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» La Capital
Fecha: 19/05/2025 09:56
El arquitecto, docente e investigador Gabriel Stivala, uno de los mentores del Open House Rosario, analiza el futuro de la ciudad desde el urbanismo “Creo que la vida en los edificios puede ser un valor para entender la ciudad. Hablo de un edificio de otro tiempo, que se fue constituyendo en un espacio más institucional y perdemos ese espacio como posibilitante de vivienda. En la mayoría de los casos son casonas viejas que no se pueden mantener. Tenemos que preguntarnos qué se puede hacer en esos edificios de otra época para constituir la forma de vida actual y que la gente pueda vivir en ellos y quiera vivir en el centro, sin tener que solamente demolerlos” sorprende el arquitecto, docente e investigador rosarino Gabriel Stivala , el mentor del Open House Rosario , durante una entrevista de más de una hora en La Capital. “Siempre está esta discusión de no demoler la ciudad que tenemos, y hay otra discusión sobre el tema de lo que se construye. Entonces se densifica, se construye, pero hay que pensar para quién construimos porque muchos de los que se van son los que vivían acá, que no son de Rosario, entonces el centro empieza a tener esta pérdida de patrimonio de la gente, que no es el patrimonio construido sino el patrimonio social. Y este es uno de los objetivos del festival (Open House): reconocer lo que tenemos para valorarlo. Son cosas muy lindas para pensarlas” abunda Stivala sobre el encuentro de arquitectura que durante dos días abre casas privadas y edificios públicos en más de 50 ciudades del mundo. -¿Uno de los desafíos es recuperar el espíritu comunitario de los vínculos en la vida de los barrios? -Sí, ese es uno, pero también en el centro, que siempre fue muy comercial, pero antes también vivían las familias, algo que no pasa ahora. Entonces perdemos la vida de la ciudad a la noche. Siempre digo esto, que es una locura: ¿Por qué Córdoba no deja de ser peatonal y vuelve a ser vehicular? Que a la noche se cierre y se haga peatonal, entonces va a permitir que tenga más bares y que la gente pueda venir con el auto y estacionar ahí. “La Noche de las peatonales” fue impulso interesante, esto de traer la gente al centro nuevamente para reconstruir la vida en el centro de la ciudad es reimportante, así como la de los barrios, pero reconocer al centro como un barrio de la ciudad y para poder tener esa idea de querer vivir acá. -¿Estos edificios antiguos pueden ser viviendas? -Creo que tienen que convivir las dos cosas: construir los edificios, densificar, y también saber reutilizar lo que tenemos. Siempre doy el ejemplo de lo que aprendí en Barcelona, de lo que he leído y me acuerdo que mi abuela Carmen un día arroz y al día siguiente hacía torrejas. Toda esta cosa del refrito, de reutilizar lo que tenemos para poder seguir viviendo, y no pensar que eso dejó de tener posibilidades, que como es viejo no sirve, o no puede ser vivienda. Esta cosa de poder reutilizar lo que tenemos y ponerlo en valor en algunos aspectos es importante, como poder reutilizar lo que hemos comido. -¿Cuánto influyó Aníbal Moliné en tu carrera? -Entendí la arquitectura con Aníbal Moliné, quien hasta el día de hoy es docente, y trabajo con él. Es una persona a la que quiero mucho, soy de una generación posterior, pero soy muy amigo, es un maestro, lo conocí como persona y me cambió en muchos aspectos de la vida con respecto a la arquitectura. -¿Por qué Moliné te cambió la visión? -Porque Aníbal ha sido un tipo muy racional en su forma de formar a la gente. El viene del palo de los modernos, pero con una visión humana de los países nórdicos, como la de Albar Aalto y esos autores, que ven la arquitectura de otra manera, no tan racional: no hay sólo aspectos funcionales sino que también hay una vida dentro de eso. El me hizo ver la arquitectura desde otro lugar y eso hasta el día de hoy construí una relación muy linda con él. Y él le entregó mucho a la docencia, entregó mucho, y yo soy docente hasta hoy y eso es una vocación que me inculcaron él y mis padres, por eso sigo a estas personas. -¿Es una mirada más sensible? -Es más sensible. Y esa sensibilidad a lo mejor uno no la veía durante el proceso universitario, pero cuando lo conocí como persona vi que es un tipo muy humano. Yo he logrado con él mucho reconocimiento: me convocó para que estuviera entre las generaciones que él había formado en la UNR. Aníbal era director de la delegación local de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Facutad Católica de Santa Fe y me ofrecieron ser el delegado (director local). Y lo primero que hice fue llamarlo porque sentía que le estaba sacando el lugar. Aníbal había dejado de trabajar en la UNR porque se había jubilado, pero acá lo habían tomado como docente emérito. Para mí era un tema porque me parecía que podía desaparecer su docencia en la profesión, pero después aprendí que hay situaciones y tiempos para cada uno y que él podía ser un asesor en mi gestión, y hasta el día de hoy me acompaña en muchos aspectos. Hablamos mucho, lo invito a dar clases, estamos en un proyecto de investigación conjunto: él trabaja en edificios de baja altura en Rosario y yo en edificios de altura en Rosario. Ya sacó dos libros sobre esto. -¿Están trabajando en otro libro? -Sí, en “Protagonistas del cambio”. En realidad es un libro en el que estaba trabajando Aníbal con Di Gregorio, otro arquitecto rosarino, pero cuando falleció Di Gregorio quedó vacío ese proyecto de investigación y Aníbal me invitó a participar. -¿Quiénes son esos protagonistas del cambio? -El libro habla mucho de la ciudad desde sus inicios y habla mucho de la vivienda, pero no la vivienda aislada sino en un conjunto como el conventillo, la casa de pasillo y hasta el día de hoy, que son viviendas de baja altura, desde planta baja hasta tres pisos. Y nosotros estamos trabajando en paralelo con edificios de altura, que empiezan a aparecer con el Palacio Fuentes y el Cabanellas, iniciamos el trabajo desde ahí hasta la actualidad. El habla que la ciudad es como el coral, que es la parte baja de la ciudad, y después surgen los edificios en altura. Habla de la vivienda como el tejido de la ciudad y el punto inicial donde vivimos, más allá de que también están los edificios. -¿Moliné toma la idea de la vivienda como coral en el sentido de las barreras coralinas? -Exacto. Tiene que ver con esas barreras en el agua. -¿Moliné define a la vivienda como el centro de la arquitectura? -Claro. En los dos proyectos de investigación él toma a la vivienda como el centro de la ciudad, más allá de que después hablamos de los edificios más característicos. El explica que la vivienda en un momento fue un coral y un coro, después empezó a identificarse con los edificios como un Palacio Fuentes, que es una locura como edificio, y el Cabanellas, que en la época cuando aparecieron fueron muy significativos y quienes los hacían realmente tenían una perspectiva de construir edificios con diseño, con carácter, con mucha impronta de la ciudad desde el punto de vista del progreso. -¿Si la casa es el coral, qué es el edificio? -El anuncia a ambos como protagonistas: la casa es una y el edificio es otro. Moliné y Di Gregorio hablan de ambos como elementos emergentes importantes en la ciudad dentro de ese coral o coro. Y empiezan a hablar del edificio de rentas, que es el edificio de altura, que viene a romper la llanura, rompe con la ciudad chata. gabriel 2.jpeg Sebastián Suárez Meccia / La Capital -¿Arquitecto, docente o investigador, cómo te definirías? -Como un curioso. Siempre se dice que “el que mucho abarca poco aprieta”, pero creo que la vida es una, y más con lo que he vivido con la muerte de mi vieja tengo esa cosa de hacer lo máximo que se pueda. Ella era joven cuando murió, tenía 68 años, cuando yo empezaba con la primera edición del Open, hace ocho años. -¿Te sentís un alumno aventajado de Moliné? -No sé. Te cuento algo que me ha pasado: yo dejé un año la carrera de arquitectura. Terminé la Técnica 5 y junto con arquitectura hice paralelamente la carrera de técnico vial, que era algo totalmente diferente. Entré a la Universidad en 2003, después de 2001, en un momento muy bravo porque no había laburo, y en mi casa ser técnico vial era laboralmente importante. Siempre había un temor, mis viejos siempre me inculcaban esto de que “vos tenés que vivir de algo” y la carrera era cara. Hice dos años de arquitectura, en el segundo empiezo con la cátedra proyectual de Aníbal Moliné y sentí que no estaba dando todo. Había terminado la otra carrera, pero sentía que no estaba todavía muy a gusto con la carrera y me preguntaba si estaba haciendo lo que quería. Así que me fui un año, siempre con la ilusión de volver, y fue así: me fui un año y volví. Quería rendir durante ese año, pero en realidad estudiar arquitectura trabajando como técnico vial era imposible porque viví en Firmat, en Rafaela, en Elortondo, vivía por cualquier lado. Así que me di cuenta de eso, volví y tuve el privilegio de que mis viejos bancaran esto de poder seguir estudiando. -¿Cómo fue tu vuelta? -Volví con mucha fuerza y cuando volví con mucha fuerza Aníbal me puso a trabajar como docente en un concurso con Sofía Rotman, que también participó del Open House y fue docente mía, y empecé a entrar en el mundo de la arquitectura con una visión que no había visto. Entonces Anibal empezó a empujarme, a pedir cosas y sentí esto de que “más me pedía más te doy”, así que hay empecé a construir un vínculo con él. -¿Fue como hace un aprendiz en los oficios? -Creo que sí porque empecé a aprender de un tipo que venía, te explicaba, te dibujaba y estaba horas. Te rompía la cabeza, se ponía a la par tuya y para mí eso es fantástico: que alguien se ponga a trabajar a la par tuya. En ese momento estaba muy dedicado a lo académico, así como antes estuvo dedicado a la construcción de la ciudad, con Aricana, con (el arquitecto) Hilarión (Hernández Larguía) y todas sus otras obras. -En joyería dicen que “el oficio se aprende primero mirando”. ¿Habia algo de eso? -Sí. Y también Aníbal toma una frase de Confucio que dice: “Si vos mirás algo lo aprendés, pero si hacés algo lo incorporás, lo hacés tuyo, te apropiás”. -¿Cómo influyó Moliné para estudiar una maestría en Barcelona? -Hice toda la carrera trabajando en la cátedra de Moliné, en la materia Proyecto, que es central y troncal a toda la carrera. Terminé la carrera y gracias al apoyo de mis viejos pude estudiar en Barcelona un año. En este proyecto de poder irme tuve a Aníbal, que me enseñó qué es la arquitectura, qué es un proyecto urbano, entre otros, y lo entendí desde esa mirada. Hice la maestría en la Universidad Politécnica de Barcelona (UPC) -donde pude aplicar porque no apliqué en una de Navarra- y Barcelona es Rosario. Hice la maestría en la Escuela Superior de Arquitectura (ESA), donde conocí a (el arquitecto) Xavier Monteis, que es un catalán, y los catalanes son tipos que tienen esta visión de Barcelona como nosotros vemos a Rosario, que la amamos. -¿Rosario es Barcelona por sus paralelismos de ciudades portuarias y con mucha identidad cultural? -Muchos. Son ciudades portuarias. Rosario tiene el (arroyo) Ludueña y el Saladillo, y ellos tienen el Bezos y el Llobregat, que son ríos. Si bien Rosario es llana y tiene la pampa, Barcelona tiene Corcerola, que son una sierras que se van armando y son las que construyen la parte de arriba. Es un cordón, muy parecido a Córdoba, de donde históricamente bajan las aguas, por ahí pasaba el curso de agua en la ciudad romana o medieval. Todas las ciudades de Barcelona son muy bonitas. No es parecida desde el punto de vista topográfico, pero sí en que son ciudades portuarias. Barcelona siempre fue una ciudad con mucho empuje, como Rosario. -¿Muy fenicia? -Totalmente. -¿Así como Rosario es la Chicago argentina, también se puede decir que es la Barcelona argentina? -Totalmente. Se dice mucho eso. Personalmente en Barcelona me sentí en mi ciudad, y creo que eso les debe pasar a muchos rosarinos que terminan viviendo en Barcelona. Y eso me hizo ver el valor de la ciudad y la vida en la ciudad. Yo había construido acá un mundo en la arquitectura, pero allá aprendí a patear, a caminar la calle, a observar, a caminar las rías y la Rambla Catalunya, a involucrarme totalmente y a ser parte. -¿Las ciudades se conocen caminando? -Exacto. Y toda la disciplina tiene que ver con eso. En la arquitectura, como en cualquier disciplina, las cosas se aprenden estando en el barro, estando ahí. -¿Cuál fue tu tesis en Barcelona? -Mi tesis fue “El agua sobre Barcelona”. Los temas de tesis eran todos sobre Barcelona, donde trabajaba con todos latinoamericanos y españoles del sur y del norte. Eramos un grupo que tomábamos varios temas y después nos juntábamos en una mesa a hacer un seminario y teníamos material para estudiar la ciudad. Uno de los temas la topografía y otro eran las fuentes. Tomé topografía como técnico vial. -¿Por qué Rosario no tiene árboles en muchas calles céntricas? -Hay temas que tienen que ver con la locación y con el uso, como el vinculado a la poda. ¿El árbol qué hace? Crece y busca la luz, entonces se va hacia el centro de la calle, entonces los árboles son un problema para la circulación. Por ejemplo, los jacarandaes buscan mucho la luz, entonces los podamos desde abajo, pero si tenés mucha masa arbórea no hay problema, pero si crece sólo hacia arriba el árbol tiene mucha altura y se quiebra. Es un problema muy difícil de resolver, por eso es muy importante no sólo tener árboles sino también tener plantas en tu casa, como una terraza verde. -¿Cómo describirías el patrimonio histórico de Rosario desde los puntos de vista histórico y cultural? -¡Ah, qué pregunta! -¿Es muy amplia? -Yo tengo una gran discusión primero sobre qué es patrimonio, creo que es la pregunta inicial, antes de ver qué es lo histórico y qué es lo cultural. Con respecto a qué es el patrimonio, que es la primera pregunta, creo que constantemente hacemos el patrimonio de la ciudad, día a día, porque en la profesión también nos pasa esto de que parece que el valor está en lo patrimonial y no en lo que estamos haciendo hoy. -El barrio Presidente Perón, en San Martín al 4800, con todos los servicios, fue el primero construido aquí por el peronismo. ¿Si Rosario tuviera muchos barrios como ese sería otra ciudad? -Creo que sí, que todo funciona a partir de un trabajo conjunto. Si esos barrios fueron una buena idea hay que tomarla y repetirla porque las ideas no son de un intendente o de un gobierno sino que tenemos que tomarlas entre todos y llevarlas adelante. Esto es como la vida misma. Creo que en ese barrio pasó eso: se construyó una comunidad. gabriel 3.jpeg Sebastián Suárez Meccia / La Capital “Una buena idea puede surgir de cualquier lugar del mundo” “Una buena idea puede surgir de cualquier lugar del mundo. Al principio nos decían que el Open House era inglés y citaban a las Malvinas, pero ahora la gente se apropió del evento y lo hizo rosarino” confía el arquitecto y docente Gabriel Stivala, el mentor del Open House Rosario, el encuentro anual de arquitectura que se desarrolla en más de 50 ciudades del mundo, en el que durante dos días abren sus puertas casas particulares y edificios públicos, que este año llegó por primera vez a Funes y a Roldán. En Funes abrieron una veintena de obras, en sintonía con otras de Fisherton, y en Roldán lo hizo la casa de los abuelos del pintor rosarino Antonio Berni. Remera gris, gorrita al tono, vaquero y zapatillas, de barba y calvo, Gabriel es un apasionado de la arquitectura, la historia y el patrimonio cultural de la ciudad, con un posgrado en la Universidad de Barcelona, donde trabajó en el estudio del rosarino Mario Corea, que desgrana en conceptos sobre el significado del Open House. Nacido el 3 de julio de 1983 en una casa del centro rosarino, Gabriel es hijo del profesor de Educación física Héctor y de la docente Rosalía López. “Mi vieja falleció antes del primer Open House. Ella quería recorrer, pero tuvo una caída un mes antes y no pudo hacerlo. Fue una situación que me marcó un antes y un después en la vida, igual que este evento. Vivíamos en el centro, en una casa típica de los 50 y 60, que había hecho mi abuelo materno con un maestro mayor de obras. Mis viejos se mudaron ahí cuando falleció mi abuelo, con mis tres hermanos. -¿Qué recuerdos tenés de tu infancia? -Iba jardín de infantes al Círculo Católico de Obreros y en la primaria al Normal 1, que tenía un hermoso edificio. Mi infancia fue con dos viejos docentes laburantes, o sea que estaban muy poco presentes, no estaban en todo el día, pero tenía a mi abuela, que vivía ahí. Viví una infancia muy linda, el centro no era como ahora, con mucha terraza y no mucha calle, en una zona que no llega a ser un barrio, pero que está entre el centro y Pellegrini. Y después viví en el Abasto. Siempre fueron unos padres que nos decían: “O se estudia o se trabaja”. -¿Cómo elegiste Arquitectura? -En la secundaria fui a la Técnica 5, en mi familia no había arquitectos, sólo albañiles. Mi viejo era de Bell Ville y era muy busca, igual que mi abuelo. De joven salía a vender por la calle. Eran esos tipos que hacían cualquier cosa pero no querían ser empleados. Yo fui al Normal 1 y era un desastre porque no me llegué a conectar con ese mundo. -¿En qué sentido? -Me gustaba dibujar y hacer cómics, y no me enganchaba con la literatura. Podía pasar horas dibujando. Y estuve a punto de ir al Politécnico, donde iba una de mis hermanas más grandes. Mi vieja, como era docente, vio qué me podía llegar a gustar y me dijo: “Anotate en el Poli”. Me preparé, pero cuando fui a rendir tenía que sacar un mínimo de 50 y saqué 35. -¿Cómo llegaste a la maestría en Barcelona? -En 2015, cuando llegué a Barcelona, tenía plata solamente para pagar la matrícula de la maestría y vivir tres meses, si no me tenía que volver. Así que me armé un portafolio con cartas de presentación de varios docentes: Moliné, Campodónico, Fernández Luco y la decana Isabel San Vicente. Corea no tenía estudiantes trabajando sino pasantes, pero pudimos hacer un acuerdo y entré a trabajar en su estudio. Yo hacía la maestría en Barcelona y era uno de los pocos que estudiaba y trabajaba con (el arquitecto rosarino) Mario Corea. Yo golpeé las puertas de todos los catalanes para no caer en lo de un rosarino y caí en lo de un rosarino, que me apadrinó y me dijo: “Yo conozco a todos estos que te recomiendan, así que vení a laburar”. Pudimos hacer un acuerdo legal con la universidad porque yo necesitaba un sueldo para vivir. El me preguntó qué necesitaba, le dije cuánto necesitaba para vivir y me dijo: “Yo te voy a ayudar, te voy a pagar esto para que puedas hacer la maestría”. Fue un golazo. Y en 15 días me adapté a vivir en Barcelona, a diferencia de cuando volví, que me costó como cuatro o cinco meses adaptarme a vivir de nuevo en Rosario. -¿Por qué te adaptaste tan rápido a vivir en Barcelona? -Porque allá la comunidad argentina y rosarina es tan grande que en el primer departamento que fui a ver para vivir eran compañeras del profesorado de mi viejo. Tenía la cabeza que iba y me volvía porque no tenía plata para vivir. Tenía cinco mil dólares que me había dado mi vieja, que le había donado una tía de un campo que había heredado. Pagaba la matrícula, que no era cara, vivía unos meses y me volvía, aunque sea hacía media maestría. “El Open sociabiliza con gente fuera de la arquitectura” gabriel 4.jpg -¿De quién fue la idea del Open House? -De Victoria Sthorton, una mujer grande, muy bohemia y progresista, que trabajaba en el Colegio de Arquitectos de Londres, con una visión muy interesante porque le interesaba que hubiera un vínculo entre el diseño y la noción de la ciudad y los arquitectos, algo que en ese momento veía desvinculados. ¿Cómo vinculamos el diseño con la ciudad, cómo vinculamos la ciudad como concepto? Por eso son muy importantes estos tres puntos: el valor patrimonial, arquitectónico y cultural, que rompe con la idea de que el arquitecto ya no tiene tanta importancia porque también están el valor patrimonial y el cultural. Y lo cultural ya es muy amplio: abrís la casa de un artista, que no hizo un arquitecto, es fantástico. -¿Cómo descubriste el Open House en Barcelona? -Cuando empecé la maestría uno de los temas de la tesina escritos en el pizarrón era el Open House Barcelona. Así que me interesó este tema, fui a recorrer, me encontré con un edificio de viviendas y estudio de Boigas, lo recorrí, me recibió un voluntario como acá y terminamos con un catalán, ingeniero no sé de qué, que mostraba su departamento y contaba el valor de su vivienda a partir de las modificaciones que había hecho. A mí me rompió la cabeza. En la mesa había puesto el plano de la vivienda, explicaba cómo la había modificado, había tirado una pared nada más. Y me rompió la cabeza. -¿Y por qué te rompió la cabeza? -Me rompió la cabeza porque pensaba cómo era la vida en los edificios, que nosotros pensamos la arquitectura de una manera muy estática, muy quieta, y no pensamos en algo que va a ser totalmente vivido y modificado. Una pareja nos encarga una casa, tiene un hijo, hacemos la casa, pero cuando van a vivir se separan, entonces la casa termina siendo otra cosa. Ese concepto de comunidad y de casa va a cambiar porque la vida no es estática, no está quieta, no está momificada. Es un edificio que tiene su propia existencia. Cuando construimos desde la arquitectura tenemos mucho ego y no queremos modificar. Entonces dije: “Qué bueno que haya este evento que sociabilice con la gente y con gente que no tiene nada que ver con la arquitectura”. Que sociablice con la gente sobre cómo construir la ciudad y un edificio, pensar esto del codiseño, de construir entre todos porque cuando lo hacemos entre todos sale mejor. Cuando lo hace uno solo a veces se momifica y perdemos. -¿Uno de los objetivos del Open House es mostrar tanto el patrimonio histórico como el cultural? -Creo que esto de mostrar el patrimonio cultural es uno de los sentidos del Open House para reconocerlo y mantenerlo en el futuro porque si no vamos construyendo esa conciencia colectiva de lo que tenemos el día de mañana no vamos a saber qué es esto, entonces cuando lo reconociste el día de mañana cualquiera puede defenderlo. Por eso también es importante que no sea algo de los arquitectos porque si lo defendemos los arquitectos estamos todos locos, pero si es la gente de la ciudad que vive y que defiende algo que no sea el patrimonio para mí eso genera mucha difusión. -¿Cuál fue el paso siguiente? -El paso siguiente fue terminar la maestría en 2016 y vine prendido fuego con la idea del evento. Empecé a dar una optativa en la UNR, a trabajar en la Católica, me tomé unas vacaciones con mi pareja en Marabajo, cerca de La Paloma, y llevé a la mesa chica del estudio que tenemos con Martina Borsani y Pablo Taverna esta idea del Open House, en la que se engancharon, pero aunque les gusta la idea ahora no están en el evento, se fueron desenganchando. De la mesa chica pasó a una mesa más grande para sumar gente y armar una asociación civil. -¿Viniste con la idea de hacer el Open House? -No, vine con la idea de que lo hiciera otro, fui a hablar con la Municipalidad y con mis docentes para ver quién lo podía hacer porque era todo sin fines de lucro, sin vínculo político ni profesional ni con el Colegio, pero en la Municipalidad me dijeron que no porque “esto es inglés, hay que pagarlo en libras, ¿no lo pueden hacer ustedes?”. “¿Cómo vas a encontrar una casa que te la abran en la ciudad, cómo vas a encontrar tantos edificios?” Eran todas negativas hasta que contacto con una chica que había hecho otra maestría y que hacía dos años que organizaba el Open House en Buenos Aires y ellos nos dijeron: “Ustedes tienen que hacer el Open House Rosario porque queremos ir a conocer Rosario”. -¿Por qué sólo hay Open House en Buenos Aires y en Rosario? -Creo que porque vine con esta locura porque también lo podrían hacer en Córdoba, son todas ciudades pujantes, nuevas, con ideas innovadoras. Teníamos que presentar 70 edificios contemporáneos y ahí aparece Rafael Iglesias como contemporáneo, Cabanellas. Habíamos presentado 250 edificios de la ciudad después de investigar la ciudad en publicaciones, y eso fue muy lindo. Nos presentamos en 2017, nos aceptaron y en 2018 hicimos el primero. gabriel 5.jpg -¿Cuál fue la obra más extraña del Open House Rosario? -La obra más extraña creo que fue “Casa tomada”, que es de un artista de Cochabamba y Ayacucho. Muy rara, muy bizarra, tenía todo mezclado, había construido espacios. Son raras para el evento porque no sabés dónde encajarla, si es patrimonial o cultural o qué. O la “Casa con historia” (Milán al 2600). Lo raro es cuando no hay un arquitecto de intermediario y creo que tiene que ver con la constitución de la persona en el espacio porque yo aprendí que la arquitectura no sólo es el espacio sino lo que sucede en ese espacio. -¿Y la obra arquitectónica que más te gustó del Open? -Me pasó en el Open encontrarme con personajes como Angel Gentiletti, que no conocía antes del festival, yo conocía a personajes muy importantes de la ciudad como Angel Campodonico, Alejandro Beltramone, Arraigada, muchos personajes contemporáneos reconocidos de la ciudad, y después teníamos a personajes como Molteni, Baclini, un montón de arquitectos que han construido la arquitectura de la ciudad con obras de mucho valor, los más nuevos de los cuales siempre se han movido en el ámbito de las bienales o los concursos. O Rafael Iglesias, que son más conocidos afuera que en la ciudad. Pero Angel Gentiletti es uno de los que construye mucho con el under, trabajó mucho con artistas y contribuyó mucho al encuentro entre el arquitecto y el artista muy lindo. Y él tiene una calidad de construcción en el término de un vínculo con la materialidad, con la construcción de los espacios, la delicadeza en cada detalle que me fascinó, y es un tipo al que no le gustan las publicaciones, así que la única forma de conocerlo es a través de este tipo de festival. -¿Cuál es su obra? -Casa Imola, en 1º de Mayo yendo hacia el Monumento. Es una casa de una artista, es una casita que no dice nada, pero construyó un estudio en un altillo y rescató un aspecto muy terracero de la ciudad. Son esos personajes que construyen la ciudad en forma oculta, y eso me parece que está bueno. -¿Por qué un vecino abre su casa al Open? -Creo que porque tiene conciencia de lo importante que es su casa, que le pertenece, pero que también le pertenece a la comunidad, entonces se da cuenta de eso y abre su casa. Y creo que cuando sucede eso con las generaciones más grandes es muy lindo porque muchas veces cuando muera esa persona esa casa va a desaparecer. -¿Los barrios cerrados no participan del Open? -No han participado, pero fundamentalmente por logística y de formalidad. -En una edición hubo dos departamentos de Hernández Larguía en un edificio de San Lorenzo e Italia de dos arquitectos: uno conservado como era originalmente y el otro intervenido. ¿Esa es una buena postal del Open? -Esa es una buena postal porque cuenta lo que estamos hablando: el que momifica eso y dice que esto está así y lo mantengo como un espacio porque hay gente que le gusta vivir en esos espacios y hay otros a los que les gusta vivir en espacios nuevos, modernos. Hay otro que cambió totalmente su esencia inicial. Entrás a un edificio muy viejo que tiene un by pass: ya es un señor grande que tiene un elemento nuevo para poder seguir viviendo. >>> Leer más: "El desarrollo de Funes fue exponencial y acompañado por algunos factores importantes" -¿Cómo surgió la idea de sumar a Fisherton, Funes y Roldán? -Es una idea de la que me enteré muy sobre la marcha porque convocaron a muchas obras de allá. Nunca las habíamos tomado por la complejidad de tener voluntarios y llevarlos hasta allá, pero este año hicimos una cosa muy buena porque incorporamos muchas personas nuevas para abrirnos la cabeza y que el voluntario sea de la zona donde vive para evitar los traslados y para consolidar que el voluntario de Funes es de Funes. -¿Qué obras hubo en Funes? -En Funes hubo muchos profesionales que hicieron viviendas, hay un local comercial en Kichi, que es un centro comercial nuevo, muy lindo, sobre la entrada por Mendoza, que tiene un bar en la planta baja. Son tres obras del hijo de María Eugenia Bielsa y de Soria, un arquitecto muy reconocido de la ciudad que falleció joven. Abrió también el Museo Murray y otras obras. Una casa que intervinieron era de Kichi, que era la abuela de uno de ellos, que decía que esa zona iba a ser uno de los ingresos a Funes. Entre Funes y Fisherton hubo 20 obras y nos damos cuenta que puede crecer: la gente va. “La casa de campo de Berni donde pasaba numerosos asados” -¿Cómo es la casa de los abuelos de Berni en Roldán? -Es una casa de campo de la familia de Antonio Berni donde él pasaba numerosos asados, compartiendo momentos y memorias, donde se encuentra el árbol que él plantó. La casa de campo de Antonio Berni en Roldán fue la casa de sus abuelos paternos. Berni se mudó a esta casa cuando su padre, que también era artesano, regresó a Italia, entre 1914 y 1915, siendo niño. Esta casa en Roldán fue un lugar importante en la vida de Berni y, aunque no fue diseñada por él, fue un lugar que influyó en su formación y desarrollo como artista. “De niño, el traslado desde la casa de mis padres en la ciudad hasta el campo de mis abuelos, en cuyas manos me dejaban largo tiempo, producía en mi alma cierto desgarramiento. Del vientre, del seno y del calor materno me lanzaban al mundo sin paredes y a la nada del cielo infinito” escribió Berni. -El Camello Di Leo, un exfutbolista que vive en Fisherton, contó en su entrevista con el diario que es más fácil ir a Funes que al centro de Rosario por la cantidad de barrios cerrados que segmentan la ciudad. Y el arquitecto Vincenti sostuvo en la suya que “los barrios cerrados son una falla del urbanismo”. ¿Qué opinás? -Creo que si perdemos la complejidad de la ciudad en términos de destruir las ideas de ghetos, siempre pensamos que el conflicto es un problema pero en realidad el conflicto nos construye, es constitutivo. Y no tiene nada que ver con que en un barrio cerrado no sucedan cosas, pero hay que ver quién está adentro y quién está afuera, y está esta cosa de “Walking Dead”, de construir nuevas comunidades para sobrevivir, porque termina siendo un poco eso. Me acuerdo que cuando la miré durante la pandemia me pareció justamente eso: si bien parece una ceremonia muy estúpida, es volver a construir sociedade desde de ya haber construido sociedades. Es pensar que pifiamos y que volvemos a construir otra sociedad. Esta cosa de construir barrios cerrados es decir que a esta sociedad, que está construida de esta manera, nosotros no podemos pertenecer porque está construida en el conflicto en todos esos lugares, pero creo que esa es la mejor sociedad y desde Europa nos ven como interesantes porque somos tan complejos y difíciles de estudiar que, de alguna manera, aparece todo esto. Por eso es lindo estudiar la ciudad porque tiene un montón de cosas y querer meter todos estos elementos en un barrio cerrado es muy difícil: tenés que tener servicios y no podés con todo. >>> Leer más: El arquitecto de Funes que abrirá una galería de arte en Madrid -¿Funes sufre esto por la explosión de barrios cerrados? -Sí, y también le pasa a Tigre. Tiene complejidad en sus barrios cerrados. Justo este año hablé de esto con un colega que abrió obras en Funes. Mis vijos compraron una casita en Funes en el 93 a 23 mil pesos, en la época del 1 a 1, y pateé Funes desde los 11 años, en la calle Rosales, entre los dos Funes Hills, que conocía cuando Fune Hills era un campo. Esa explosión desarma un poco esa idea inicial de lo residencial de Funes. -Roldán tiene el problema de ser una ciudad muy dispersa y difícil de conector con un colectivo urbano. ¿El tren urbano o suburbano sería una solución? -Seguramente. Nosotros trabajamos mucho con el proyecto de un tren urbano con una estación multimodal en el Patio Parada (el Cruce Alberdi) hasta el rio, con un tren de alta velocidad para unir Córdoba con Rosario y Buenos Aires. Se podría pensar esto que estás diciendo, mientras más vías tengamos será más fácil movernos. -Una vecina de Roldán denuncia que hay rosarinos que “se mudan a Roldán o a Funes por el verde y lo primero que hacen es talar los árboles”. ¿Es un problema de educación? -Es un problema de educación. Tenemos que entender que la ciudad y la vegetación son lo mismo: Oroño es impensable sin los plátanos. Creo que hay sectores de la ciudad que no podemos pensar sin esos elementos que son armados y constituidos. Pensar que la Oroño fue hecha desde el río hasta el Parque Independencia como parque, y que después se pensó a la inversa, hacia el río, empezamos a pensar la ciudad al revés, hacia el río. Esas cosas hay que pensarlas porque es el paisaje que construimos. Yo recorría el Open House en Funes y veía los árboles que conocía cuando tenía 11 años, hace 30 años, que ya entonces eran añejos y esos árboles están todavía acá. -¿La arquitectura es una ciencia social que atraviesa una gran cantidad de disciplinas: diseño, historia, sociología, antropología y comunicación, entre otras? -A todas. Es así, está muy bueno y agradezco haber hecho esta carrera porque me vinculo con un montón de aspectos que me interesaron. En un momento puedo salir de la arquitectura para ser un sociólogo, para ser un antropólogo. Eso me parece fascinante. Realmente aprendí mucho sobre la disciplina y creo que el que logra esa apertura en la disciplina logra satisfacción.
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