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  • Soluciones a largo plazo para una urgencia política de corto plazo

    Colon » El Entre Rios

    Fecha: 11/05/2025 08:30

    La llegada del presidente Milei a la Casa Rosada despertó el interés de muchos extranjeros por invertir en Argentina. La suba de los bonos y las acciones durante 2024 es sólo un indicio de ese interés, que es no sólo el de inversores financieros, sino también el de muchos empresarios. Hay grandes anuncios de inversión, concentrados en sectores en los cuales Argentina es competitiva a nivel global, con la minería y Vaca Muerta a la cabeza. Son buenas noticias para un país que sufre una escasez crónica de dólares, sobre todo porque el estado ha financiado los recurrentes déficits fiscales con préstamos y bonos en dólares. El balance cambiario argentino no sería deficitario si no existiera el sector público. Paliar la falta crónica de dólares podría hacerse de dos maneras: reduciendo la demanda o aumentando la oferta. Es más saludable aumentar la oferta. Por eso, el gobierno impulsó, y el Congreso aprobó, el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), que ofrece beneficios impositivos y cambiarios a cambio de una inversión mayor a US$200 millones, de la cual 40% debe desembolsarse en los primeros dos años. Con el RIGI se busca atraer capital hacia obras de infraestructura que ayuden al desarrollo de los sectores más competitivos, aquellos con capacidad de aumentar la capacidad exportadora del país. Hasta el momento se presentaron 10 proyectos, por más de US$11.000 millones en inversiones comprometidas. De éstos, sólo tres han sido aprobados. En cierta forma, es una decepción, porque hasta el 40% de los US$ 11.000 millones es un monto suficientemente relevante como para incentivar al Gobierno a acelerar los procesos. Pero las aprobaciones marchan a paso lento. Quizás las demoras se deban a que el Gobierno busca auxilios más urgentes. El primero fue el FMI, claramente insuficiente. El segundo parece que vendrá de una amnistía plenaria: el ministro Caputo anunció que los “dólares del colchón” podrán usarse para “lo que sea, sin dar explicaciones”. Pero el apuro llegó antes: asustado por la suba del dólar durante tres días seguidos, el Banco Central intervino con fuerza en el mercado del dólar futuro, desincentivó la demanda y disparó una ola de desarme de posiciones compradas e hizo bajar al dólar casi 10% en dos días. ¿Se salió con la suya? Si se mide el resultado de dos días, sin dudas lo hizo. Si se mide el costo en el aumento de la tasa de rendimiento de los bonos vinculados al dólar (los soberanos en 15% de TIR, los corporativos de mejor calidad en 12%), y el probable aumento de la demanda para importar o anticipar pagos, se podría poner en duda el resultado. Lo veremos en poco tiempo. Cuesta entender las razones para tal sobrerreacción oficial a algo que no parecía tan grave. Quizás sea por esa obsesión de la política con la inflación, en un año de elecciones. O quizás sea por el miedo a que las cosas se muevan como el mercado quiere. En materia cambiaria, las ideas de la libertad no avanzan si no conforman a la política. Algunas cosas no cambian. El Gobierno tiene a mano un mecanismo para hacer que las cosas funcionen como tienen que funcionar, y contribuir al crecimiento de largo plazo. Pocas veces hubo tanto interés por invertir en activos fijos como el que vemos hoy. Pero las aprobaciones marchan a ritmo lento, quizás por el desinterés político que provoca que no resuelvan los problemas de hoy. Se presta más atención a controlar el mercado de cambio con desprolijidades por el lado de la oferta y la demanda, que en atender las cuestiones que podrían resolver los problemas de fondo. Fuente: El Entre Ríos

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