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» Diario Cordoba
Fecha: 15/05/2025 05:37
Que algo sea esperado no lo hace menos intenso. Han pasado seis meses desde el último abrazo, la última lágrima, el último "te quiero" en persona. Este miércoles, el primer contingente de 150 militares de la Brigada Guzmán el Bueno ha regresado a España desde Líbano, de ellos, alrededor de medio centenar ha llegado a Córdoba esta madrugada. El escenario es el mismo que aquella lejana noche de noviembre, los aledaños de la estación de trenes, pero esta vez la tristeza ha dado paso a la alegría, el miedo a la certeza y la soledad al tan anhelado reencuentro. Todo ello ha dado como resultado un silencio que solo se ha roto por el sonido de los besos y alguna frase nerviosa. De fondo, un sentimiento de alivio, "ya están aquí". Tras completar su misión en la base Miguel de Cervantes, cercana a la localidad de Marjayún, este grupo es el primero de los tres que volverán en los próximos días. Se espera que el segundo contingente llegue en breve, seguido por el último, completando así el regreso de los cerca de 600 militares desplegados. Aunque el autobús tardó casi dos horas más de lo previsto, fue alrededor de la una de la madrugada cuando finalmente llegó a Córdoba. Las familias, que llevaban más de una hora esperando frente a la estación, estallaron en emoción. Entre ellas estaban Ana Molina y Ana Belmonte, hermana y madre de Pablo Molina, quien regresaba de su primera misión. "Lo hemos echado muchísimo de menos. Sabíamos que sería duro, pero hubo días en los que se hizo realmente difícil", confesaban emocionadas. Para ellas, lo más doloroso fue pasar las navidades sin él: "Era muy triste ver su silla vacía", recordaba la madre. También echaban en falta los pequeños detalles: "Entrar en su cuarto y no verlo ahí, día tras día". Afortunadamente, la comunicación fue constante, incluso con videollamadas. La llegada de los militares de la BRI X desde el Líbano / Víctor Castro Inmaculada Expósito también vivía su primer reencuentro tras seis meses separada de su hijo, Juan Rafael López. "Lo he llevado fatal, ha sido horrible. Estoy atacada de los nervios", confesaba mientras apuraba un cigarro con manos temblorosas. Coincide en que la Navidad fue especialmente difícil, aunque cada día pesaba su ausencia. "Cuando lo vea, me lo voy a comer a besos", decía con los ojos vidriosos. La experiencia suma Más habituadas a estas despedidas están Victoria Lucena y su hija Ana. El padre de la niña, Juan José Jalón, ya estuvo desplegado en 2022. "No ha sido ni mejor ni peor, simplemente diferente. Ya sabíamos a lo que veníamos", explicaba Victoria. La joven, visiblemente nerviosa, sostenía con ilusión dos pancartas preparadas durante la tarde. En una de ellas se leía: "Te queremos mucho, papi. Aunque la tristeza sigue presente, esta vez la ausencia no coincidió con las vacaciones, lo que supuso una carga añadida para Victoria, que tuvo que encargarse sola del trabajo, el colegio y las actividades extraescolares. "Esa es la otra cara del sacrificio que hacemos también las familias", afirmaba, reconociendo lo agotador que ha sido. La familia González Cobo también conoce bien esta experiencia, aunque esta ocasión tenía algo especial. Reunidas junto a un banco en la estación de autobuses, seis mujeres —abuelas, primas, madres y tías— esperaban a Pedro Antonio González, quien vivía su primera misión fuera de casa. "No sé qué le voy a decir… solo sé que lo voy a abrazar y no lo voy a soltar", decía su abuela, emocionada. Han estado en contacto constante con él, y aunque "no es lo mismo que tenerlo en casa", confían en que "ha estado en buenas manos". Esas manos eran precisamente las de su padre, veterano en misiones: "Nos hemos acostumbrado a tener a papá fuera cada pocos años durante seis meses. No es fácil, pero con el tiempo desarrollas pequeños trucos y aprendes a convivir con ello", contaba una de sus hijas con firmeza. La llegada de los militares de la BRI X desde el Líbano / Víctor Castro “Nada, esto se ha pasado en un abrir y cerrar de ojos”, decía entre risas Ana, mientras sostenía en brazos a su hijo Daniel. “Este no se ha enterado de nada”, añadía señalando al bebé, aunque su hermana, más mayor, lo había llevado peor. También ellos prepararon dos cartulinas con un mensaje sencillo pero conmovedor: “Te queremos muchísimo, papá”, acompañadas de una foto familiar. El momento de la llegada Conforme el autobús se vislumbraba al final de la avenida, el nerviosismo se volvía palpable. Algunos daban pequeños saltos para liberar tensión, otros se abrazaban buscando consuelo, y no faltaban quienes avanzaban unos pasos, intentando acortar la distancia una última vez. Cuando el vehículo comenzó a girar hacia la calle de acceso, un silencio se apoderó de todos. Duró apenas unos segundos, más por incredulidad que por solemnidad. Entonces, una voz rompió el silencio con un "¡Viva España!", y estallaron los aplausos. A estos les siguieron los besos, los abrazos y las lágrimas. “¡Qué grande estás!”, decía González mientras besaba una y otra vez a su hija, que aún trataba de asimilar lo que ocurría. Otros levantaban las pancartas, abrazaban a los más pequeños o se acariciaban la barba, en un gesto de contención. “¿Quieres dormir conmigo esta noche?”, preguntaba un padre a su hija. La llegada de los militares de la BRI X desde el Líbano / Víctor Castro Algunos echaban mano del humor, como Luisa, que desde su silla de ruedas recibía a su nieto con un divertido: “¡Vaya viajecito, eh!”. Otros inmortalizaban el momento con una foto de familia, conscientes de que este instante soñado durante muchos meses por fin se materializaba. Los abrazos eran constantes, mientras las palabras, por lo general, eran breves: "Ya estoy aquí", "por fin". Ya habrá tiempo para hablar detenidamente más adelante, en ese momento, la emoción lo superaba todo. Apenas cinco minutos después, la estación quedaba casi vacía. La mayoría de las familias se había marchado, caminando en silencio o intercambiando frases cotidianas para llenar un vacío cargado de significado. Un silencio que dice mucho: refleja el sufrimiento compartido de quienes han estado medio año lejos de sus hijos, hermanos, parejas, maridos, nietos o amigos. Seis meses sin su confidente, su compañero de vida, su pilar. Y ambos lados saben que, probablemente, no será la última vez que vivan una despedida así. Porque, como decía uno de ellos: “Así es nuestra vida, ¿no?". Suscríbete para seguir leyendo
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