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  • Las contradicciones de China

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 17/05/2025 05:14

    Niñas chinas con banderas de su país En China no hay libertad de prensa. Tampoco libertad de expresión. Las autoridades no se eligen por el voto popular. No se dispone de un sistema judicial independiente y el derecho de reunión está limitado. No es lo que nosotros entendemos como una democracia. Prevalece un proyecto colectivo por sobre las individualidades. China ocupa el segundo lugar en la economía mundial. En el inmenso país asiático, que alberga la diaria rutina de 1422 millones de almas, Estado y mercado interactúan en vigorosa sinergia. Aunque su crecimiento se ha desacelerado en los últimos años, China sigue siendo un actor clave en la economía global, destacándose como el mayor exportador mundial y líder en sectores como la manufactura, la tecnología y las energías renovables. Los chinos no son todos iguales cómo pretendió describirlos nuestra inefable ex canciller Diana Mondino en una simplificación que la convirtió en meme. El avanzado sistema de reconocimiento facial permite identificar a todos y cada uno de ellos. Esta herramienta es solo parte del apabullante despliegue tecnológico con el que conviven. En muchas ciudades de la China de este tiempo, se paga con la cara, se accede a edificios con reconocimiento facial, y se controla el ingreso a estaciones, aeropuertos y escuelas sin contacto físico alguno. La vida diaria transcurre entre escáneres, QR y robots. En China hay más de 600 millones de cámaras, muchas conectadas a sistemas de inteligencia artificial capaces de identificar personas en tiempo real y conectadas a bases de datos oficiales. El uso masivo de inteligencia artificial es ya una realidad para el reconocimiento en tiempo real. Este modelo tiene sus contradicciones. Por un lado, promueve innovación, crecimiento y dinamismo económico. Por el otro, impone censura, vigilancia y control político estricto. El uso extensivo de la identificación facial y otras tecnologías se utiliza para seguridad pública, pero también para vigilar minorías étnicas, controlar concentraciones de personas o implementar el sistema de “crédito social”, que castiga o premia conductas ciudadanas. La seguridad urbana es absoluta. Está garantizada. El Estado es omnipresente. Los chinos viven con el celular en la mano. No se mueven sin él. El dispositivo móvil es la extensión del propio cuerpo, provee identidad, comunicación y entretenimiento. Para el recién llegado, desplazarse por las grandes ciudades chinas es sencillo y amigable. Basta disponer de la app estrella, Alipay, para poder moverse con absoluta comodidad y seguridad por toda China. Distrito financiero de Shanghai Pedir un auto, reservar un restó o un ticket, moverse en el subte, consultar el traductor, recargar la eSim, alquilar una bici. Todo se vuelve sencillo, rápido y confiable. Con Wechat quedarás comunicado y un QR te da identidad. En los espacios públicos hay postas de baterías móviles para la recarga de los dispositivos. Como las bicis, la retirás y devolvés sin mayor trámite. Todo anda, todo funciona. Todo está ordenado y limpio. Todo esto ocurre en un país donde no existe una ley nacional de protección de datos personales, y donde el uso de estas tecnologías rara vez implica consentimiento informado. Si bien las redes y plataformas occidentales no están disponibles: Google, YouTube, Facebook, Instagram, WhatsApp y muchos medios occidentales están bloqueados, se puede acceder plenamente mediante la descarga anticipada de una VPN -Virtual Private Network, o Red Privada Virtual- que permite acceder, sin mayores sobresaltos, a contenidos restringidos por regiones. Las más populares: Astrill y Hollafly que provee de eSim y VPN en la misma app. Todo vuela en una conectividad garantizada en 5G. Desde una visión occidental basada en principios liberales y democráticos, el sistema político chino vulnera derechos personales e individuales que se consideran fundamentales. Resulta impactante, en este contexto, asimilar el formidable crecimiento económico que experimentó China bajo estas controversiales reglas del juego. Desde 1978, China protagonizó fuerte proceso de reducción de la pobreza. Más de 800 millones de personas dejaron atrás la pobreza extrema gracias a una combinación de reformas económicas, apertura comercial y programas estatales focalizados. Bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, el país abandonó el modelo maoísta cerrado y adoptó lo que se conoce como “socialismo con características chinas”, es decir, una economía de mercado fuertemente controlada por el Estado. La relación entre Estado y Mercado en China es particular: el país no es ni una economía de libre mercado ni una planificación central al estilo soviético. Se trata de un capitalismo de Estado. El mercado cumple un rol clave, pero siempre bajo la supervisión del Partido Comunista. En las grandes empresas chinas, incluso las privadas, funcionan células del Partido en su interior. En sectores estratégicos como energía, finanzas, transporte o inteligencia artificial, el control estatal sigue siendo absoluto. En los últimos años, el gobierno ha intervenido fuertemente en empresas tecnológicas, educativas y financieras. A partir del año 2000, el gobierno intensificó su estrategia en las zonas más pobres, sobre todo rurales. Se desarrollaron programas de infraestructura, salud, vivienda y empleo. Incluso se asignaban funcionarios responsables por cada familia pobre. En 2021, el Partido Comunista anunció que la pobreza extrema había sido erradicada en China. Si bien los estándares de medición de la pobreza difieren de los occidentales, el avance es más que evidente en las zonas urbanas. La China de hoy brilla en sus detalles. Sorprende con sus contradicciones. Entre otras tantas cuestiones, desconcierta el desarrollo exponencial del mercado del lujo. En contraste con este aparato de control, las grandes ciudades chinas exhiben un nivel de consumo de extrema sofisticación. China es uno de los principales consumidores globales de bienes de lujo, y marcas como Chanel, Louis Vuitton, Tesla o Hermés tienen fuerte presencia en centros urbanos como Shanghái o Beijing. El consumo suntuario se explica por el crecimiento de una clase media-alta urbana con gran poder de compra. El lujo no sólo es tolerado, es promovido. El gobierno alienta el consumo de marcas nacionales de alto nivel como Huawei, Nio y Li Ning. Se incentiva el orgullo nacional por la producción propia a la que se estimula con aportes estatales. En 1979, Deng Xiapoing, líder del partido comunista, dispuso la creación de cuatro Zonas Económicas Especiales. Una de ellas en Shenzhen Este modelo económico autoritario, con desigualdades y control extremo, convive sin embargo con altos niveles de satisfacción popular. Diversas encuestas internacionales (Pew, Edelman, Gallup) muestran que más del 80% de la población china se declara satisfecha con el rumbo del país, y confía en su gobierno más que en cualquier otra nación medida. Un punto central para entender el modelo chino es el desarrollo urbano, y en particular el caso de Shenzhen, que pasó de ser una aldea pesquera a una smartcity tecnológica en un par de décadas. Esta ciudad, ubicada en la provincia de Guangdong, frente a Hong Kong, pasó en solo dos décadas de ser una aldea rural de 30.000 habitantes a convertirse en una metrópolis de más de 17 millones. Fue designada en 1980 como la primera Zona Económica Especial del país. Shenzhen está considerada como el Silicon Valley chino. Allí tienen sede empresas como Huawei, Tencent, DJI y BYD. Shenzhen es la cuna de la industria de autos eléctricos, de la robótica avanzada y de los drones. Shenzhen combina modernidad visible con control político invisible. Representa el modelo urbano que el Estado busca replicar: ciudad planificada, infraestructura moderna, metro eficiente, transporte eléctrico, crecimiento rápido y fuerte apertura al capital. Los límites del modelo también se expresan en la deslumbrante Shenzhen: desigualdades marcadas, presión laboral extrema y mercado inmobiliario desbordado. Las megaciudades chinas tienen trenes de alta velocidad, redes de metro extensas, barrios inteligentes y control algorítmico del espacio público. Pero también enfrentan desafíos comunes: gentrificación, precios inalcanzables de la vivienda y tensiones sociales que, por el momento, se mantienen bajo control. En China no hay debate político ni narrativa disidente. La confianza de la sociedad hace pie en las mejoras reales en las condiciones de vida y un fuerte sentimiento de orgullo nacional por el crecimiento económico. Bajo la superficie del bienestar general emergen, no obstante, algunas tensiones. Hay malestar entre los jóvenes urbanos por el desempleo, la falta de movilidad social y la presión competitiva. Fenómenos como el lying flat (“tirarse a no competir”) o la neijuan (“involución”) expresan una respuesta silenciosa ante un modelo que promete prosperidad pero exige obediencia total. El “Lying Flat” es una forma de protesta pasiva que gana adhesiones entre los jóvenes urbanos que consiste en rechazar el modelo de vida basado en exigencias sociales de trabajo en exceso, competencia por los ascensos, casarse, tener hijos. Promueven una vida minimalista y de baja demanda. Vivir con menos. El Partido Comunista ha rechazado abiertamente este movimiento. Lo considera una amenaza al ideal del trabajo duro y al crecimiento económico. Se han censurado publicaciones que lo promueven y se intentó contrarrestar con campañas que exaltan la “energía positiva” y el “espíritu de lucha”. “Neijuan” es la palabra con la que los jóvenes chinos nombran una trampa invisible: trabajar cada vez más, competir más, estudiar más… y no llegar a ningún lado. Una crítica feroz al modelo de desarrollo basado en el sacrificio personal extremo. China tuvo en 2023 un crecimiento de su PBI del 5,2%. Ese mismo año el ingreso per cápita fue de USD 12614, el balance fiscal fue de -7%. La inflación en 2024 alcanzó el 0,2%. Como ocurre en casi todo el planeta China enfrenta una tasa negativa de natalidad (0,88%) y una expectativa de vida de 78,2 años. En abril de 2025, la 137ª Feria de Cantón —la mayor exposición comercial del país— recibió a más de 30.000 expositores. Desde Argentina, llegaron 3.809 empresarios. La estrella fue la zona de robots de servicio, con 500 modelos distintos. Un video viralizó el impacto global del avance chino. A pesar de la tensión con EE. UU., China busca ampliar su comercio exterior. Hoy su principal destino exportador es ese país (14,7%). Argentina ocupa el puesto 53 (0,3%), con exportaciones por USD 9.300 millones. Las principales ventas: soja, aceite, cebada, mariscos y carne bovina (somos el segundo proveedor, con el 34,47%). El grupo Lead llevó a un hiperactivo grupo de desarrolladores urbanos interesados, entre otras cuestiones, en comprar insumos para la construcción y equipamiento en orden a sortear el aumento del costo de la construcción que se incrementó en casi un 80% en 2024. A pesar del clima de incertidumbre que genera la relación con EEUU se abre una oportunidad única para aumentar el intercambio comercial. El flujo en el nivel privado es hoy muy fuerte. La República Popular China ha anunciado que permitirá la entrada sin visa a los ciudadanos de Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay. “Damos la bienvenida a más amigos extranjeros para que experimenten la China colorida y vibrante”, declaró el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Lin Ian. El gesto de apertura da cuenta de la posición del gobierno que lidera Xi Jinping de enfrentar la embestida arancelaria de la administración Trump con templanza y activando sus vínculos multilaterales. Es difícil saber cómo cursará el vínculo entre Argentina y China hacia adelante. Nuestro país adhirió en 2022 a la iniciativa de la Franja y de la Ruta (IFR) también conocida como la Nueva Ruta de la Seda, es un ambicioso proyecto geoestratégico lanzado por Xi Jinping en 2013 con el objetivo de mejorar la conectividad global. Si bien el Banco Popular de China renovó por 5.000 millones de dólares el tramo activo del swap con el Banco Central argentino,una herramienta clave para apuntalar las reservas del país, y mandó una delegación china de alto nivel para fortalecer la cooperación económica, Argentina no firmó la declaración final ni participó de la foto oficial del la VI Reunión del Foro China-CELAC en Beijing, lo que fue interpretado como una señal de distanciamiento del gobierno argentino. El gobierno de Javier Milei sigue emitiendo señales contradictorias hacia China. Mientras China busca fortalecer los lazos con Argentina mediante medidas como la eliminación de visas y la cooperación económica, el gobierno argentino ha mostrado una postura ambivalente, participando en iniciativas económicas pero manteniendo cierta distancia en el ámbito diplomático.

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