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  • Cuidadores cansados, colas bajo el sol y flores que resisten en el último día de Patios

    » Diario Cordoba

    Fecha: 18/05/2025 15:06

    Calor, cansancio y muchas colas en Santa Marina, la zona de moda en este último día de los Patios de Córdoba. Concluyen dos semanas de una fiesta que cada año atrae a cientos de miles de visitantes —y que este año podría superar el millón—, confirmando su atractivo turístico imparable, mientras, las flores, las grandes protagonistas, ya acusan el paso de los días y la subida de las temperaturas. Desde primera hora de este domingo, las calles de uno de los barrios más emblemáticos de la ciudad se llenaban de turistas, tanto nacionales como extranjeros, en busca, sobre todo, de los patios galardonados en esta edición. “Esto hace tiempo que dejó de ser de los cordobeses”, lamentaba una vecina local. En torno a recintos como Marroquíes o Tafures, los visitantes se agrupaban en esquinas buscando sombra. Las escenas recordaban a la frase del grupo cordobés Los Aslándticos: “Si buscas la sombra has llegao' a mi tierra”. En contraste, otras calles menos transitadas, más discretas y alejadas de las rutas principales, ofrecían una estampa más tranquila, con el sonido de casas recién despertadas y algún vecino recogiendo el desayuno. “Aquí también hay flores, y muy bonitas”, decía un hombre apoyado en su bastón en la calle Cárcamo, señalando un pequeño rosal que colgaba de un balcón. Unos metros más adelante, en una ventana, podía leerse una frase de Gala: “Las flores cantando más que pájaros en la jaula del tiesto, colgada en la pared”. Colas hasta el final de la calle Uno de los patios más floridos, sin duda, es el de Marroquíes 6. A pocos minutos de abrir sus puertas, la cola ya alcanzaba el final de la calle. Alberto Criado, que lleva seis años regulando el acceso, cuenta que este año han recibido una mención de honor. Dentro, sobre un escalón que le da mejor perspectiva, Ángela Moreno, una de las cuidadoras, atiende a los visitantes con una sonrisa, aunque admite estar agotada. El flujo es constante y “hay que tener mil ojos”, dice. Con un aforo de más de cien personas, el movimiento es incesante. “Desde el viernes por la tarde, que nos dieron el premio, ha venido muchísima gente”, explica. Ángela destaca todo el trabajo previo: “Regamos, limpiamos flores, el zaguán, las ventanas… hay que cuidar todos los detalles”. Entre el ir y venir de gente, Verónica Real se detiene a contemplar una buganvilla. Se quita las gafas de sol, busca el mejor ángulo para la foto y, por un instante, se aísla del bullicio. “Vengo de un pueblo de Huelva y es el primer patio que visito. Me encanta”, dice con voz serena. A. J. González Más allá de Santa Marina, las colas disminuyen. En Tafures 12, Francisca Serrano observa la escena desde dentro de su casa. Aunque tiene un sillón preparado para descansar, prefiere estar de pie, atenta a los visitantes que cruzan su pequeño y encantador patio. Los naranjos y la estructura del recinto aportan una sombra que, junto al murmullo de una pequeña fuente, convierten el espacio en un oasis. Francisca tiene un libro a mano, aunque apenas lo ha abierto en los últimos días: pasa la mayor parte del tiempo atendiendo preguntas. Su patio, aunque en ruta hacia Marroquíes, conserva la calma que lo hace especial. “Ya se ha pasado la temporada y las pobres (flores) sufren”, comenta señalando algunas que acusan el calor. Diferencias entre turistas En Zarco 13, Santiago Hernández y Rosario Castillo responden las dudas de los visitantes desde un rincón del patio. En este último día confiesan estar “cansados”, aunque “más lo están las flores”. Calculan que más de 15.000 personas han pasado por allí, “más que el año pasado”. Santiago señala que “parece que a San Basilio ha ido menos gente y han venido más aquí”, lo que confirma que esta zona “se está poniendo de moda”. Tras reprender a un grupo que se apoyaba en una planta para una foto, celebra que estas “aguanten estoicamente”, aunque lamenta que “el turista nacional está más preocupado por hacer la foto que por ver el patio”. Entre las plantas, Manuel Estévez, de Vitoria, fotografía un San Rafael. “Me encanta cómo conjugan todos los elementos, es de un mimo y saber hacer increíble”, comenta este visitante, que ha aprovechado su estancia en Sevilla para pasar el día en Córdoba. La cola de Zarco 13 casi se une con la de Zarco 15, que llama la atención por su planta trapezoidal y sus famosos arcos ingleses de ladrillo. Rocío, cordobesa “de toda la vida”, observa con admiración las hortensias: “Ojalá ser capaz de tenerlas así”. Este es uno de sus patios favoritos, aunque lamenta no haber podido venir entre semana, “cuando seguro estaba todo más tranquilo”. Una intimidad perdida Tras pasar el antiguo cine Olimpia se llega al patio de Beatillas. En el zaguán, Antonia Lucena recibe a los visitantes. Lleva 30 años cuidando este rincón del casco histórico y admite que llega “muy cansada” a este último día. “Antes venían 700-800 personas al día, ayer fueron 2.500”, cuenta. Añora los tiempos en los que la visita era más íntima, con sus hijos pequeños correteando por el patio. Coincide con otros cuidadores en que la zona “ha pegado un boom”, y lamenta que el calor haya hecho sufrir a sus azucenas blancas. Aun así, el espacio luce espléndido. María Eugenia Clavero, sevillana que ya ha visitado Córdoba tres veces en mayo, busca patios menos conocidos: “Estos merecen muchísimo la pena”. Saliendo de Santa Marina, el recorrido culmina en Pastora 2, uno de los patios premiados. Allí, en una pequeña silla de mimbre, Rafael Barón agradece el galardón en la categoría de Arquitectura Moderna. Aunque admite que desde el viernes por la tarde ha aumentado la afluencia, valora la tranquilidad: “Estamos un poco apartados, y eso se nota”. Asegura que cada vez más visitantes descubren esta zona por ser menos concurrida y tan concentrada como otras. Celebra el buen tiempo, que ha ayudado a mantener las plantas en buen estado, aunque su mayor preocupación sigue siendo que “la gente las toca”. Con una sonrisa resignada, comenta: “Yo ya estoy curado de espanto. Sé que estas dos semanas van a sufrir, y trato de no llevarme disgustos”. Mientras charla, bromea con una niña que sale con su padre. La armonía de colores, la arquitectura peculiar y la gestión tranquila del espacio hacen de este patio una forma perfecta de despedir la fiesta. Una mujer en la cola lo resume con nostalgia: “Ya no es lo que era, pero sigue siendo un tesoro que hay que cuidar tanto o más que sus flores”.

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