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» Misionesparatodos
Fecha: 11/05/2025 11:20
La caída del proyecto de “Ficha Limpia” interrumpió por un momento la lógica de la campaña electoral- Una disputa política entre Macri y Milei no define el rumbo de la gestión de Misiones- “Gobernabilidad con gobernabilidad se paga”, se aplica únicamente a la gestión- Los candidatos caminan y escuchan a los vecinos: las consecuencias de la austeridad- La disputa de los sublemas en Posadas- Nuevo Papa, viejas maniobras para marcarle la agenda En menos de un mes, los misioneros volverán a las urnas para elegir parte de su representación en la Cámara de Representantes y en los concejos deliberantes de diez municipios. A esa lista se suma Oberá, que definirá quién será su próximo Defensor del Pueblo. Y si algo caracteriza esta campaña es la austeridad. No porque sea una decisión voluntaria de los espacios políticos, sino porque la crisis económica –producto de las decisiones del gobierno nacional– golpea parejo, sin distinción de color partidario. La política, claro, no es la excepción. En tiempos de bolsillos vacíos y enojo acumulado, todos los candidatos tuvieron que agudizar el ingenio. No hay grandes actos, ni spots producidos, ni derroche publicitario. Lo que hay es calle. Recorridas a pie, charlas cara a cara, visitas a parajes, colonias y barrios donde la vida real no se parece a la que imaginan algunos dirigentes desde sus escritorios. Y en ese contacto directo, aparece lo esencial: escuchar. Saber qué le pasa al otro, sin intermediarios. Pero esta dinámica local, casi artesanal, se vio interrumpida por una escena importada de Buenos Aires. La votación en el Senado del proyecto de "Ficha Limpia", impulsado por la diputada macrista Silvia Lospennato –candidata en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA)– se convirtió en otro capítulo de la pelea entre Mauricio Macri y los hermanos Milei. Una interna porteña, teñida de oportunismo electoral, que pretendió colarse por la ventana del Congreso y terminó en un escándalo nacional porque no prosperó. ¿El blanco? Cristina Fernández de Kirchner, claro. ¿El campo de batalla? Todo el país. ¿Los soldados forzados? Las provincias. Una vez más. Desde esta misma columna ya se planteó la semana pasada: históricamente las provincias son convidadas de piedra en las disputas palaciegas de la capital. Esta vez no fue diferente. El rechazo al proyecto en el Senado fue ajustado, y tuvo dos votos clave: los de Carlos Arce y Sonia Rojas Decut, senadores por Misiones. Enseguida llegó la operación mediática, la condena moral y los títulos grandilocuentes. Pero la decisión fue tan política como sensata. Carlos Rovira, conductor del Frente Renovador de la Concordia, lo explicó sin rodeos. En una reunión previa a la sesión inaugural de la Legislatura provincial, le respondió a una candidata - libertaria dentro de la lista propia– que la Renovación no hace seguidismo de las modas ideológicas de Buenos Aires. Que no hay “batalla cultural” que valga si no tiene sentido para los misioneros. Que la política acá es otra cosa: pragmática, territorial, profundamente misionera. Rovira fue claro: "Gobernabilidad con gobernabilidad se paga", claro. La Renovación siempre acompañó al gobierno nacional en sus iniciativas porque entendió que había que cuidar la institucionalidad. Pero este no era el caso. Este proyecto no buscaba justicia ni transparencia: buscaba proscripción y perseguía un fin político. No respondía a las urgencias del país, sino a la rosca electoral de un distrito. Y Misiones no tiene por qué pagar los platos rotos de las miserias porteñas. Esta campaña también deja un hecho llamativo que demuestra que en la provincia nadie está prescripto: participará como candidato a diputado provincial Ramón Amarilla, quien encabeza la lista del partido “Por la Vida y los Valores”. Amarilla está detenido desde diciembre por su rol en la intentona golpista contra el gobierno constitucional. Sin embargo, el Tribunal Electoral provincial lo habilitó esta semana. Un dato que grafica hasta qué punto las reglas del sistema democrático se sostienen incluso cuando algunos las desafían desde adentro. En todo caso, lo que quedó claro fue otra cosa: el PRO y La Libertad Avanza dinamitaban su relación entre ellos, mientras Misiones –una vez más– quedaba en el medio. Por eso no sorprende que algunos, con poco conocimiento del federalismo real, se indignen. Acá no hay especulación: hay una forma de hacer política que responde a la realidad concreta del pueblo misionero. Mientras otros se pelean por micrófono, acá se sigue caminando el territorio. Sin estridencias, sin marketing, con la cabeza fría y el corazón caliente. Gestión y territorio Mientras la campaña electoral avanza a paso firme, en Misiones el oficialismo mantiene su hoja de ruta con una estrategia clara: gestión cotidiana y cercanía con la gente. Los principales candidatos de la lista recorren cada rincón de la provincia acompañados por Lucas Romero Spinelli y Oscar Herrera Ahuad, referentes del armado electoral y piezas clave en la consolidación del proyecto renovador. Sin promesas ampulosas ni discursos importados, confían en que el electorado volverá a respaldar la opción que mejor representa sus intereses. En este contexto, el Frente Renovador se muestra sólido y enfocado, mientras que los espacios opositores siguen atrapados en una lógica de fragmentación y peleas internas que, con el tiempo, erosionaron su credibilidad ante la sociedad. Las ofertas electorales de la oposición, en muchos casos, se perciben desconectadas de la realidad misionera, más preocupadas por replicar discursos nacionales que por construir alternativas locales con identidad y propuestas viables. La diferencia se nota en la calle: mientras los candidatos renovadores suman encuentros cara a cara, escuchan y articulan respuestas, los opositores buscan protagonismo mediático sin lograr una narrativa coherente. En la Renovación, en cambio, entienden que no se trata solo de hablar, sino de estar, de dar la cara y sostener una presencia activa en cada comunidad. En ese escenario, la expectativa es clara. Con 20 bancas en juego en la Cámara de Representantes, en el oficialismo confían en asegurar al menos 14, lo que consolidaría aún más su mayoría legislativa y reforzaría el rumbo político de la provincia, apostando por un modelo que sigue priorizando la gobernabilidad, el federalismo real y la cercanía con la gente. Internas La profunda fragmentación de la oposición misionera volvió a generar un escenario conocido: en la mayoría de los distritos donde se renovarán cargos, la verdadera disputa se da entre sublemas del propio oficialismo. Esta lógica interna, aunque alentada por el sistema electoral, muchas veces enciende tensiones indeseadas, a pesar de los llamados a la unidad que bajan desde la conducción para evitar el temido fuego amigo. En Posadas, la pelea por las bancas en el Concejo Deliberante se presenta particularmente intensa. Daniel Vigo, actual coordinador de Obras Públicas del municipio, tomó la delantera al ser el primer confirmado como cabeza de lista. Su cercanía con el intendente Leonardo “Lalo” Stelatto y su protagonismo en la gestión cotidiana lo posicionan como el principal canalizador de la imagen positiva que ostenta el gobierno capitalino, responsable de una transformación visible en la ciudad. Pero Vigo no está solo. Dos candidatos vienen trabajando para disputarle el electorado: Iván Pelinski Venchiarutti, médico de trayectoria que centra su campaña en la salud pública, y Claudio “Beto” Roa, que se apoya en una sólida base sindical que lo respalda como un referente genuino del mundo del trabajo. Por su parte, la actual concejal María Eva Jiménez busca consolidar su espacio, mientras que otro nombre que comienza a sonar fuerte es Cristian Stanganelli, único candidato que responde directamente al gobernador Hugo Passalacqua. En los barrios populares, su figura es percibida como una extensión de la gestión provincial y de sus principales operadores políticos: Facundo “Cuca” Sartori y Soledad Balán. Con este panorama, las internas renovadoras en Posadas prometen ser tan intensas como decisivas. La diversidad dentro del oficialismo es, al mismo tiempo, fortaleza y desafío. Habemus Papam Resulta cuanto menos curioso que quienes no van siquiera a misa pretendan marcarle la agenda a una Iglesia que no entienden y, en algunos casos, abiertamente desprecian. La reciente elección del arzobispo estadounidense Josep Prevost como nuevo Papa —quien eligió el nombre León XIV— despertó entusiasmo en sectores que suelen mostrarse más interesados en moldear la fe a su conveniencia que en respetarla. Prevost, de origen norteamericano y miembro de la orden de los Agustinos, representa una figura inesperada no solo por su nacionalidad, sino por lo que implica para una Iglesia que vuelve a mirar a América en su proceso de renovación. El simbolismo de que provenga de la misma orden de Martín Lutero —el protagonista de la Reforma Protestante— parece haber encendido ilusiones en aquellos que quieren ver en esta elección una ruptura, o al menos una Iglesia más dócil ante las exigencias del presente. Pero la fe no es un set de reformas legislativas ni una aplicación de celular. Y quienes jamás comulgaron con la doctrina, ni se arrodillaron ante el altar, difícilmente puedan comprender que la Iglesia no necesita aggiornarse para ser eterna. Más aún: que esa pretensión de modernizar lo que no les pertenece es, en el fondo, una forma de colonización espiritual que pretende vaciar de sentido a una institución que, guste o no, tiene su propia lógica, su propia historia y su propio Dios. Celebrar al nuevo Papa está bien. Pretender usarlo, como intentaron con Francisco es otra cosa. Por Sergio Fernández
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