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» Diario Cordoba
Fecha: 12/05/2025 11:36
"Me habían creado unas expectativas enormes con los patios de Córdoba y venía pensando que me iba a encontrar algo grandioso, pero he descubierto que lo espectacular de esta fiesta está en lo pequeño y en la hospitalidad de la gente de que te recibe en su casa". Es el testimonio de este mismo lunes de Merche, una valenciana que después de visitar varios recintos, daba en la diana de lo que significa el título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, algo que no se sustenta en la arquitectura ni en las flores sino en la gente y en su modo de vida. La ruta de Santiago y San Pedro es una de las que a día de hoy permiten disfrutar de esa esencia en estado más puro. Conformada por nueve recintos, constituye uno de los recorridos menos transitados y a la vez más populares. Para apreciar esta ruta de las maravillas, conviene atender siempre a los detalles. La Ruta 3 de los Patios de Córdoba, en imágenes / Víctor Castro En Diego Méndez 11, no hay grandes lujos ni plantas carísimas, pero sí todos los elementos definitorios de un patio popular. Se trata de una casa formada por nueve hogares que giran en torno un patio tradicional. José María y su mujer son dos de los cuidadores. "No tenemos grandes pretensiones, si a la gente le gusta, nos damos por satisfechos", explica José María, que define su estilo como "popular, con flores de toda la vida como gitanillas, geranios y surfinias que den el color mezcladas con plantas de toda la vida como las pilastras, los helechos, la flor de la gamba o el correquetepillo". José María, en Diego Méndez 11. / Víctor Castro En los últimos años, se han ido algunos de los vecinos más mayores, dejando al cargo a las nuevas generaciones, que siguen empeñadas en mantener la tradición viva. "Nos gusta cuidar los detalles, por eso tenemos el rincón del gramófono, la máquina de escribir antigua, la silla de anea con la guitarra, la casita de los pajaritos y tiestos de colores". No suele haber colas en la puerta y eso mejora la experiencia de los turistas, que pueden tomarse algún tiempo de contemplación. La Palma 3, con la espectacular buganvilla al fondo. / Víctor Castro La Palma 3 es otra casa de vecinos. En ella conviven solo dos familias, aunque Manuel Cachinero es quien se encarga del patio normalmente. Su mano de artista se deja ver en cada rincón aunque el esplendor floral resulta sobrecogedor desde algunos lugares. "Este año, la buganvilla está como nunca, si se ve desde abajo es como una enorme cascada fucsia", comenta. El sonido del agua, intensificado por la fuente central, hace del conjunto un lugar armonioso que transmite paz. "Dicen que los patios dan mucho trabajo y es verdad, pero para mí es un trabajo placentero, que me maravilla porque cada día me depara sorpresas", comenta Manuel, mientras señala el jazmín estrellado que da aroma al visitante, la rosa de pitiminí, los limones que chorrean desde la casa de al lado, algo asilvestrada, una enorme costilla de Adán, las hortensias delicadas abrazando la fuente y los detalles, siempre los detalles. "Este año, he colocado una estatua de San Miguel, patrón de mi pueblo, Villanueva de Córdoba en lugar del San Rafael", explica apuntando una de sus esculturas metálicas. En el abrevadero del fondo, el agua clara aloja varios peces de colores y en la entrada, luce una flor exótica del desierto de Australia llamada pata de canguro. "En verano, el patio es como un pulmón que te da oxígeno, hay un microclima que te alegra la vida". Piscina central del patio de Aceite 8. / Víctor Castro En la calle Aceite 8 saben bien de qué habla Manuel. José Antonio, albañil de profesión, dedicó treinta años a construir su paraíso y ahora puede disfrutar de su creación. La fuente llena de flores de la entrada es la primera foto obligada de los turistas. A partir de ahí, uno no sabe dónde mirar porque todo está lleno de flores distintas. Centáureas, palmeras, surfinias te van llevando por el pasadizo hasta la piscina central y el jardín contiguo, en el que reina la gran palmera superviviente del picudo que sigue desafiando al tiempo desde las alturas, protegiendo en su manto la colección de pequeños cactus atesorado por su dueño. Ahora busca inquilino para uno de los apartamentos que se quedará libre en verano. "Ese dinero es el que uso para los gastos del patio", explica, mientras una visitante le pide un esqueje de su cactus de raspa, un espécimen que llama la atención por su forma y que cuelga en el tronco de la altísima palmera. Mientras le recorta un trozo, comenta que el patio es un lugar de convivencia con los dos inquilinos que se alojan en torno a él. "Hacemos vida en el patio y en verano, es una delicia estar aquí por la piscina y por el frescor que da la vegetación". Cuesta imaginar un lugar más apacible para un agosto cordobés. Cada planta tiene su propia historia y su dueño la cuida con todo el mimo. "El valor de esta fiesta es poder pasear por un sitio tan bonito y que la gente de Córdoba te abra su casa para ver cómo se vive en esta tierra", comenta una pareja madrileña, "esto es una maravilla". Patio de las campanas, con Jenaro sentado al fondo. / Víctor Castro La Casa de las Campanas en Siete Revueltas 7 no se queda corta. Basta cruzar la puerta para que el olor del jazmín estrellado te dé la bienvenida. A pie de patio se encuentra Jenaro, el cuidador principal, que aprendió lo que sabe de plantas "a base de prueba y error", confiesa, "lo más importante en un patio es dar con el sitio adecuado para cada planta y para eso hay que buscar la luz, el aire que entra, si hay mucho sol o sombra, en qué momento del día...". Tiene muchos ejemplos de plantas que han sobrevivido tras un cambio de ubicación. "Esta kentia de hojas enormes estuvo años en la galería hecha un asco hasta que le busqué este sitio al lado del ciprés y mira cómo está". La justicia, otra flor del patio también estuvo mucho tiempo dando tumbos hasta que aterrizó en un arriate del fondo donde se ha hecho fuerte. "Lo malo de este patio es que hay muchos gatos y eso no va bien para las plantas porque un poco de abono viene bien, pero demasiado no y el pipí es muy ácido". El año de las buganvillas Este año es el año de las buganvillas. Vaya poderío también las de esta casa, situadas en el patio del fondo, donde el taller de artesanía que este año ha notado una bajada de las ventas. "Los guiris gastan más, pero los españoles se nota que estamos con el bolsillo regular", confiesa uno de los responsables. Los rincones rebosan historia y tradición, como la esquina de los utensilios de antaño. Propiedad de la asociación Amigos de los Patios, la Casa de las Campanas es escenario de mil actividades culturales, pero también un lugar de convivencia. "Estamos cuatro vecinos y nos llevamos bastante bien". Agustín Moreno 43, de arquitectura antigua. / Víctor Castro En Agustín Moreno 43, vive Paco y su familia. "Este año puede que sea el último que lo pongamos en concurso", asegura su cuidador, "es agotador y yo tengo la rodilla fatal". Sentado bajo un mar de flores, recibe la visita de conocidos estos días, a quienes les explica que este año le costó mucho trabajo realizar los trabajos. "La fiesta de los patios me encanta, pero no tengo ayuda y si lo pongo, quiero que esté lo mejor posible", comenta, "mi hijo no quiere patio y mi mujer es profesora y no tiene tiempo, ya veremos lo que pasa". En torno a la fuente central, tiene una gran variedad de plantas, como una esparraguera muy antigua y la característica yedra que envuelve el recinto y que llegó a la casa hace 42 años después de que su madre tomara un esqueje de la Alhambra. El cansancio no impide que esté planeando el fin de fiesta. "Cuando esto acabe haremos un perol con los vecinos del barrio, como todos los años". Así recibe Paco a la primavera. Ana y Lola, sentadas en el patio de Tinte 9. / Víctor Castro Otra de las maravillas de esta ruta se encuentra en la calle Tinte 9, la casa de Ana Muñoz, que a sus 88 años es la flor más bella de su patio. Acompañada siempre por su inseparable Rafi, sigue llevando la voz cantante en su patio, decorado con mil colores y una enorme variedad de las miniplantas que la han hecho famosa. "Este año, hemos traído un cactus nuevo con capullitos blancos que tenemos colgado en el limonero-naranjo", explica Rafi mientras Ana saluda al exconcejal de Ferias y Festejos, Marcelino Ferrero, que este lunes anda de patios con su mujer. Luego se sienta en la mecedora junto a su amiga de toda la vida, Lola, de 91 años, y parecen dos adolescentes recién salidas de clase. El patio de Tinte 9 tiene el encanto que da la solera y la experiencia. No se pierdan el frontal de surfinias, cuyo riego supone un deporte de riesgo. "Damos mil vueltas para encontrar surfinias de todos los colores", explica Rafi, "y para regarlo, hay que subirse a una escalera, por un lado, asomarse sobre las tejas y regar la mitad y desde el otro lado, regar el resto descolgada un poco en el tejado". Podrían conformarse con menos, pero eso a ellas no les va. Patio de Alfonso XII 29, de Jacinto e Iluminada. / Víctor Castro Barrionuevo 43 y Alfonso XII 29 completan el recorrido con dos perlas más de arquitectura moderna y antigua, respectivamente. En la primera, no se pierdan el rosal de pitiminí y la buganvilla florida que este año están de dulce. "Estoy encantada con la buganvilla, tiene flor todo el año, es muy agradecida, pero este año está impresionante", confiesa la dueña. Su cactus cola de mono siempre es la atracción y este año han sumado un rododendro en la entrada, "estamos teniendo mucha suerte este año con el tiempo porque no hace mucha calor y la gente está disfrutando mucho". En Alfonso XII, la solera es la seña de la casa, no solo en sus muros de la casa sino en las plantas, entre las que hay una enorme frondosidad verde entre la que destacan especímenos como la medinilla de gran porte. Sus dueños, Iluminada y Jacinto, son un derroche de imaginación y de amabilidad. Qué mejor broche para acabar una ruta que parece diseñada para disfrute del visitante. Pasen y vean.
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