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» Elterritorio
Fecha: 18/05/2025 13:27
Lucas Fioravante tiene 23. Sorteó pandemia y dificultades económicas para egresar como técnico en Comunicación Social y hoy trabaja en un medio de Montecarlo. domingo 18 de mayo de 2025 | 10:00hs. En diciembre del año pasado el joven culminó su trayectoria educativa. Estudió con lo justo, vendió dulces en los pasillos de la facultad, recorrió barrios en bicicleta vendiendo pan y verduras y pidió ayuda cuando estuvo a punto de abandonar. Fue así que, con esfuerzo propio y el acompañamiento de quienes lo rodearon, Lucas Fioravante (23) logró recibirse de comunicador social y hoy trabaja en una radio del interior misionero. Con su historia demuestra que lo que parece lejano puede volverse posible cuando el esfuerzo individual se acompaña con apoyo colectivo. “Nací y me crié en Posadas. Pasé mi infancia, niñez y adolescencia en Villa Cabello. Desde los 15 años me interesó la música, el punk rock, el hardcore. Veía documentales en los que los artistas presentaban fanzines y yo quería hacer fanzines también”, contó. En ese tiempo asistía a lo que hoy se conoce como ConectarLab, en el Centro del Conocimiento, antes llamado Infinito por Descubrir. Allí conoció a facilitadores como Patricio Diblasi, quien lo ayudó a canalizar esa inquietud por comunicar. Entrevistaba artistas locales y publicaba sus propios fanzines como excusa para conocerlos. “Me empecé a interesar en el periodismo, en poder comunicar algo para la sociedad, cuando tenía 17. Fue entonces que un profesor del bachillerato me dijo que tenía que estudiar Comunicación Social. En Infinito por Descubrir me dijeron lo mismo. Así que cuando terminé la secundaria, me inscribí en la Facultad de Humanidades”, relató. Inicio en la carrera Lucas ingresó a la carrera en 2020 en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (Fhycs) de la Universidad Nacional de Misiones (Unam) justo cuando se decretó la cuarentena por la pandemia. Sólo había alcanzado a realizar el cursillo de ingreso antes de que todo se volviera virtual y las clases online fueron muy desafiantes. “Tenía un celular muy precario -un Alcatel blanco, táctil- y con poca memoria. Para conectarme a las videollamadas tenía que desinstalar todas las aplicaciones. Me comunicaba con los profes por WhatsApp. Al principio fue muy difícil, porque uno no sabía cómo reaccionar. Estaba nervioso, no entendía nada”. Ante ese contexto, sus profesores tuvieron un rol clave: enseñaban desde cómo enviar un correo hasta cómo subir una nota. La adaptación institucional también tardó. Un año después, la facultad se organizó mejor con plataformas como Moodle. En 2021, aunque seguía la pandemia, el cursado ya era más fluido. “Después, cuando llegué a segundo y tercer año, pude conocer la facultad en persona. Es completamente diferente. Ves a tus profesores cara a cara, hacés prácticas, hay charlas con compañeros de otras carreras como Letras, Antropología, Historia. Cada uno tiene su perspectiva y eso enriquece muchísimo”, sostuvo el comunicador. Con la presencialidad, aprovechó también la biblioteca y el comedor universitario. Accedía a libros, podía imprimir trabajos en la computadora del lugar y, sobre todo, garantizaba su alimentación. “Ir al comedor fue fundamental. Muchas veces comí ahí. Me salvaba el almuerzo y la cena. Daban comida rica, variada. Además era un lugar de encuentro, de charla, de distensión. Sentirte parte de la facultad, decir ‘yo soy de la Fhycs, yo soy de la Unam”. Trabajo y estudio Durante 2022 vendía golosinas dentro de la facultad. Con eso pagaba cuadernos, fotocopias, pasajes. Vendía temprano y entre clases. En 2023 consiguió su primer empleo como periodista cultural en un medio digital en el que trabajó once meses. Cubría eventos en Posadas y cobraba por ejercer lo que le gustaba. Pero a fin de año no renovaron su contrato. “Cuando asumió el nuevo gobierno, no se renovó mi contrato. Empecé otra vez a vender en la calle pan casero y verduras. Recorría barrios en bicicleta: Villa Cabello, Santa Rita, Villa Sarita, el centro. En ese tiempo vivía en Itaembé Miní. Ya vivía solo y todo se ponía más caro: el alquiler, la comida, los servicios”, detalló sobre su primer acercamiento al mundo periodístico. Lucas no contaba con apoyo económico familiar y hubo épocas en las que tuvo que trabajar más y estudiar menos. En su último año, pensó seriamente en abandonar la carrera. Había perdido su trabajo, no tenía ingresos fijos y la presión económica lo agobiaba. “Pensaba: voy a dejar de estudiar para trabajar y olvidarme del título. No tenía trabajo fijo, no tenía nada seguro. Me faltaba sólo una mesa para recibirme y sentía que no podía más”. Entonces decidió hacer algo no tan fácil, pero era necesario: pedir ayuda. Publicó un flyer pidiendo ayuda económica. Explicó que necesitaba donaciones para poder rendir las últimas materias y recibirse. La respuesta fue inmediata. “Un montón de compañeros y docentes me donaron plata. Gracias a esa ayuda económica pude recibirme. La facultad es una comunidad. Si vos pedís ayuda, si ven que hacés el esfuerzo, te ayudan”, expresó agradecido ante el apoyo. Además, la facultad le prestó una cámara para la materia de Fotografía y profesores y compañeros lo alentaron constantemente. Según comentó el joven profesional, a veces no era dinero, sino una bolsa de comida del Centro de Estudiantes, una impresión, una palabra de aliento o la escucha. “Lo importante es pedir. Porque nadie sabe qué lucha está atravesando uno. Sentirte acompañado te da fuerza para seguir. Hay que tener esa sensación de unidad en estos tiempos donde reina el individualismo”. Meta cumplida Finalmente, en diciembre del año pasado obtuvo su título de técnico en Comunicación Social. En enero, ya en Montecarlo -donde vive su pareja-, comenzó a buscar trabajo. En un grupo de WhatsApp publicó que necesitaba empleo y pasaron contactos, entre ellos, el número de una radio local. “Mandé mi currículum diciendo que ya me había recibido. Me llamaron, fui a una reunión y me contrataron. Empecé a trabajar a fines de febrero”. Desde entonces trabaja allí. Redacta, maneja redes sociales y conduce un programa por la tarde. Cumple una jornada completa en comunicación y lo disfruta. “Siempre sentí una pasión por la comunicación y el periodismo. Me gusta tener una voz, poder trabajar de esto. Siento que lo logré gracias al esfuerzo de mucha gente”. Cuando piensa en quienes están atravesando lo mismo que él, su consejo es directo: no quedarse solo, no quedarse callado. “El mensaje es que tengan fe y pidan ayuda. Más aún en la facultad. Siempre hay alguien que te va a brindar una mano. Porque la universidad es una comunidad. Y nadie se salva solo”. Asimismo, aclaró su compromiso con la educación pública. Para él, estudiar fue posible gracias a los otros, a esos docentes y compañeros que acompañan y luchan por una educación pública y de calidad. “La universidad tiene que seguir siendo pública. Hay que tener en cuenta la lucha que hacen los docentes y los estudiantes por una educación de calidad y por salarios dignos. Cada lucha es colectiva”.
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