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» El litoral Corrientes
Fecha: 04/05/2025 03:50
El dicho por viejo no deja de ser verdad. No lo desechamos, lo adoptamos como marca en el orillo, elogiando, reconociendo fuera de tiempo, capacidades, virtudes en el otro. Que es el mayor de los bienes que alguien pudiera tenerlo. Reconocer al otro y en el otro, todas las virtudes que lo hacen diferente. Lo que es un ser excepcional, un privilegiado natural, siempre fuera de tiempo porque supuestamente es la pereza, la envidia, o la falta de altura merecida para distinguirlo justamente. Con Francisco hemos aprendido sobre la marcha muchas de esas respuestas para negaciones, que no nos permitieron llegar a tiempo con el reconocimiento, que no solo lo exaltan, sino que nos elevan como valientes merecedores por decirlo. Estamos descubriendo muchas de las cosas que intuíamos; más pero muchas más detenida su vida terrena, como fiel homenaje a un Papa diferente que transcurrió 12 años, a toda prisa y puro corazón y las diferencias no fueron impedimento alguno para edificar el todo. Una que sobresalió y me emocionó vivamente, ha sido lo dicho por el Legislador cordobés, Luis Juez: “Creo que no supimos valorar a un tipo que era nuestro.” Más contundente aún y veraz, lo expresado en su artículo de Alejandro Duete, en Diario “Epoca”: “El Papa Francisco y cómo nos quisieron enseñar a odiarlo.” Porque siempre hemos usado la descalificación como argumento, para restar méritos ajenos. Así que toda frase del sumo Pontífice, por valedera que fuera era usada en sentido contrario como el bumerán, utilizado por los aborígenes australianos. Sin embargo rompió todos los cánones, explotando por los aires toda actitud adversa con humildad sanadora, transformadas en verdaderas acciones trascendentes. La palabra es compromiso y como tal cubre un rol de realidad que el impulso de la apelación pone en movimiento y la transforma en hechos. Silvio Rodríguez, la voz de Cuba, escribió unas líneas memorables sobre Francisco, el Papa argentino. “Ha muerto el mejor Papa de la historia, el argentino Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, un verdadero cristiano que reivindicó la Iglesia para los humildes; tanto que los oligarcas y sus sirvientes le llamaron comunista. Francisco le devolvió la dignidad a la Iglesia Católica y me alegré por mis abuelas, María e Isabel, y por los millones de seres que han creído con doliente honestidad en Jesús”. “Gloria a Francisco humano de corazón y mente excepcionales, hijo de Nuestra América y del mundo, o sea de Dios.” Ese anunciado: “Hagan lío.” “Quiero una Iglesia para afuera”. Era, sin duda, un llamado a sacarlo todo de adentro para afuera. Que nadie se callare en las buenas y en las malas, con mayor razón. Una iglesia de inclusión de ideas, de lo distinto, como un caldero hirviendo develando la discrepancia como forma única de discutir, sin olvidar jamás a los pobres y crearles posibilidades de compartir la vida con dignidad. Nunca es tarde para reconocer en el otro sus virtudes, ni dejar de aprender las enseñanzas de la vida. Alguna vez pude hacerle una nota al Padre Luis Farinello, cura párroco de la Iglesia “Nuestra Señora de Luján” de Quilmes. Práctico, campechano, transparente, aleccionador, tremendamente humano, un ser extraordinario. Personalidad forjada como Francisco, de entre los pobres, uniendo todos a todo. En parte del prólogo de su libro “La Mesa Vacía. Desocupación y Pobreza en la Argentina”, lo dice claramente al final del mismo: “No hay cambio más radical y profundo que aquel que comienza en el corazón del hombre. Alguien en pleno litigio con los ingleses le preguntó a Gandhi por qué nunca se enojaba con ellos. Gandhi le respondió que sólo se enojaba con él mismo, con su propio corazón. Y dijo: “pobre los ingleses y pobre Gandhi, que quiere ser bueno y no puede.” “En el universo prevalece el amor, no sería posible nuestra existencia si no fuera así, pero hemos llegado a un punto donde debemos buscar de nuevo el camino común. Este camino sólo lo encontraremos si construimos sobre nuestro propio cuerpo un corazón nuevo.” Es el camino trazado por Francisco; un paisaje nuevo donde lo extraño está en lo distinto viviendo, ensayando un nuevo mundo. Tal vez empinado al empezar pero él ya lo comenzó mucho antes de su papado, así que reconocer en el otro es la virtud que mejor nos legó. Deviene de la humildad. De la sinceridad. De la amplitud de criterio. Hoy, el mundo que lo llora en su mayoría, aprendió la lección de siempre escuchar predispuestos a la diversidad de pensamientos reunidos como el rumbo elegido. Como lo dijo el legislador, lo tuvimos entre nosotros y no lo supimos valorar. Así como forjó el “recen por mí”, jamás olvidó a los mayores. En una de sus últimas frases, recuerda dos cometidos importantes: “Aprendan a escuchar y no se olviden de los Abuelos.” Las enseñanzas siempre han sido saludables. Cumplirlas, la felicidad por accionar la capacidad humana de ejercitarlas. Poner en movimiento el conocimiento, esa experiencia única de luz y realidad. Nunca es tarde para reconocer en el otro sus virtudes, ni dejar de aprender las enseñanzas de la vida.
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