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» Diario Cordoba
Fecha: 06/05/2025 06:38
En la noche del apagón se oía en algunas terrazas de Madrid, «Pedro Sánchez, hijo de puta». No era la primera vez, desde el final de la pandemia el coro de insultadores había ido creciendo o no sé si teniendo más y mejores altavoces. Hubo un momento significativo en la normalización de este insulto, cuando a Isabel Díaz Ayuso le pillaron las cámaras de televisión diciendo por lo bajo «hijo de puta» cuando asistía de invitada a la sesión del debate de investidura en noviembre de 2023. Nunca hasta ese momento los dos principales partidos del país se habían tratado de esta manera, ni en los momentos finales del felipismo (antes también se personalizaba así al socialismo) y del «váyase, Sr. González», repetido por el presidente hasta este momento más controvertido de la reciente democracia, José María Aznar. Ese paso de una de las líderes del PP dio carta blanca a seguidores, oportunistas y crispadores profesionales para usar ese insulto en mítines electorales o columnas de opinión. Ya no solo era Abascal, al que le sigue pareciendo que poco insultan a Sánchez después de volver a incorporarle los adjetivos de cretino y de capullo, era la extensión a la mayoría silenciosa que diría Rajoy, al que jamás vimos en esas lides. Cuanto más tiempo pasa en el gobierno legítimamente el señor Sánchez, más sube la indignación de los que no lo soportan, y llevamos unas cuantas desde la moción de censura. Cada crisis energética, de salud pública, coyuntura internacional o desastre natural es un giro de tuerca más esperando que caiga el gobierno. En los cinco días de retirada que terminaron en una manifestación de apoyo en Ferraz, casi parecía que los que iban a rezar el rosario, colgaban muñecos representativos del presidente habían ganado, y no por la mayoría del Congreso, sino por retirada del compareciente. La leyenda del perro Sánchez se iba acrecentando, y vivimos pegados a ese relato simplificado de cómic, del superviviente e indestructible para unos, y del villano perverso para otros. En el último estudio sobre confianza en la sociedad española de la Fundación BBVA, la que le otorgamos a los partidos políticos es de 2,5 sobre 10, a todos. Parece que el cuanto peor mejor se ha instaurado sin importarle mucho a nadie, a los míos les va mal, pero a los tuyos peor. El índice de desconfianza en el jefe de la oposición es del 80% pero se explícita ‘sottovoce’, y del presidente del 70% distribuido con megafonía, según el último CIS de abril. Nos estamos haciendo daño a nosotros mismos, a todos; esperemos que no de forma irreparable, y que se reaccione antes de que los números y las emociones sean peores. *Politóloga
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