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» Elterritorio
Fecha: 04/05/2025 08:13
Esther Andersson (Chachi) es descendiente nórdica y cuenta las dificultades que pasaron sus abuelos y la relevancia institucional de la inmigración en la zona Centro domingo 04 de mayo de 2025 | 6:05hs. Chachi recuerda con amor todo lo aprendido en casa. Foto: Mariana Poplawski Preservar la historia es primordial para crecer y desarrollarse en sociedad. La frase es conocida: “Es importante saber de dónde venimos para saber adónde vamos”. Pero también es importante saber quiénes fueron aquellos que dieron los primeros pasos y todo lo que sufrieron, para valorar aún más el esfuerzo y la perseverancia que convirtió a la tierra colorada en próspera. Entre esas historias, se encuentra la de la zona Centro, marcada por la llegada de las familias suecas, principalmente. El camino no fue nada fácil, años de sufrimiento y pesar transcurrieron en los inicios. Por eso, los descendientes los siguen recordando, cada vez con más fuerza, intentando que esas memorias no se pierdan en el tiempo. Comidas, culturas, idiomas, pensamientos y costumbres. Todo eso quedó asentado en los barrios obereños y sus alrededores. Los nórdicos en general, y los suecos en particular, formaron la organización social que fue Yerbal Viejo y es hoy Oberá. Colegios, iglesias, clubes sociales, parques, calles, cementerios y una colectividad en el Parque de las Naciones, entre otras instituciones, demuestran la importancia que tuvieron aquellas familias en la conformación de la Capital del Monte, capital también de los inmigrantes. En su hogar, Chachi mantiene las memorias de sus antepasados. Foto: M. Poplawski En ese desafío de conservar la cultura viva se destaca el trabajo particular de un grupo de mujeres que fue manteniéndose en el tiempo, pasando la posta de generaciones y atesorando las costumbres, mientras ayudaban a los más vulnerables. Este grupo fue cambiando de nombre, hoy se conoce como La Colmena y casi cumple ya el centenario con esta misión. Parte de este grupo es Esther Andersson de Bertoldi, más conocida como Chachi, una descendiente sueca que trabajó toda su vida para salvaguardar las memorias de quienes la antecedieron, no solo dentro de su familia, con sus hijas Paula Alejandra y Mirta Fabiana, y nietos; sino también en la comunidad toda. En entrevista con El Territorio, Chachi trajo a la actualidad aquellos recuerdos de sus abuelos y contó cómo a sus 76 años sigue llevando adelante la ardua tarea de proteger la cultura de sus antepasados nórdicos en Misiones. Un viaje difícil Chachi relató el viaje que sus abuelos, tanto maternos como paternos, debieron hacer para llegar desde Estocolmo hasta el norte de Brasil, en principio. Sus abuelos Ernesto Sandbergs y Esther Kratz, así como Henning Andersson y Hedvig Andersson se trasladaron hacia Sudamérica junto a otras familias, con la inmigración sueca en 1891. En Suecia, donde había una importante crisis económica por entonces, se vendía el viaje como un sueño, con mejores opciones. Sin embargo, lejos estuvo de serlo, puesto que las familias que se asentaron en territorio brasileño debieron afrontar enormes dificultades. “Los descendientes de vikingos y aventureros se embarcaron en esta travesía, y así vinieron varias familias, entre ellos estaban mis abuelos, tanto maternos como paternos. Ellos vinieron con sus familias por el lado de Brasil. Los primeros tiempos les dieron casa, tenían comida, ciertas comodidades. Pero después les largaron al azar, directamente. Estaban perdidos sin conocer el idioma, sin saber las costumbres”, expresó Chachi. La descendiente sueca contó que tuvo la oportunidad de ir a Estocolmo y conocer la casa original de sus abuelos, viendo que tenían una buena posición económica allá en relación a lo que luego pasaron en esta parte del mundo. Luego de varias paradas y años que transcurrieron trabajando de sol a sol, las familias fueron emigrando más hacia la zona sur, entre la última etapa del 1890 y las primeras décadas del 1900. “La peripecia que ellos pasaron fue terrible. En general, no sólo de parte de mis abuelos. Todos ellos sufrieron muchísimo. Hubo muchas pérdidas, tuvieron que ir dejando todos los enseres que trajeron porque ellos trajeron cosas, pero iban vendiendo, haciendo trueques para poder comer, para subsistir. Por eso la llamaron la travesía de la muerte”, sostuvo Chachi. Al cruzar desde Brasil a Argentina, muchas familias se quedaron en San Javier y otras tantas se trasladaron hasta Bonpland. Sin embargo, la tierra no ayudaba en esta última localidad, no era fértil y no se veía un futuro en ese lugar. Por eso, un grupo de inmigrantes, entre ellos los hermanos Källsten (Herman, Hilmer y Allan), tíos de Esther, decidieron embarcarse en una nueva travesía y abrieron la picada sueca hacia el Yerbal Viejo. Fue así que se trasladaron, en la época de 1913, para quedarse definitivamente en la zona que se denominaría Villa Svea. Los nórdicos fueron precursores de distintas instituciones y entidades que ayudaron a la organización social del momento. Herman Källsten, por ejemplo, fue uno de los gestores de la primera escuela pública en Oberá (la N° 84) y también del primer destacamento policial que se ubicó en un lote que había donado para tal fin. Asimismo, se encuentra el parque sueco que funciona desde el año 1915, donado por el padre de los hermanos Källsten. Allí funcionó la primera sede social y cultural educativa. De la misma forma, se formó el Instituto Carlos Linneo, un colegio privado en el centro de la ciudad, y la iglesia Olaus Petri. Respecto de esto, la religión se mantuvo e incluso venían pastores suecos unas dos veces al año a bautizar a los niños. También se sigue celebrando Santa Lucía y se siguen realizando las conmemoraciones culturales y religiosas de aquellos tiempos. Todo este amor a la cultura sueca es justamente el que llevó a Chachi formar parte de organizaciones como el de Sociedad Verdandi, el grupo de damas suecas, hoy conocido como La Colmena, pues fue abierto a más mujeres. También así, trabajo durante muchos años –alrededor de 30– activamente en la Colectividad Nórdica de Oberá. “En el año 29 se creó un grupo de mujeres que se reunían de tanto en tanto, que venían de la colonia al parque y era una sociedad. Este grupo de damas empezó a reunirse, a hacer sus manualidades, y se formó una comisión que se llamó al principio Verdandi. Verdandi es una diosa del destino de Escandinavia”, explicó Chachi. Al tiempo que añadió: “Van a hacer este año 96 años de la creación de ese grupo de damas y seguimos, yo soy la tercera generación. Fue cambiando el nombre, en un momento se llamaron las damas de la costura, porque hacían costura y bordados. Pero el fin de ellas no era solo reunirse, sino también era ayudar a los que necesitaban. Se ocupaban de la gente que estaba sola, los ancianos que no tenían descendientes”. Hoy el grupo se llama La Colmena, “porque se empezaron a incorporar gente criolla, había muchas alemanas también y paraguayas. Nosotros siempre fuimos un grupo y una congregación muy abierta. Siempre fue un grupo muy unido y continuamos trabajando con los mismos objetivos”. Por eso, se lucha hoy para que uno de los barrios de Oberá lleve el nombre de aquellas primeras mujeres que desafiaron el statu quo y decidieron hacer algo más por el otro, ayudando no sólo a descendientes de inmigrantes, sino a todo aquel que lo necesitara. Mantener la memoria Chachi nació en territorio argentino, su madre falleció y fue criada por la familia Källsten, sus tíos. Además de su marido, tiene dos hijas, y sus nietos son sus motores de cada día. Es una ferviente guardiana de las memorias de sus antepasados, que revaloriza en cada oportunidad que tiene. “En nuestra casa siempre se hablaba sueco, por ejemplo. También se mantenía el tipo de comida, las tradiciones, el midsomamar que se festeja cada año aún hoy”, contó. Y seguidamente, añadió: “Sobre la comida, al principio se comía lo que lo que conseguían. Pero hay una famosa comida que se llama Tentación de Jansson, que es a base de papa y pescado, al horno, que es muy rico. Después las albóndigas famosas suecas y las rosquitas de canela, todas esas cosas siguieron haciéndose de forma casera, por supuesto”. Todas las familias nórdicas que habían llegado, como los Källsten, Andersson, Hultgren, Petterson y otros, solían reunirse y compartir aquellas costumbres que no habían podido, ni querido, dejar atrás. “En la casa donde yo vivía siempre había libros y siempre se habló de la cultura. Todos eran muy lectores e instruidos, y había muchos libros en sueco. En nuestra parroquia también tenemos una sala de lectura con una biblioteca maravillosa. Los sábados, cuando venían a hacer compras en la cooperativa que había, se instalaban un rato también en esa sala de lectura”, manifestó Chachi. Cuando en 1991 se cumplió el centenario desde la partida en 1891, se colocaron placas en los distintos lugares donde estuvieron las familias nórdicas. También se escribieron decenas de libros sobre el tema, con el recorrido y las dificultades que debieron afrontar. El Parque Sueco, en tanto, tiene un monumento que representa la dualidad entre el inmigrante y el nativo, la tierra trabajada y el trabajo conjunto hacia el desarrollo, con el escudo del Instituto Carlos Linneo, según explicó Chachi. “Todo eso te da la pauta de la importancia de la inmigración sueca”, afirmó. Dentro de la Colectividad Nórdica, Chachi trabajó 30 años, incluyendo a toda su familia. Su marido, descendiente de dinamarqueses, y sus dos hijas que bailaron incluso en el ballet de la Colectividad. En los desfiles de inauguración de la Fiesta Nacional del Inmigrante siempre se los podía ver, ataviados con los trajes típicos que emulaban aquellos traídos por sus abuelos y bisabuelos. Hoy en día, una de sus nietas colabora también en la Colectividad, continuando el legado. “Me parece que es importante seguir transmitiendo la cultura. Yo creo que sin pasado no hay presente. Uno tiene que mantener las tradiciones. Eso es fundamental. Y también una muestra de respeto a quienes sufrieron tanto”, adujo. “Yo siempre digo que no hay futuro sin no se conoce el pasado y si no se mantiene las tradiciones. Es importante conocer de dónde venimos, y que los chicos sepan escuchar para aprender también, como lo hicimos nosotros. Y para poder seguir transmitiendo la cultura a los que vienen”, concluyó. Compartí esta nota:
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