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» Jackemate
Fecha: 15/05/2025 02:30
Comparte este Articulo... Por Ricardo Marconi (*) La caída no programada de la sonda soviética Kosmos 482 en el Océano Índico, luego de su fallido intento -hace más de cinco décadas de llegar a Venus-, reavivó los debates internacionales sobre los riesgos que implican los desechos orbitales que derivan en un escenario hipotético: el denominado Síndrome de Kessler. El referido síndrome es también conocido como la “cascada de ablación” propuesto por el consultor de la NASA Donald Kessler, quien sostiene que “la acumulación de basura espacial en órbita terrestre baja, genera un efecto dominó de colisiones, las que a su vez producen más choques en el espacio y que derivan en más basura, haciendo que la densidad de los residuos espaciales se vuelvan superiores en número que los objetos en órbita, creando un círculo vicioso de impactos de inimaginables consecuencias en el tiempo”. El aparato aludido fue lanzado el 31 de marzo de 1972 en el marco del Programa Venera de la Unión Soviética, diseñado para estudiar la superficie y la atmósfera del planeta Venus. Debía ser una misión gemela de la sonda Venera 8, que sí consiguió posarse sobre el planeta. Nube de restos El Kosmos 482 falló en alcanzar su objetivo y nunca logró abandonar la órbita terrestre, debido a una falla en la cuarta etapa del cohete Molnia-M, impidió que alcanzara la velocidad de escape necesaria. La etapa funcionó durante 125 segundos en lugar de los 192 previstos, y la misión sucumbió antes de dejar la Tierra. La basura espacial es la consecuencia de explorar el espacio, ya que la primera parte de un lanzamiento se termina desintegrando en la atmósfera de nuestro planeta. La segunda y tercera fase quedaron en órbita al alcanzar la altura necesaria para que la nave continúe en torno a nuestro planeta y se convierte en basura espacial en el tiempo, al igual que las partes de la nave que dejan de tener algún propósito, pero no dejan de controlarse. A ello hay que agregar que también hay actualmente basura espacial en la órbita geoestacionaria. 2.000 objetos en torno a nuestro planeta Actualmente hay unos 2.000 objetos en órbita en torno a la Tierra que son monitoreados, a lo que hay que agregar otros 3.000 no monitoreados, aunque operativos. Las estimaciones totales hacen referencia a 128 millones de objetos que tienen un diámetro de hasta 1 centímetro; 1.000 con diámetro de 1 a 10 centímetros y 3.400 objetos de tamaño superior. Hay que precisar que, para estar en órbita, un objeto viaja a 28.000 kilómetros /hora y cualquier impacto puede producir situaciones gravísimas en el espacio. Para colmo hay 400 naves en órbita geoestacionaria que deben hacer maniobras de evasión cuando advierten que están a punto de enfrentar una posible colisión a 400 o 500 kilómetros de altura, donde hay menos basura espacial y la que existe es de menor entidad. A pesar de ello es factible que se produzcan impactos entre satélites a 28.000 kilómetros/hora, produciendo una gigantesca nube de fragmentos por lo que se pretende que los países acuerden proyectos para reducir la basura espacial. Se estima que el impacto ruso de su misil produjo alrededor de 1.500 fragmentos rastreables, pero hay que dejar claro que muchos más no pueden ser identificados, ya que la industria espacial gubernamental y ahora también la privada no se ocupan en la medida necesaria de la cuestión. La situación se torna delicada ya que en la órbita baja -hasta 2.000 km de altura-, de la Tierra hay muchos restos. Rusia decidió destruir el Kosmos 482 con un misil antisatélite que ha producido una nube de restos de basura espacial en las primeras 24 horas, poniendo en riesgo a la Estación Espacial Internacional, lo que puso en peligro los astronautas que se hallaban en su interior, quienes debieron refugiarse de manera preventiva, ya que otros países del orbe desconocían la decisión soviética. Sin embargo, la nave permaneció activada durante unas horas antes de descomponerse en partes. Algunos fragmentos cayeron a la Tierra en el corto plazo, pero el componente más robusto —la cápsula de descenso— quedó atrapado en una órbita elíptica, con una altitud que oscilaba entre 220 y 9.800 kilómetros. Desde entonces, giró alrededor del planeta de forma silenciosa, imperceptible para la mayoría, pero constantemente vigilada por un reducido grupo de entusiastas y agencias especializadas. El regreso El descenso definitivo se produjo cuando la cápsula reingresó en la atmósfera terrestre y cayó a unos 560 kilómetros al oeste de la Isla de Andamán del Medio, según confirmó la agencia espacial rusa Roscosmos, siendo seguido de cerca por organizaciones científicas que, durante los últimos días especularon con el punto exacto de impacto y con la posibilidad de que parte del artefacto sobreviviera al calor extremo del reingreso. Roscosmos oficialmente añadió que “el descenso del aparato se controló mediante un sistema automatizado de alerta sobre situaciones peligrosas en el espacio cercano a la Tierra”, en referencia a los protocolos establecidos para evitar riesgos en zonas habitadas. La nave fue seguida por radar hasta que descendió de forma definitiva tras su trayectoria incierta. Kosmos 482 había sido preparada para atravesar la atmósfera venusina que es más densa y hostil que la terrestre. El artefacto poseía una cubierta de titanio y se detectó una estructura alargada en uno de los lados de la cápsula, posible indicio de que los paracaídas seguían sujetos a su estructura. Sin embargo, nadie podía garantizar que el sistema funcionara tras más de medio siglo en el espacio. La carga científica de la Kosmos 482 no se utilizó. Su equipamiento incluía instrumentos para estudiar flujos de partículas espaciales, espectrómetros gamma para analizar la composición de la superficie venusina, un fotómetro para medir la iluminación y sensores para calcular la temperatura y la presión atmosférica. Todo eso quedó varado en la órbita terrestre por el fallo técnico en una etapa crítica del cohete lanzador. Modificaciones de la cápsula Con el paso del tiempo, la órbita de la cápsula fue modificándose de forma progresiva. La fricción con las capas más altas de la atmósfera, aunque débil, provocó una pérdida constante de altitud. La elipse original, que alcanzaba casi 10.000 kilómetros en su punto más alejado, se redujo a menos de una cuarta parte. La caída era solo cuestión de tiempo. Para algunos observadores, el retorno a la atmósfera de Kosmos 482 ofreció más que una curiosidad técnica. También fue una advertencia sobre el volumen creciente de basura espacial que rodea al planeta. Según datos recientes de la Agencia Espacial Europea (ESA), existen millones de fragmentos de más de un centímetro de tamaño girando alrededor de la Tierra. Kosmos 482 formó parte de ese inventario durante más de medio siglo. Esto ya pasó En noviembre de 2021, Rusia destruyó un satélite espacial ruso utilizando un misil antisatélite, lo que provocó la creación de una gran cantidad de desechos espaciales. El satélite objetivo, Kosmos 1408, era un antiguo satélite espía soviético de vigilancia de señales de radio Tselina. La prueba del A-Sat fue realizada desde el cosmódromo de Plesetsk, a unos 800 km al norte de Moscú. La destrucción del satélite puso en peligro a los astronautas de la Estación Espacial Internacional (EEI) y generó preocupación por la seguridad del espacio exterior. La relación Kosmos 482 y los edulcorantes “Todos los edulcorantes artificiales que utilizamos hoy en día fueron descubiertos por accidente o se basaron en moléculas de sabor dulce conocidas”, dijo Brian Wang, coautor de un estudio paralelo sobre percepción del dulce en humanos. Aunque esta cita pertenece a un tema distinto, su lógica se emparenta con el caso de Kosmos 482: la persistencia de tecnologías antiguas puede tener efectos inesperados a largo plazo. La cápsula soviética no era una amenaza directa, pero su recorrido final obligó a gobiernos, agencias espaciales y científicos a revisar los protocolos de monitoreo orbital. ¿Qué hacer con los artefactos que quedaron activos a medias? ¿Cómo calcular con precisión su deterioro estructural? ¿Cuánto riesgo implica cada pieza en desuso? Las preguntas sin respuesta deben ser resueltas lo más rápidamente posible, ya que vidas humanas están en juego. La falta de capacidad para predecir con certeza el punto de impacto, sumada a la posibilidad de daños en zonas habitadas, potencia los llamados a mejorar los sistemas de rastreo, control y eliminación de residuos espaciales. 482 en el océano Índico La cápsula de titanio que nos ocupa, diseñada para otra atmósfera y otro planeta, regresó a la Tierra para cerrar su propio ciclo y puso cinco décadas después, en movimiento, conversaciones sobre el futuro de la exploración espacial, la sostenibilidad en órbita y la memoria tecnológica de la humanidad. Un legado impensado para una nave que nunca llegó a su destino. La misión Lucy, cazadora de asteroides La misión Lucy de la NASA prueba el despliegue de sus paneles solares en la cámara de vacío térmica en Littleton, Colorado. Estos grandes paneles, cuando funcionen a pleno, capturarán la luz solar necesaria para impulsar una nave espacial mientras viaja por el espacio. A medida que los astrónomos continuaban descubriendo asteroides escondidos en los puntos de Lagrange de Júpiter, continuaron llamándolos como héroes de la guerra de Troya y comenzaron a referirse a ellos como “asteroides troyanos”. Así se refieren a los asteroides que habitan en los puntos estables de Lagrange de cualquier planeta, aunque los nombres de La Ilíada están reservados para los troyanos de Júpiter. Más tarde se convirtió en una convención nombrar los asteroides L4 de Júpiter por personajes griegos y los asteroides L5 de Júpiter por personajes troyanos, por lo que L4 y L5 se convirtieron en el “campo griego” y el “campo troyano”, respectivamente. Descubrimiento de asteroides Al parecer, Palisa no previó esta tradición, ya que su selección de los nombres de los primeros tres asteroides llevó a un “espía” griego a residir en el campo troyano (Patroclo) y a un troyano confuso (Héctor) que probablemente deambuló en el campo griego con la esperanza de ordenar algunos de sus famosos ataques con caballos de madera hechos a medida. Ninguna nave espacial ha estado jamás en esta población de pequeños cuerpos celestes, llamados asteroides troyanos. Ahora, una nueva misión del Programa de Descubrimiento de la NASA llamada Lucy sobrevolará siete asteroides troyanos, más un asteroide del cinturón principal, para estudiar la diversidad de esta población en una única misión récord de 12 años. Lockheed Martin Space Systems en Denver está construyendo la nave espacial. La carga útil de la nave espacial es proporcionada por Goddard, el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins y la Universidad Estatal de Arizona. La gestión del programa Discovery está a cargo del Centro de Vuelo Espacial Marshall de la NASA en Huntsville, Alabama. (Jackemate.com) (*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política
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