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» Amanecer
Fecha: 16/05/2025 03:33
Este 15 de mayo, la Argentina celebra con emoción y memoria lo que sería el centenario de Horacio Guarany, una de las voces más emblemáticas del folklore nacional. Nacido el 15 de mayo de 1925 bajo el nombre de Eraclio Catalín Rodríguez Cereijo en un rancho humilde del paraje La Británica, entre Las Garzas y Lanteri, provincia de Santa Fe, Guarany fue mucho más que un cantante: fue el grito del pueblo hecho canción. Hijo de un hachero guaraní y de una inmigrante española, su niñez estuvo marcada por las penurias de una familia numerosa (fue el antepenúltimo de 14 hermanos) y el trabajo duro bajo el dominio de la empresa británica La Forestal. Esas vivencias forjarían más tarde su voz artística, comprometida y sensible, capaz de convertir el sufrimiento en poesía. Desde muy joven, Horacio sintió el llamado de la música. Aprendió guitarra con Santiago Aicardi y en 1943 partió hacia Buenos Aires para perseguir su sueño de cantor. Allí sobrevivió con oficios varios, desde cocinero hasta foguista, mientras cantaba tangos y boleros en bares porteños. Su suerte cambió al conocer a los músicos paraguayos Herminio Jiménez y José Asunción Flores, quienes lo guiaron en sus primeros pasos profesionales y lo introdujeron en la militancia comunista, que marcaría gran parte de su obra y de su postura ante la vida. En 1961 pisó por primera vez el escenario del Festival de Cosquín, donde su presencia se volvería mítica. Con canciones como “Guitarra de medianoche”, “Río San Javier”, “Canción del adiós” o “Si se calla el cantor” —convertida en himno por su carga política y poética—, supo emocionar a generaciones que lo aplaudieron de pie. Grabó 57 discos y escribió más de mil canciones, muchas nacidas, según él, “de un tirón”, con la inspiración que solo da el amor profundo por el pueblo. Fiel a su estilo frontal y sin dobleces, Guarany no esquivó la controversia. Fue prohibido, allanado y perseguido por sus ideas. Pero nunca se calló. “Si el cantor no habla, ¿quién va a hablar por el obrero, por el luchador?”, decía. Su relación con figuras políticas tan dispares como Menem, Alfonsín o Duhalde alimentó la leyenda de un artista que no encajaba en moldes ni etiquetas, aunque siempre se definió como amigo del pueblo. El vino, su eterno compañero, también fue parte de su historia. Lo defendía como la alegría del trabajador, el canto del obrero, la celebración del esfuerzo. Su casa en Luján, “Plumas Verdes”, alimentó anécdotas inverosímiles, como aquella que decía que de sus canillas salía vino en lugar de agua. Guarany murió el 13 de enero de 2017 a los 91 años, dejando una obra inmensa que incluye discos, libros, películas y frases inolvidables. Pero su legado más profundo es haber entrado para siempre en el corazón del pueblo argentino, allí donde el canto y la memoria nunca mueren. Hoy, a 100 años de su nacimiento, en cada rincón del país donde haya un folklorista, resonará su voz. Porque Horacio Guarany no fue solo un cantor: fue —y sigue siendo— la voz de los que no tienen micrófono.
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