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» Diario Cordoba
Fecha: 20/05/2025 04:10
A veces ocurre que en lugares insospechados la pasión de unos cuantos consigue derribar muros hasta crear algo colectivo. Pozoblanco no es cuna del flamenco, ni está, geográficamente hablando, cerca de los grandes núcleos donde esta tipología artística encuentra sus raíces. No lo estaba, al menos, hace cincuenta años, cuando la tecnología no era capaz de salvar esas distancias, y no hablamos solo de la separación geográfica. En mayo de 1975, hace medio siglo, el Gobierno Civil de Córdoba resolvió favorablemente la inscripción de la peña flamenca Agustín Fernández de Pozoblanco en el registro provincial de asociaciones, una resolución con la que veía luz la pretensión iniciada un año antes y que estuvo encabezada por Alfonso Cabrera, amante del flamenco y primer presidente de la peña. No fue empresa fácil arrancar la andadura en un contexto político marcado por la dictadura franquista y su falta de libertad, entre otras cuestiones, para la concentración. Hubo que pedir los permisos pertinentes para la primera asamblea general, pero los socios fundadores tenían muy claro su objetivo y no cesaron en el empeño. Los estatutos de la peña que este año cumple medio siglo de historia dejaban claro que los fines perseguidos estaban suscritos a exaltar el folclore andaluz en toda su amplitud. Y dejaban otro detalle, en caso de disolución de la peña, los fondos serían donados al Hospital de Nuestro Padre Jesús Nazareno de la localidad. Limitación de socios No hubo duda tampoco en el nombre porque Agustín Fernández se encontraba en su máximo apogeo gracias al concurso televisivo La gran ocasión y sus vinculaciones con Pozoblanco hicieron el resto. Cabe destacar que por aquel entonces se acordó que el número máximo de socios fuera de cincuenta (en la actualidad ese número se triplica) y que cada uno aportaría cincuenta pesetas mensuales en concepto de cuota. Y así se echó a rodar. Imagen de una de las directivas de la peña flamenca / CÓRDOBA El primer recital de cante jondo no tardó en llegar, en julio de 1975, en el ya desaparecido cine Moderno, y con Agustín Fernández, El Lebrijano, Luis de Córdoba y El Chaparro como figuras del cante acompañadas a la guitarra por Pedro Peña y Juan El Tomate. La peña entabló conversaciones con Jesús Antonio Pulpón para conseguir el caché y la contratación de los artistas. Del cine Moderno se pasó al cine Avenida, para luego volver, pero lejos del escenario elegido. Los carteles de los recitales fueron ganando enteros mientras la vida de la peña seguía su curso, ampliando su presencia en el municipio y renovando sus cargos. Tres años después de su constitución, la peña consigue cerrar un cartel de lujo donde sobresale un nombre, el de Camarón de la Isla, que, aunque aún no estaba en la cima de su carrera, ya dejó constancia de su capacidad de aglutinar a los amantes del flamenco. Luego, en 1983 el artista faltó a la cita por enfermedad, el año en el que Radio Cadena de RTVE iba a retransmitir en directo el Festival de Cante Jondo. La historia de la peña está llena de nombres, pero también de lugares y de actividades. En 1997, la asociación consiguió el impulso que necesitaba, encontrar una sede que dejara a un lado el carácter itinerante de sus reuniones. Ese año, y con Serafín Pedraza como concejal de Cultura, se consiguió que el Ayuntamiento cediera la Casa del Pozo Viejo tras la remodelación de la misma. Desde entonces, en ese inmueble se respira flamenco. Los ‘Viernes flamencos’ La vida de la peña siguió fiel a sus principios, incorporando iniciativas que permitieran responder a su vocación de exaltar el folklore andaluz y a los recitales ya mencionados se sumaron otras actividades como las noches flamencas o uno de los grandes tesoros de la Peña, su escuela. Fue en 1991 cuando nació bajo la dirección de Pedro García Vacas, al que sucedió en el cargo Juan Cruz, sumándose a la nómina de directores Ángel Mata y Rafael Trenas. Una escuela que llegó a germinar formando su propio grupo, ya desaparecido, pero que sigue dando espacio a su alumnado. La artista Pili Acaíñas, primera mujer en ocupar la presidencia de la peña / CÓRDOBA El ciclo de los Viernes flamencos, que arrancó en 1994, completa los ejes fundamentales sobre los que ha pivotado la peña pozoalbense. Un ciclo que perdura, que consigue que el flamenco siga latiendo, que abre su espacio a nombres de renombre, pero también a los más cercanos. Un ciclo que cada año espera su cartel, casi siempre diseñado por el artista local Antonio Arévalo, que llena de embrujo la Casa del Pozo Viejo. Ahí han sonado las voces de artistas locales como Bartolomé López El Arenales, Antonio de Pozoblanco o Pili Acaíñas, la primera mujer presidenta de la peña. Son algunos nombres, aunque la lista es más extensa, en el plano artístico y fuera. La forman todos aquellos que han permitido que la peña flamenca Agustín Fernández cumpla cincuenta años en un estado de forma envidiable. Suscríbete para seguir leyendo
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