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» Primerochaco
Fecha: 18/05/2025 17:54
Por estos días, las elecciones legislativas intermedias han dejado algo más que bancas en disputa: han expuesto una alerta preocupante sobre el vínculo entre la ciudadanía y el sistema político. La baja participación electoral, extendida a lo largo del país, confirma un fenómeno que ya se venía insinuando y que hoy se convierte en una señal de alarma. La gente ya no siente que su voto en una legislativa cambie algo. No es una elección «sexy», como bien apunta la especialista en comunicación política, Georgina Paolino. Esta desconexión se profundiza cuando los propios actores políticos parecen no estar a la altura del desafío. Las campañas, lejos de seducir al electorado con propuestas claras, muchas veces se diluyen en internas sin relato, sin identidad, sin vocerías coherentes. Paolino lo explicó con claridad: hay listas que parecen contener cinco campañas en una, donde el mensaje se fragmenta y el votante queda sin saber a quién realmente está eligiendo. A esto se suma un fenómeno aún más complejo: la emergencia de nuevas fuerzas políticas que, como La Libertad Avanza, muestran un desempeño desigual y profundamente territorial. Casos como el de Salta, donde figuras con estrategias comunicacionales modernas lograron buenos resultados en las capitales, contrastan con su escaso arraigo en el interior. En Chaco, el experimento de la alianza entre libertarios y radicales rindió frutos, aunque con interrogantes sin resolver: ¿aportó nuevos votantes o apenas sostuvo lo que ya existía? Este nuevo tablero electoral también ha modificado las formas del enfrentamiento político. No solo por el tono elevado que impuso Javier Milei desde la Casa Rosada, sino también por las respuestas que esa lógica violenta y confrontativa ha generado en los espacios tradicionales. Jorge Capitanich, exgobernador chaqueño, encarna tal vez uno de los casos más paradigmáticos. De perfil moderado, con una trayectoria institucional y una autopercepción de hombre de fe, sorprendió en esta última campaña con un tono agresivo, contestatario, casi vulgar para quienes lo conocen desde hace años. Para Paolino, esta transformación tiene explicación: Capitanich fue llevado a un terreno incómodo por sus adversarios y respondió sin una estructura de respaldo. Volver al llano, después de décadas en el poder, no es fácil. Y menos aún en un escenario político que ha cambiado radicalmente. Sin voceros potentes a su alrededor, el exgobernador dio todas las batallas él solo. Pero en política, como en la música, no se puede tocar todos los instrumentos a la vez. Se necesita una orquesta. La escena política chaqueña, como la nacional, se encuentra ante un momento bisagra. La fragmentación de las ofertas, la apatía ciudadana, la falta de relato colectivo y la personalización agresiva del discurso, configuran un clima enrarecido donde los liderazgos tradicionales ya no logran contener ni entusiasmar. Si el barro es el escenario inevitable, como dice Paolino, más vale llegar con buenas botas y una estrategia clara. Porque hoy, más que nunca, la política necesita dejar de hablarle a sí misma y volver a hablarle a la gente.
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