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  • ¿Cuánto se tardó en elegir a los últimos papas? El cónclave más largo y más corto

    » Diario Cordoba

    Fecha: 08/05/2025 15:42

    La Iglesia católica ya tiene sucesor del papa Francisco. Los cardenales reunidos en la Capilla Sixtina han elegido al nuevo Pontífice este jueves, 8 de mayo de 2025, en el segundo día de votaciones. La historia de la Iglesia está salpicada de episodios donde la elección de un nuevo líder religioso se convirtió en una prueba de paciencia y, en otros, en un ejemplo de sorprendente celeridad. El contraste entre estos extremos no solo es anecdótico, sino que también revela la evolución de las normativas y las dinámicas internas del Colegio Cardenalicio a lo largo de los siglos. El último cónclave, celebrado en marzo de 2013 tras la histórica renuncia de Benedicto XVI, concluyó en apenas dos días, con la elección del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como Papa Francisco tras cinco votaciones. Este breve lapso se alinea con la tendencia de las últimas décadas, donde los cónclaves raramente superan unos pocos días. Sin embargo, esta eficiencia contemporánea es un desarrollo relativamente reciente si se compara con algunos de los episodios más prolongados y, a veces, dramáticos de la historia papal. Joseph Ratzinger, el que fuera Papa emérito, había sido elegido en dos días también, pero en cuatro votaciones, mientras que Juan Pablo II necesitó 8 votaciones y tres días. El cónclave que desafió el tiempo: Viterbo y el nacimiento de un concepto El récord indiscutible de duración lo ostenta el cónclave celebrado en Viterbo, Italia, entre 1268 y 1271. Tras la muerte del Papa Clemente IV, los cardenales se congregaron para elegir a su sucesor, pero lo que debería haber sido un proceso solemne y relativamente expedito se transformó en una maratón de indecisión que se extendió por la asombrosa cifra de 33 meses, es decir, casi tres años. Los cardenales, reunidos en el palacio papal de Viterbo, se sumieron en un laberinto de negociaciones infructuosas, divisiones internas y, posiblemente, presiones externas de las facciones políticas de la época, que impedían alcanzar el consenso necesario de dos tercios de los votos. La paciencia de los habitantes de Viterbo, y de las autoridades locales, se agotó ante la parálisis del Colegio Cardenalicio. Hartos de la prolongada sede vacante y de los costos asociados a mantener a los purpurados, tomaron medidas drásticas que pasarían a la historia. Primero, encerraron a los cardenales bajo llave –cum clave– en el palacio, una acción que daría origen etimológico al término "cónclave". Luego, ante la persistente falta de acuerdo, comenzaron a restringirles el suministro de alimentos, llegando al extremo de proveerles únicamente pan y agua. Incluso se dice que llegaron a retirar el techo del salón donde se reunían para exponerlos a las inclemencias del tiempo. Finalmente, estas presiones surtieron efecto y Teobaldo Visconti fue elegido, tomando el nombre de Gregorio X. Este episodio extremo subrayó la necesidad de establecer reglas más estrictas para evitar futuras vacancias tan prolongadas, influyendo en las futuras regulaciones de los cónclaves. La elección fulminante: Julio II y la eficacia pontificia En el extremo opuesto del espectro temporal encontramos el cónclave de octubre de 1503, que eligió al cardenal Giuliano della Rovere como Papa Julio II. Este proceso se completó en un tiempo récord de aproximadamente 10 horas, convirtiéndose en el cónclave más corto registrado en la historia de la Iglesia. Este nombramiento casi instantáneo no fue fruto del azar, sino de una cuidada preparación y circunstancias particulares. El influyente cardenal Della Rovere, una figura poderosa y con gran habilidad política, había tejido una red de alianzas y acuerdos previos con otros purpurados, asegurándose un apoyo considerable antes incluso de que comenzaran formalmente las votaciones. Además, la logística jugó a su favor: el cónclave anterior, que eligió a Pío III (cuyo pontificado duró menos de un mes, apenas 26 días), había concluido apenas unas semanas antes, en septiembre de ese mismo año. Esto significaba que la mayoría de los cardenales ya se encontraban en Roma, eliminando los retrasos que solían ocasionar los viajes de los purpurados desde distintas partes de Europa. La combinación de una candidatura fuerte, con apoyos preestablecidos, y la presencia inmediata de los electores, facilitó una resolución extraordinariamente rápida, demostrando que, bajo ciertas condiciones, la elección papal podía ser un asunto de horas. Entre la paciencia y la premura: otros hitos y la tendencia moderna Si bien los casos de Viterbo y Julio II representan los polos de la duración, la historia papal ofrece otros ejemplos notables de cónclaves prolongados que, sin alcanzar los casi tres años del primero, sí pusieron a prueba la resistencia de los electores. El cónclave de 1740, por ejemplo, se extendió durante 181 días antes de que Prospero Lambertini fuera elegido como Benedicto XIV. Otro caso significativo fue el cónclave de 1774-1775, que duró 133 días y culminó con la elección de Pío VI. Estos periodos, aunque extensos para los estándares actuales, palidecen ante la prueba de Viterbo. No obstante, la dinámica ha cambiado significativamente en tiempos más recientes. Los cónclaves modernos tienden a ser mucho más breves, generalmente resolviéndose en un lapso de dos a cinco días. El ya mencionado cónclave de 2013, que eligió al Papa Francisco en dos días, es un claro ejemplo. Esta eficiencia puede atribuirse a una combinación de factores: reglas más estrictas que rigen el proceso (como la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis), una mayor conciencia de la necesidad de no dejar a la Iglesia sin cabeza visible por mucho tiempo en un mundo interconectado y mediáticamente intenso, y quizás una cultura de decisión más ágil en el Colegio Cardenalicio contemporáneo. Así, mientras la Iglesia se prepara para el cónclave de 2025, la historia recuerda que, si bien la rapidez es la norma actual, el proceso de elección papal ha navegado entre la paciencia secular y la decisión fulminante.

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