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  • Las «Crónicas Marcianas», de Ray Bradbury, cumplen 75 años

    » El Ciudadano

    Fecha: 04/05/2025 20:49

    Por Santiago Sanginesi / Especial para El Ciudadano Para Ray Bradbury, Marte es al mismo tiempo paraíso y oportunidad perdida, es el mejor vehículo para motorizar el espíritu norteamericano, que hoy, a 75 años de su publicación, continúa tan intacto y tan quebrado que nos permite, una vez más, aventurar una reflexión sobre el libro y su autor. Publicado en 1950, contiene 25 relatos autoconclusivos que narran la invasión y colonización de Marte por parte de los humanos, ubicados cronológicamente entre 1999 y 2026. Cada relato contiene múltiples entradas: hay una construcción y expansión de un mundo en paralelo a los hechos más importantes que tuvieron lugar en este periodo; hay una lectura de la sociedad en un contexto donde la guerra fría recién empezaba y ya dejaba ver sus terrores más temidos; hay un prisma sobre la soledad y la condición humana en los momentos de crisis. Varios relatos, a su vez, beben de un soporte intertextual, como la poesía de Lord Byron y los cuentos de Edgar Alan Poe, dando cuenta de que al hombre puede arrebatarsele todo, excepto su necesidad de hacer arte en las horas más difíciles. Las situaciones que atraviesan al libro en conjunto y la fe con la que le rezan sus personajes a sus ideas, tanto como a sus tragedias, podrían inscribirse y conformar un camino más dentro de la gran novela americana, ahora desplazada a una colonia fuera del planeta pero conservando ese componente que siempre entremezcla el hastío y la ambición. Bradbury no es un narrador de ciencia ficción, es un narrador total, un explorador de la condición humana que usa de vehículo a la fantasía para indagar en el espíritu de una sociedad que transita una etapa terminal en la pérdida de lo trascendente, y remonta como una ola toda su decadencia a través del nihilismo y el terror a lo desconocido. Como toda obra mayor, Crónicas Marcianas es indisociable de su momento histórico, pero superadora de ese período y con tendencia a la universalidad de sus temas y tratamiento. Para muestra de esto, no hace falta más que bucear en el libro: en Ylla, relato de una pareja de marcianos absorbidos por la rutina, asistimos a una epifanía inacabada que se derrama en medio de la monotonía, cuando una mujer cree que ha tenido una revelación a través de un sueño, inverosímil para un marciano pero absolutamente real para un terrícola. Al estilo del mejor de Raymond Carver, Bradbury alumbra con luz oscura esos momentos detenidos en lo cotidiano que parecen, por un levísimo momento, añorar algún sentido sobre la existencia, pero rápidamente se funden con el contexto y se apagan hasta desaparecer. Probablemente en el relato que mejor condensa la esencia del libro, Aunque siga Brillando la luna, Bradbury despliega las consecuencias últimas de la devastación que los terrícolas han hecho en el planeta, y ocurre un reflejo en lo arcaico como última instancia de conservación de lo humano. Contiene y desarrolla la idea de resistencia, tan optimista en el diagnóstico de la esperanza y tan pesimista en el desecho de toda ella, delante de un mundo que mata y se mata. Pero el rumor del fuego nace solo en cada era y se expande, quebrando su voluntad y proponiendo en cualquier hora, el abandono de todo lo que fue y es, y el arraigo de lo eterno. Casi naturalmente, aparece en la lista de los 100 mejores libros del siglo XX según Le Monde. A nosotros, nos queda ponerlo en la lista de nuestros libros del corazón.

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