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» Data Chaco
Fecha: 10/05/2025 13:48
Juan Carlos Tuyaré. Nuestro título coincide hoy, accidentalmente, con el de una película que narra una historia ocurrida en Londres, que cuenta la vida de un hombre cuyo trabajo es el de encontrar a los familiares de los que han muertos solos, para invitarlos a sus funerales. Pero un día su jefe le dice que debido a recortes presupuestarios en la empresa, lo dejarán cesante y perderá su trabajo. Primero se asusta, pero luego reacciona y da inicio a un nuevo estilo de vida que él nunca pensó que podía lograr. Algo parecido, pero distinto Si bien es cierto que hoy le proponemos al lector una historia parecida, será desde una perspectiva totalmente distinta. Se trata del temperamento de un personaje bíblico llamado Caleb. El marco dentro del cual se desarrolla nuestra historia es el camino que emprende Israel desde su salida de la esclavitud de Egipto, hacia la tierra prometida para ellos. Habían estado como esclavos durante 430 años, pero un día Dios decide ponerle fin a ese estilo de vida, y elige a Moisés para que libere a su pueblo. Y así fue. Salieron de Egipto y cruzaron el Mar Rojo en busca de la tierra prometida. No fue fácil, porque debido a su incredulidad, les llevó 40 años llegar. Cuando las versiones son distintas Cuando estaban cerca, Moisés encomendó a 12 espías para que vayan a reconocer si era cierto que en esa tierra, metafóricamente, fluía leche y miel como le habían prometido. De los 12 enviados, cuando regresaron, 10 de ellos informaron que la tierra era excelente pero que estaba habitada por gigantes, de manera tal que no tenían chance de apoderarse de ella, porque –de su propia imaginación- dijeron que los gigantes los veían a ellos como langostas. Sin embargo, los otros dos espías restantes tuvieron una mirada distinta. Uno de ellos, Caleb, les dijo que no tengan miedo al pueblo de esa tierra; porque nosotros los comeremos como pan; porque Dios está con nosotros y no con ellos. Y como suele ocurrir casi siempre, en lugar de refugiarse en el optimismo de Caleb, maquinaron apedrearlo por no coincidir con el informe de los diez espías, cosa que finalmente no lograron concretar. No siempre la mayoría tiene razón La primera enseñanza que podemos sacar de este hecho es que no siempre la mayoría tiene la razón; y la segunda, la más importante, que la mente del ser humano, equipada con la fe, es poderosa a la hora de enfrentar dificultades. Siempre habrá por lo menos dos caminos y la mente escogerá cual seguir. Y en función de esa elección, será el destino de nuestras vidas. Y Caleb tuvo su premio, porque cuando llegó la hora de repartir la tierra que a la postre fue conquistada, él tuvo su parte. Tenía 40 años cuando se la prometió Moisés, pero éste ya no estaba porque había muerto y lo sucedió Josué; y ahora Caleb ya tenía 85; pero aun así le dijo a Josué: "hoy soy de edad de ochenta y cinco años, todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar, dame, pues ahora la tierra prometida…" Josué entonces lo bendijo y le entrego oficialmente la tierra llamada Hebrón, por heredad. Reclamar las promesas Podemos destacar por lo menos dos cosas más; la primera, que debemos saber reclamar las promesas hechas por Dios, y la segunda, que la edad no importa mucho cuando la mente, potenciada por la fe, es la que conduce nuestras vidas. Tal vez no hayas podido concretar tus sueños y creas que, por tu edad, ya es tarde para lograrlo. Sin embargo, si tan solo puedes aferrarte a la fe, tu destino puede cambiar como le ocurrió a Caleb. Nunca es demasiado tarde para comenzar.
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