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    » Sintesiscorrientes

    Fecha: 05/05/2025 20:44

    Política El Club de la pelea 05/05/2025 | Un hombre gris, atrapado en la rutina, encuentra sentido golpeando y siendo golpeado en un club secreto. Eduardo Reina Analista Politico .Consultor Especializado en Comunicación El club de la pelea (1999), dirigida por David Fincher, narra cómo la violencia canaliza frustraciones, pero pronto se convierte en caos. El protagonista, al final, descubre que su mayor enemigo siempre estuvo dentro de sí mismo. Esa metáfora hoy parece encajar peligrosamente con la política argentina. Un gobierno que se presentó como disruptivo y transformador empieza a reproducir las viejas mañas que prometió desterrar. Funcionarios que no recorren el país, improvisación institucional, designaciones digitadas por punteros reciclados, y escándalos que contradicen el discurso ético inicial. Mientras se denuncia el clientelismo, se lo practica sin disimulo. Mientras se habla de transparencia, se reparten cargos a escondidas entre ex peronistas y radicales, como se dice en política rascando el fondo de la olla, ahora devenidos en libertarios. Todo con un escudo de moralina importante a espaldas de la gente. Muchos que miraban con esperanza la caída del kirchnerismo ahora observan con desilusión cómo la nueva gestión repite la lógica de “la casta”, solo que con otro nombre. La motosierra prometida se convirtió en un serrucho de reparto discrecional. La “libertad” proclamada esconde prácticas autoritarias, presión sobre trabajadores y uso partidario del Estado. La coalición gobernante enfrenta, además, un dilema estratégico: su supuesto socio, el PRO, está herido, dolorido y dividido. Sin un armado real en las provincias y con la alianza desgastada, la posibilidad de construir gobernabilidad a largo plazo se debilita. A medida que pasa el tiempo puede quedar todo a mitad de camino y quedarse ambos con las manos vacías . Mientras tanto, el kirchnerismo también cruje, dividido entre la figura de Axel Kicillof y la sombra de Cristina Kirchner , pero aún con capacidad de obstaculizar reformas clave en el Senado. En este contexto, el país camina sobre una cornisa. La expectativa de cambio puede transformarse en frustración si se reemplaza lo viejo con lo peor del pasado. Como en El club de la pelea, el riesgo no está sólo afuera, sino dentro: en la soberbia de creerse infalibles, en la hipocresía de condenar lo que después se practica, y en la tentación de usar el poder para servirse y no para servir. En ausencia del cepo, el tipo de cambio flota dentro de las bandas acordadas con el Fondo Monetario Internacional. El mecanismo aparenta una mayor previsibilidad, pero la realidad es para algunos de volatilidad. La incertidumbre global, marcada por tensiones geopolíticas, tasas de interés elevadas en EE.UU. y el debilitamiento del comercio mundial, complica la estabilidad de cualquier economía emergente, y más aún la de Argentina, con desequilibrios crónicos. Las distorsiones persisten: precios relativos atrasados, brecha cambiaria latente, presión tributaria récord y un esquema regulatorio que desincentiva la inversión productiva. El plan actual, basado en el ancla fiscal y monetaria, necesita algo más que disciplina: requiere coraje político para avanzar en reformas estructurales. No se trata sólo de ajustar cuentas, sino de construir un marco institucional que genere confianza, impulse la competitividad y libere el potencial privado. Como vemos la Argentina necesita algo más que puños e imposturas y controlar la Macro, necesitamos impulsar la micro para que comience a rodar la rueda, y fundamentalmente es impulsar la obra pública con inversión privada, asegurándose a las empresas seguridad jurídica y cambio en leyes laborales que deberán consensuar con la oposición porque eso debe pasar por el congreso de la nación Estamos en un momento donde necesitamos liderazgo honesto, humildad política y un proyecto que no termine en el caos. La batalla no es contra fantasmas del pasado, sino contra nuestros propios vicios repetidos. El enemigo no está enfrente. A veces, el enemigo somos nosotros mismos. Y para quien todavía crea que gobernar es solo cuestión de fuerza solamente vale recordar las enseñanzas de Sun Tzu: "La guerra es el arte de engañar. Así, si eres capaz, finge incapacidad; si estás preparado para entrar en combate, finge no estarlo; si te encuentras cerca, finge estar lejos; si te encuentras lejos, finge estar cerca... Gobernar es una forma de estrategia. Pero sin ética, sin coherencia y sin visión, toda estrategia degenera en farsa. Y todo club de la política termina siendo, tarde o temprano, un club de autodestrucción.

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