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  • La mejor parte del acuerdo entre el Reino Unido y la UE es un sistema para hacer más acuerdos

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 22/05/2025 08:31

    Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y Keir Starmer, primer ministro de Reino Unido. Leon Neal/Pool via REUTERS Tanto partidarios como detractores del acuerdo de esta semana entre el Reino Unido y la Unión Europea han exagerado enormemente sus afirmaciones. Sir Keir Starmer lo calificó de histórico y marcó el inicio de una nueva era. Los opositores del primer ministro lo acusaron de traicionar el Brexit o de eliminarlo por completo. Lo cierto es que el acuerdo, de forma sensata, aunque modesta, reduce algunas de las peores fricciones comerciales introducidas tras la salida del Reino Unido de la UE hace cinco años. Además, añade un nuevo pacto para colaborar en la reconstrucción de las defensas europeas, una tarea urgente dada la agresión rusa y la ambigüedad estadounidense. Pero este “reinicio” no es histórico ni una traición. El Brexit sigue siendo “duro”. Además de la defensa, el acuerdo principal fue que el Reino Unido se alineara con las normas alimentarias de la UE, aliviando así las fricciones que han afectado gravemente a las exportaciones. Vincular los programas de ajuste de emisiones de carbono y electricidad también impulsará el comercio. Un programa de movilidad juvenil debería beneficiar a ambas partes, al igual que la promesa del Reino Unido de considerar la reincorporación al programa de intercambio de estudiantes Erasmus+. Lo mismo ocurre con una cooperación más estrecha en el intercambio de datos a través de la agencia policial Europol. Sir Keir estima que el paquete global podría impulsar la economía británica en unos 9.000 millones de libras (12.000 millones de dólares) en 2040: esto representa tan solo el 0,3 % del PIB, pero para una economía de baja actividad sigue siendo una cifra bienvenida. Al tratarse de una negociación comercial, ambas partes hicieron concesiones. Sir Keir prorrogó el acceso de la UE a las aguas pesqueras británicas durante 12 años más, hasta 2038, lo que indignó a muchos pescadores. Su alineamiento con las regulaciones alimentarias de la UE implica aceptar normas en cuya elaboración Gran Bretaña tiene muy poca participación, y una cierta participación del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Por otro lado, alinearse con las normas alimentarias simplifica el comercio entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Y Gran Bretaña conserva la libertad de cerrar acuerdos comerciales con terceros países, como acaba de hacer con Estados Unidos e India. La afirmación de Kemi Badenoch, líder de los Conservadores, de que esto es una traición es absurda. Sir Keir se ha mantenido fiel a las tres líneas rojas que el Partido Laborista estableció en su programa político el año pasado: sin mercado único, sin unión aduanera y sin libre circulación de personas. De hecho, durante la mayor parte del período posterior a 2016, cuando Gran Bretaña votó a favor de abandonar la UE, esta versión del Brexit se habría considerado “dura”, no “blanda”. A los votantes se les vendió la visión de que la audaz Gran Bretaña post-Brexit sería global y estaría desregulada, al mismo tiempo que establecía sus propias normas para controlar el comercio y la inmigración. Reconocer que este resultado siempre fue una fantasía no es una traición, sino una bienvenida intrusión de la realidad. La Sra. Badenoch también ignora un cambio en la opinión pública. La mayoría de los votantes ahora cree que el voto a favor de la salida fue un error. Una mayoría, incluso en el partido Reform UK de Nigel Farage, está a favor de unas relaciones más estrechas con Bruselas. Lo mismo opinan la mayoría de los grupos empresariales. Los líderes de la UE parecen satisfechos no porque crean haber ganado una batalla, sino porque desean unas relaciones más estrechas con un socio importante. Esto es especialmente evidente en el ámbito de la defensa, ya que construir un sistema europeo de seguridad creíble requiere no solo más dinero, sino también la plena participación de una de las potencias militares del continente. Unas relaciones más cálidas también aumentan las posibilidades de nuevas mejoras en el acuerdo del Brexit. ¿Qué sigue? El acuerdo de esta semana es en realidad una hoja de ruta hacia un acuerdo: nos esperan años de negociaciones. Quizás su mejor característica fue establecer un sistema de cumbres anuales, con grupos de trabajo que implementarían los futuros acuerdos. Este marco podría incluso llevar a una reevaluación de las líneas rojas de Sir Keir. Un futuro gobierno podría tener el mandato de negociar la soberanía a cambio de la pertenencia a la unión aduanera. El camino hacia una relación más estrecha ya está definido. Otros países europeos que no son miembros de la UE siguen un camino similar. Noruega está iniciando un nuevo debate sobre su incorporación al club. Suiza lleva más de 30 años negociando cada detalle de su relación. El Reino Unido tras el Brexit también debe acostumbrarse a eso. © 2025, The Economist Newspaper Limited. All rights reserved.

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