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» El litoral Corrientes
Fecha: 18/05/2025 03:29
n La construcción antigua de tiempos de la fundación de la ciudad mira con asombro a los nuevos ocupantes; luces extrañas de nuevos aparatos tecnológicos sustituyen a los viejos candiles, velas y leñas de fuegos antiguos como ella que dejaron rastros en sus paredes. A través de sus cimientos metidos hasta el suelo añoso piensa en cómo han cambiado las cosas, los espíritus que quedaron acompañándola para no dejarla sola respetando la sororidad (afecto y respeto entre mujeres) continúan vagando por sus piezas y corredores, de tiempo en tiempo se permiten un juego de sorprender a los viajeros del camino actual. Nuevos ocupantes por eso de los alquileres llegaron con ideas novedosas, restauraron sus paredes, las adornaron mirando con asombro los grandes ladrillos que asentados en barro forman la estructura testigo de innumerables acontecimientos. Paredes, ladrillos que han visto de todo: serenatas, velorios, casamientos, nacimientos de hijos, nietos, alegrías y sufrimientos. Muchos de los protagonistas se incorporan al espacio sobrenatural en que habitan formando parte de la corte de fantasmas que vagan por el lugar. Algunos son conocidos por el relato oral de los moradores del momento que se transmite en la historia: Antoñito, la señora del sillón que hamaca a su bebé con una contagiosa canción de cuna que nace de la entraña misma de la tierra donde otrora había un túnel y un sótano; secretos escondidos por ocupantes desaprensivos que pretenden borrar el pasado. El capricho de Antoñito desarreglando los libros y el perfume floral muy correntino de jazmines y azahares, agregan su nota de color al lugar. Hace unos años siguiendo un viejo libro del año mil setecientos y pico, apareció su dueño un espectro que a cualquier hora se corporiza para leer el texto del Fuero Juzgo que se encontraba escondido en las paredes de la casa. No hay que quitarle la lectura a ningún fantasma chamigo. Los nuevos inquilinos, como jóvenes descreídos de estas cosas, no aceptan la existencia de los mismos. Los que tenemos experiencia nos reímos por dentro y por fuera. Una tarde cuando ingresaba al estudio, el más grande y más descreído de mis nuevos huéspedes me paró para contarme algo que le sucedió. Con cara de duda y asombro al mismo tiempo me narró que todos estaban trabajando en una mesa larga bajo la galería, cuando los vasos por arte de magia y sin viento alguno o movimiento de otra manera, comenzaron a desplazarse sobre la lustrosa mesa, como si jugaran a armar un puzzle raro. Asustados por el hecho incomprensible ocurrido ante sus ojos se levantaron y refugiaron en la habitación hasta que pasó la batahola. El socio jura y rejura que vio a un niño que se movía entre ellos arrastrando los recipientes de un lado a otro; una de las muchachas allí presentes afirma que escuchó un canto de cuna y aspiró un perfume de azahares. Yo sonriendo como es mi costumbre les respondí: “No digan que no les avisé”. No me invitaron, pero sé que llamaron a un sacerdote para hacer una ceremonia religiosa por el alma de los espíritus, debe ser una de las cientos que se realizaron sin éxito alguno en ese lugar. Los lémures están pegados al revoque de barro y pasto con algo de cal y arena, en los pisos de antaño, ven- tanas de madera dura. Ese es su hogar desde hace siglos, no encuentran el portal para trasladarse a la morada final y entretanto conviven con los vivos; es evidente que no son malos simplemente no se han dado cuenta que han fenecido. Si nos preguntamos quiénes son, sólo podemos formular hipótesis por aproximación histórica, lo demás sólo es especulación. Ahora pretenden hacer una limpieza con una curandera del barrio Bañado Norte. Ella les respondió categóricamente: “Si el señor de la casa no pudo hacerlo, qué pá vía sé yo”. Presurosos volvieron a hablar conmigo llenos de interrogantes. Los calmé con palabras suaves advirtiéndoles que “hice lo posible para que crucen la línea del mundo natural al sobrenatural, pero no dio resultado porque son obstinados chamigos”. Felicidades en su nueva estadía muchachos y muchachas, espero que se lleven bien con sus compañeros de trabajo, alguna bromilla siempre les harán, de allí no pasarán, ya encontrarán en el tiempo nuestro el tiempo de ellos, el de los fantasmáticos.
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