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» Data Chaco
Fecha: 13/05/2025 21:17
En Argentina, el asma sigue siendo una enfermedad que provoca entre 600 y 800 muertes anuales, a pesar de contar con tratamientos efectivos. Esta afección, que impacta significativamente la calidad de vida de millones de personas, aún enfrenta desafíos importantes en su diagnóstico y manejo adecuado. "El asma no tiene alta mortalidad, pero se sigue muriendo gente por su causa", afirma Ricardo Gené, ex jefe de la División Neumonología del Hospital de Clínicas y ex director de la residencia universitaria y de la carrera de médico especialista en neumonología de la UBA. Según el especialista, muchos de estos casos mortales se deben a déficits en la evaluación, el control, el acceso a la medicación y el cumplimiento de la terapia. El subdiagnóstico es un problema común. Aunque en las últimas décadas se desarrollaron medicamentos que transforman la vida de los pacientes más graves, muchos centros de salud, especialmente en ciudades medianas o grandes del país, carecen de espirómetros. Este dispositivo es esencial para diagnosticar asma y, en particular, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Sin una espirometría, se corre el riesgo de sobrediagnosticar o subdiagnosticar estas condiciones, comprometiendo el tratamiento y la calidad de vida de los pacientes. A esto se suma que muchos fumadores con tos crónica y catarro son diagnosticados erróneamente con EPOC sin la confirmación adecuada, cuando podrían tener bronquitis crónica sin obstrucción bronquial. Esta falta de precisión en el diagnóstico también impide identificar comorbilidades cardiovasculares asociadas, presentes en aproximadamente el 35% de los pacientes con EPOC, según Gené. Para aumentar la conciencia sobre estas enfermedades, el Instituto Copenhague para Estudios del Futuro (CIFS) desarrolló el Índice de Asma Grave, una herramienta que compara cómo los países previenen, diagnostican y tratan esta enfermedad. Este índice evalúa cinco categorías: contexto político, acceso y cobertura de salud, características del sistema sanitario, carga de enfermedades y factores ambientales. En su última edición, que incluyó 43 países, Argentina obtuvo 53,7 puntos sobre 100, quedando detrás de Brasil (65,5), Chile (59,6), Colombia (61,3), Costa Rica (58,2) y México (60,6). Esto refleja deficiencias en el acceso a la atención, la concentración de especialistas en grandes ciudades y la disponibilidad limitada de terapias avanzadas en el sistema público. La fragmentación del sistema de salud y la falta de registros médicos electrónicos son otros obstáculos. Además, aunque Argentina tiene una baja tasa de mortalidad en comparación con otros países, enfrenta altos niveles de tabaquismo y obesidad, factores que complican el manejo del asma y la EPOC. Los factores ambientales también juegan un papel crucial. La calidad del aire en el país varía significativamente según la región, siendo peor en las grandes ciudades. El tabaquismo sigue siendo significativo, y muchos trabajadores están expuestos a contaminantes en industrias y actividades agrícolas, aumentando el riesgo de desarrollar enfermedades respiratorias. Más allá de la mortalidad, el asma puede deteriorar gravemente la calidad de vida de quienes no tienen acceso a medicación adecuada. Un inhalador con corticoides y broncodilatadores, que es fundamental para controlar los síntomas, puede costar entre 120.000 y 140.000 pesos mensuales, un gasto prohibitivo para muchos. Existen dos tipos de crisis asmáticas. Las de instalación lenta, que se desarrollan a lo largo de varios días, y las de instalación súbita, que pueden poner en riesgo la vida en cuestión de minutos. Estas últimas suelen afectar a pacientes con hiperreactividad bronquial severa y requieren tratamientos específicos, como corticoides o incluso drogas biológicas para aquellos con asma alérgica eosinofílica. Los medicamentos biológicos, aunque altamente efectivos, son costosos y de difícil acceso, lo que agrava las desigualdades en el tratamiento del asma severo. Estos tratamientos pueden cambiar radicalmente la calidad de vida de los pacientes, permitiéndoles llevar una vida normal, pero sin ellos, muchos enfrentan internaciones frecuentes y complicaciones graves. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada día mueren 1000 personas a causa del asma, y muchas de estas muertes son prevenibles. Sin embargo, el subdiagnóstico y el tratamiento inadecuado siguen siendo comunes, especialmente en países de ingresos bajos y medios, donde solo una fracción de la población tiene acceso a los medicamentos necesarios. El asma es la enfermedad crónica más frecuente en la infancia, afectando a más de 350 millones de personas en todo el mundo. Se calcula que alrededor del 12% de los niños sufren asma, aunque algunos pueden experimentar una mejora durante la adolescencia o juventud. Sin embargo, si con el tiempo se exponen a factores negativos como el tabaquismo o situaciones de estrés severo, la enfermedad puede reaparecer. Aunque el asma no tiene cura, su control es posible. Esto implica minimizar los síntomas, reducir la necesidad de inhaladores de emergencia y evitar las visitas de emergencia e internaciones. "Un asmático que está bien controlado debe poder llevar una vida normal, incluyendo la práctica de ejercicio físico", asegura Gené. Finalmente, el impacto social y económico del asma no puede subestimarse. Los pulmones de los niños que crecen en condiciones precarias, con desnutrición y exposición a contaminantes, se desarrollan un 60% menos de lo esperado, aumentando su riesgo de EPOC en la adultez. Notas Relacionadas
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