muy interesante. Colombia también tiene grandes autoras: una gran poeta contemporánea que se llama Andrea Cote, también Piedad Bonnett, hay muchas. Leo mucha narrativa, pero también leo algo de ensayo. Ahora estoy tratando de leer un poquito más de cuentos: me gustan mucho los últimos cuentos de Magalí Etchebarne, también los de Bolaño. Siento que tenemos que esforzarnos y aferrarnos muchísimo más a la lectura como un ejercicio, ya no solo intelectual, sino anticapitalista, que también va contra la norma de estos tiempos, que necesita nuestra atención en tantas partes. El acto de leer cada vez se está volviendo más fundamental e imprescindible para construir subjetividades interesantes, pero también para ir contra el mandato y la tiranía de nuestra dispersión, y recuperar nuestra capacidad de atención. —Naciste en Bogotá pero hace unos años vivís en Buenos Aires, ¿qué te trajo hasta acá, por qué te instalaste definitivamente en Argentina? ¿Cambió tu forma de leer y escribir el cambio de paisaje cotidiano? —Yo creo que Argentina ha influido totalmente en mi literatura. Yo empecé a publicar en Argentina y ese trabajo con el lenguaje para mí ha sido muy determinante. Alguna vez dijo Margarita García Robayo, otra autora colombiana que vive acá hace muchos años, que Argentina te habilita la posibilidad de ser escritor y escritora. Hay talleres de literatura, muchos espacios para editar, lecturas todo el tiempo sucediendo, muchas más editoriales, una circulación de libros independientes muy distinta y muy fértil. Hay algo que parece más cercano que en otros lugares. Siento que eso determina y determina muchísimo todo mi trabajo y mi posibilidad de acceder a ciertas lecturas, de tener ciertas conversaciones y ciertas interlocuciones. Y también algo con el lenguaje que a mí me ha parecido muy fascinante. Después de estos cuatro libros publicados, esta última novela es mi novela más colombiana, en la que Colombia es una un actor importante, digámoslo de esa forma. Pero a pesar de eso, y a pesar de que yo he trabajado en la radio de Argentina, y participo activamente de una conversación muy argentina, en mis novelas se me presenta Colombia de una manera muy involuntaria, de la que no tengo otra opción más que rendirme. Hay algo de ser migrante y del trabajo con la lengua, de incorporar otras palabras, de tener un acento distinto, un acento bastardo. Hay algo de ese enriquecimiento de la lengua que también ha sido muy fundamental, incluso para pensar mi propio acento colombiano o para pensar mi propia tierra. María del Mar Ramón (Foto: Victoria Holguin) —¿Qué tiene la literatura que otras disciplinas y otras actividades no tiene? —Es difícil, porque lo que tiene la literatura, y sin menospreciar otros oficios que no conozco tan a profundidad, es una gran cuota de misterio. Hay algo misterioso en el hecho de que al escribir suceda algo distinto que al hablar. El lenguaje también tiene cosas misteriosas. Entregarse a ese misterio, trabajar para que ese misterio suceda, tener disciplina, tener rigor, someterse a ese misterio, dejarse invadir por ese misterio. La escritura es un estado del cuerpo, pues es algo absolutamente maravilloso y desconcertante como cualquier misterio.

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