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» Diario Cordoba
Fecha: 16/05/2025 02:46
Pasan las nueve de la noche y Rafael sonríe mientras sirve, por penúltima vez, uno de sus inconfundibles perritos calientes. El bar Lucas vuelve a estar lleno tras casi tres meses cerrado, esta vez por una razón especial: su despedida. A ella han acudido familiares y amigos, a quienes Rafael ha llamado uno a uno para compartir este momento. Después de unos meses difíciles por motivos de salud, el veterano hostelero ha recuperado la sonrisa. Recibe elogios y muestras de cariño con la misma humildad con la que ha servido durante más de medio siglo. Hoy y mañana solo se sirven perritos calientes. Pero no unos cualquiera: los de Lucas. Serán los últimos que prepare Rafael. Antes de echar el cierre a este símbolo de la hostelería cordobesa, hará tres especiales: el de su mujer, el de su hijo y el suyo. Se los tomarán en silencio, cuando todos se hayan ido, en una escena íntima cargada de recuerdos. Luego bajará la persiana por última vez. Y aunque el bar pueda seguir con otros propietarios, sabe que no volverá a ser lo mismo. "Hemos intentado dar calidad y un buen servicio" Tras superar la parte más complicada de su enfermedad, Rafael comprendió que había llegado el momento de decir adiós. “Uno quiere seguir, pero está claro que ya es hora de parar”, cuenta con emoción. La decisión, reconoce, ha sido dolorosa: “Me siento mal. María —su mujer— y yo hemos pasado toda la vida aquí. Pero ya no hay más remedio”. Una pareja toma uno de los últimos perritos de Lucas. / Manuel Murillo A pesar del cansancio y la emoción, Rafael no deja de agradecer a sus clientes. “Estoy a tope, dando 40.000 besos y abrazos”, dice entre risas, visiblemente emocionado. “Siempre se han portado espectacular con nosotros. Hemos intentado dar calidad y un buen servicio, que la gente sintiera que aquí tenía su casa. Y eso nos lo han devuelto con cariño. Te conmueve”, confiesa. Durante estas semanas, cuenta, mucha gente le ha parado por la calle para preguntarle cómo está. La despedida es sencilla, como él quería: sin alardes, en su casa. “Es el mejor homenaje posible”, asegura. Una vida llena de recuerdos Al hacer balance de toda una vida tras la barra, Rafael destaca que el mayor regalo ha sido conocer a “gente maravillosa y admirable”. Ese, dice, es el verdadero legado de Lucas. “Tengo recuerdos en cada rincón... Recuerdo especialmente la pandemia, cuando la gente fue increíble con nosotros”. No sabe si se llevará algún objeto del local: “Dependerá de quién lo compre”. Y entre sonrisas sinceras, también se cuela la autocrítica: “Han sido muchos años en un negocio muy exigente. Pido disculpas por los errores que haya podido cometer”. Rafael Lucas (tercero izquierda), junto a su familia en el bar. / Manuel Murillo Para muchos, Lucas no es solo un bar, es parte de su relación con Córdoba. Fundado por su padre, Rafael empezó a trabajar en él siendo apenas un niño. “He crecido tras esta barra”, dice. Y aunque el cuerpo ya no le permite seguir, el alma del lugar sigue impregnando cada rincón. María recuerda que han renunciado a muchas cosas por mantener el bar abierto: “Hemos sacrificado mucho”, dice con una mezcla de orgullo y nostalgia. También han vivido momentos felices, como cuando celebraron el 18º cumpleaños de su hijo en el propio local. Rafael sonríe por primera vez durante la conversación cuando asegura que en casa no volverá a preparar perritos: “Cuando me corto la coleta, me la corto de verdad”. Pasear estos días junto a la puerta del bar ha sido “muy duro”, y admite que le cuesta imaginar el momento de bajar la persiana por última vez. El último perrito Ese instante llegará el viernes. Cuando los últimos amigos se hayan ido y solo queden él, su mujer y su hijo, Rafael preparará su último perrito caliente. “Nos lo comeremos juntos”, asegura. No habrá brindis ni grandes palabras. Es probable que la escena esté dominada por el silencio, con algunas luces apagadas y sentados en las mismas sillas por las que han pasado generaciones de cordobeses. Cada uno repasará mientras come y en silencio una historia que ha sido mucho más que un trabajo: ha sido una vida. Será su manera de decir adiós. Quizás el bar continúe con otro nombre, en otras manos, tal vez sin perritos. Pero lo que está claro es que será diferente. Este viernes, Rafael pondrá su último perrito.
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