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  • Con la música a otra parte

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 18/05/2025 03:29

    n Me conmovió cuando hace un tiempo, compartí el programa televisivo “El Corresponsal” de Nelson Castro, por “Todo Noticias” (TN). En uno de los segmentos, participando a la distancia, más precisamente del Uruguay, con el correctísimo periodista argentino Enrique Llamas de Madariaga, radicado por esos “lares”, debido a amenazas y provocarle el siniestro de su automóvil personal, ya que la verdad primó siempre en él un calificado accionar periodístico, decidió por su propia salud radicarse “enfrente” haciendo siempre radio, su gran amor. Pura. Verdadera. Objetiva y certera. La verdad suele tener esos precios que algunos acceden como muestra ineludible, que la dignidad existe y mucho. Que la verdad existe, y es solo narrar cómo suceden. De una sola manera, como lo son exactamente. Contaba que se venía una vez por mes, estaba unas horas, cumplía unos trámites, y se volvía a su bunker adoptivo “por fuerza mayor”. En esas breves visitas a su Buenos Aires querido, experimentaba por estar ausente hace muchísimo tiempo del país, una sensación que anteriormente no había acusado. La ausencia que el cariño del desarraigo le provocaba, un vacío difícil de explicar pudiendo apreciar detalles mínimos que la distancia nos pone a prueba. De pronto, el silencio pronunciado de esta otra Buenos Aires, que había cambiado por la tristeza tanto haciendo notorio lo inaudible, Esa melange de sonidos diversos que mezclados sumaban una sinfonía que lo caracterizaban hoy ausentes en su intensidad. La gente hablando en tonos altisonantes y a todo volumen. Los pregones de comerciantes al frente de sus negocios desperdigando ofertas. El revistero cantando los títulos del día. La sonrisa por doquier y a los gritos siempre expresándose. El que iba silbando o cantando sin la menor timidez, los vehículos con fuertes respiros y hasta el claxon si diera lugar para algún rezagado. Una ciudad moviéndose, que vive y exclama. La gente poniéndose al día, con esa miniatura que el novel transistor había revolucionado, para que todos dispongan de la portable y diminuta radio “Spica”, paquetamente forrada en cuero de gran impacto. Ya nada de eso lo comprobó, más bien el silencio como manto sagrado, callándolo todo en actitud de misa concelebrada. Con un dolor indescriptible, ante un nuevo país de personas más bien mascullando bronca y pena por su triste destino: la mala política, histórica e incurable. Hubo un hombre que hace mucho tiempo le había hecho cantar a los ciudadanos, y fue costumbre que sepamos de “pe a pa”, letras de canciones populares específicamente el tango como himno ciudadano, que pondría hoy vida y barullo otra vez. Era italiano de nacimiento, cuyos padres recalaron por estas playas, de nombre Vicente Bucheri, que tuvo la feliz idea de imprimir en los talleres gráficos de “La Protesta”, 5000 ejemplares de 12 páginas con las letras de tangos de moda, que bautizó “El alma que canta”, y que fue tan popular y querido. También conformaban ese pelotón de sonidos lacerantes que bullían las emisoras radiales, que pugnaban cada una de ellas con una programación popular y voces famosas que compartían las calles y los hogares, ya que la radio a transistores así lo permitía. Entonces sí, los rostros no eran tan dramáticos, sino más bien naturalmente alegres, optimistas, porque si bien al cabo de nuestra historia habíamos probado todas las formas gubernamentales, se vivía mejor, sin desmesuras en los precios, un PAMI respetuoso de los viejos que habían trabajado duro toda una vida, servicios con facturas al alcance de todos. El respeto cundía, existían reglas para la convivencia, la amabilidad era vital, la desmesura tenía límites, y la esperanza no desfallecía, y si eso ocurriera la esperanza se alzaba en asonada de fe por empezar nuevamente con los dedos cruzados. Uno, en el correr de los días, en la suma de los años que la vida nos va trazando un camino, creyendo que todo lo habíamos vivido nos reservaba algo más. Sin embargo todos los días algo nuevo nos enseñaba, pero nunca aprendemos la lección. Se implementa arduamente lo que tendría que ser una constante, exponer los antecedentes morales y probidad ejecutiva de estos candidatos que se niegan darlos a conocer porque allí está la clave de saber quiénes son en profundidad: FICHA LIMPIA. Ya no hay más tu tía, todo se muestra, debe ser transparente. Por supuesto, no fue aprobada, porque de alguna manera es saber de quiénes se tratan, ilustres desconocidos mimetizados con una sonrisa política, un abrazo político, sin mostrar un ápice quiénes son en realidad. El sonido tiene mucho que ver porque permite conocer el estado empático de los pueblos, porque es la palabra que denuncia y devela, pero más que nada es la nota que establece el estado de ánimo. Es como la escrita con un periodismo que pretende. No cantemos victoria hasta que podamos descubrir la FICHA LIMPIA. Que dispongamos una vez por toda la verdad bien guardada, que aquilata un candidato. La probidad es esencial. Certificar su respetabilidad es justo y honesto. Son muchísimos los malos ejemplos que nos llevaron a estos errores voluntarios, de apañar y callar. Por eso y mucho más que se vayan CON LA MÚSICA A OTRA PARTE. Ser creíbles, es ser verdaderos. La certeza tiene que ser obligatoria porque se trata de un país con muchos reveses donde lo peor se lo llevó y se lleva la gente. Los desposeídos. Los que injustamente pagan el pato por unos vivos. Es hora de invertir los papeles. Esa crítica viva también se extraña. Es necesaria. Imprescindible. Si así y todo aún se niega; darse vuelta es reacomodarse para volver a ser creíbles. Crear una ficha que no lo es. Si hasta en la verdad, mentimos.

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