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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 24/05/2025 06:38
AFP 163 Son muy numerosos y variados los balances que se hacen sobre el pensamiento y la acción desarrollada por el papa Francisco a lo largo de su ministerio. Los análisis no provienen solamente de ámbitos eclesiales o teológicos, sino que sus intervenciones, especialmente las referidas más directamente a cuestiones sociales y éticas, fueron parte de la conversación global desde el comienzo de su pontificado. En ese escenario sobresale particularmente el aporte de la carta encíclica Laudato Si publicada por Francisco el 24 de mayo de 2015. Si nos ubicamos en una mirada de larga duración, una situación similar –nos dicen las crónicas– se creó cuando con la encíclica Laborem Exercens León XIII dio a conocer su posicionamiento sobre la cuestión social a finales del siglo XIX, o cuando Pablo VI publicó, a mediados del siglo XX, la Populorum Progressio. A esas cumbres se agrega la Laudato Si que, en lo que va del siglo XXI y seguramente por mucho tiempo más, es la carta magna actual del pensamiento social cristiano. León XIII se manifestó en medio del enfrentamiento social entendido habitualmente como lucha de clases, intentando terciar en el dilema entre libertad e igualdad. Pablo VI lo hizo con el trasfondo de la contraposición Este-Oeste, indicando que la cuestión social no es sólo el conflicto entre clases sociales, sino que había adquirido una dimensión planetaria, y advirtiendo que “los pueblos pobres permanecen siempre pobres y los ricos se hacen cada vez más ricos”. Al mismo tiempo, en forma precursora propuso abandonar la noción de desarrollo como mero crecimiento económico adoptando una visión más compleja, expresada con el concepto de “desarrollo integral” que adelanta lo que luego se llamará desarrollo inclusivo, en oposición a enfoques unilateralmente tecnocráticos, neomalthusianos y hasta eugenésicos. Francisco, refiriéndose a estas perspectivas, las calificó como propias de una mentalidad propicia a considerar a personas y sectores poblacionales como desechables o descartables. Este adjetivo integral será de ahí en más la marca distintiva de la concepción católica del desarrollo y que Francisco retoma para proponer una “ecología integral”. Desarrollo humano, sostenible e integral En Laudato Si, Francisco ofrece sus reflexiones en medio de la agudización de las contradicciones de la globalización, ahora en un mundo policéntrico, con efectos alarmantes ya de escala planetaria tanto en lo físico-ambiental como en lo social-humano. De este modo, la carta de Francisco expresa “la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral”. Tal cual se observa, Francisco asume el concepto integral pero ahora también lo vincula a la ecología. De este modo, Laudato Si es sintéticamente la propuesta de una “ecología integral”, es decir una ecología ambiental, económica, social, cultural y de la vida cotidiana. Inauguración de la escuela 'Laudato Si' en Roma, en mayo de 2022 (REUTERS/Guglielmo Mangiapane) Podemos observar que esta manera de entender la ecología es muy convergente con la actual doctrina de los derechos humanos, económicos, sociales, culturales y ambientales. En efecto, hoy la legislación internacional sobre derechos humanos incluye no sólo los derechos civiles, o de primera generación vinculados al concepto de libertad, sino también los derechos económicos y sociales, denominados de segunda generación, que se derivan del principio de igualdad, y los derechos de tercera generación y cuarta generación como el derecho a la paz y al desarrollo, y los derechos medioambientales que están enraizados en el principio de solidaridad o fraternidad. Para representar la dimensión integral, tanto del desarrollo como de la ecología, bien se puede aplicar aquí la imagen del poliedro que en diversas oportunidades mencionó Francisco, refiriéndose, por ejemplo, a la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común. En 2017, con motivo del 50º aniversario de la encíclica Populorum Progressio, Francisco indicó que se trata de integrar los diferentes pueblos de la tierra y que no exista esa dramática desigualdad entre ellos, entre el que descarta y el que es descartado. Por otro lado, integrar se refiere a los modelos de integración social que sirvan para que podamos vivir juntos. También se trata de integrar los diferentes sistemas: la economía, las finanzas, el trabajo, la cultura, la vida familiar, la religión. Ninguno es absoluto y ninguno de ellos puede ser excluido. Se trata también de integrar la dimensión individual y la comunitaria, superando tanto la exaltación del individuo como el aplastamiento de la persona. Se trata, por último, de integrar cuerpo y alma, pues “el desarrollo no se reduce a un mero crecimiento económico” ni a tener cada vez más bienes a disposición para un bienestar puramente material. A este nivel de integración superior apunta la Iglesia siguiendo los “gestos de curación, de liberación y de reconciliación que hoy estamos llamados a proponer de nuevo a los muchos heridos al borde del camino”. En cuanto a la noción de sostenibilidad, hace ya décadas que está plenamente incorporada en el ambiente académico, en los organismos internacionales y se ha difundido ampliamente en los diversos ámbitos de la sociedad. Tal es así que la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 2015, propone la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que comprende un conjunto de objetivos, los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible, que la comunidad internacional se propone alcanzar para el año 2030. No cabe duda entonces que la Laudato Si acompaña y entra en sintonía con este consenso alcanzado en la actualidad por la humanidad, sin ignorar las limitaciones y serias observaciones que se le puedan hacer a este tipo de mega-acuerdos. [Mg. Eloy Mella - Universidad del Salvador]
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