06/05/2025 02:05
06/05/2025 02:05
06/05/2025 02:04
06/05/2025 02:04
06/05/2025 02:04
06/05/2025 02:03
06/05/2025 02:03
06/05/2025 02:03
06/05/2025 02:03
06/05/2025 02:03
Gualeguaychu » Reporte2820
Fecha: 03/05/2025 14:41
El presbítero Máximo Jurcinovic invita a "recuperar el sentido espiritual y eclesial de este acontecimiento único en la vida de la Iglesia". Cuando se habla de un futuro cónclave, la conversación pública tiende a perder de vista lo esencial: se trata, ante todo, de un acto profundamente eclesial. Es cierto que participan personas -los cardenales-, con historias, perfiles, ideas y trayectorias muy distintas. Pero no están allí en nombre propio. Están llamados a discernir en común, en oración, lo que el Espíritu Santo quiere para la Iglesia. El cónclave no es una encuesta, ni una asamblea política. Es un momento de profunda espiritualidad, donde la decisión no se toma a solas, sino en el seno de una comunidad universal que reza. Sin embargo, se gasta mucha tinta -y ahora también muchos clics- en especulaciones, análisis y apuestas. Quién tiene chances, quién está descartado, quién "juega fuerte". Hay quienes "tienen datos", quienes "hablaron con alguien", quienes "conocen el funcionamiento interno". El cónclave se convierte en un juego de poder narrado como si se tratara de una interna partidaria o un casting global. Hay algo comprensible: es un acontecimiento que despierta una enorme curiosidad. Pero hay también algo superficial, y es esa necesidad de llenar palabras, muchas veces mundanas, que pierden de vista la dimensión sobrenatural que está en juego. Los cardenales no eligen al sucesor de Francisco. Eligen al sucesor de Pedro. Eligen al Obispo de Roma. El que venga no será una fotocopia del anterior, y eso no debe ser motivo de temor. Cada Papa trae su humanidad, sus dones, su creatividad, y eso también es un regalo para la Iglesia. Quienes enfocan todo en términos de continuidad o ruptura están leyendo este acontecimiento con categorías demasiado estrechas. En la Iglesia hay tradición viva, no repetición mecánica. Sorprende que, en medio de tanto análisis y cobertura, pocos comunicadores -incluso dentro de la Iglesia- se detengan a hablar con claridad sobre la dimensión espiritual de este tiempo. Se puede hacer periodismo riguroso sin dejar de lado lo esencial. Al contrario, es precisamente en momentos así cuando más se necesita una mirada que contemple también el misterio. Se puede informar con honestidad, con matices, incluso con preguntas difíciles, sin caer en el espectáculo o la reducción ideológica. Lo que ocurre en un cónclave no es simplemente una votación, sino un proceso de discernimiento comunitario. Son los cardenales quienes buscan juntos, desde la oración y el silencio, a quien pueda servir hoy como piedra visible de la unidad. En cambio, los medios tienden a narrarlo con categorías demasiado humanas: conservador o progresista, afín o distante, reformista o tradicional. Son etiquetas que reducen y simplifican, como si la Iglesia fuera un partido político y no una comunidad de fe con una diversidad legítima y enriquecedora. Y en esa línea, la manía de buscar "papables" y hacer rankings olvida que no es una carrera ni una competencia. Este clima me recuerda a lo que pasa en las semanas previas a un Mundial de fútbol: todos somos técnicos, todos sabemos de táctica, todos tenemos la alineación ideal. Ahora parece que todos sabemos cómo funciona un cónclave, quién es "papable", cómo "se mueve el Vaticano". La realidad es más compleja, más humilde, más humana... y, al mismo tiempo, más divina. El cónclave, siendo algo profundamente humano, es por eso mismo algo absolutamente del Espíritu. Es tiempo de mirar con hondura, de rezar por la Iglesia y de confiar en que el Espíritu sigue actuando. Siempre. Máximo Jurcinovic, sacerdote Director de la Oficina de Comunicación de la Conferencia Episcopal Argentina. Nota publicada en AICA.
Ver noticia original