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Concordia » El Heraldo
Fecha: 03/05/2025 11:01
La macroeconomía: señales de orden El punto fuerte del gobierno de La Libertad Avanza está, sin duda, en el plano macroeconómico. En apenas cuatro meses, el gobierno logró algo que parecía imposible: cerrar el primer trimestre con superávit financiero, es decir, gastar menos de lo que se recauda, algo que no ocurría desde 2008. La meta de déficit cero fue alcanzada a través de un ajuste fiscal que incluyó principalmente recortes a la obra pública, licuación de jubilaciones, salarios y transferencias a las provincias. Además, se eliminó por completo la emisión monetaria para financiar al Tesoro, una práctica que el gobierno identifica como el “pecado original” de la inflación en Argentina. La inflación mensual, que había trepado al 25% en diciembre de 2023, descendió al 11% en marzo de 2024 y comenzó el segundo trimestre con un promedio cercano al 2,7% mensual. Sin embargo, a pesar de la desaceleración, esta variable aún no puede considerarse completamente bajo control. En paralelo, las reservas del Banco Central no mostraron una suba significativa, pero se logró cierta estabilidad cambiaria gracias a las compras en el mercado, el cumplimiento de las metas pactadas con el FMI y la renovación del swap con China. La expectativa oficial es que, con la implementación del Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI), el blanqueo de capitales y el levantamiento del cepo, comience a ingresar divisas frescas que refuercen el frente externo. La microeconomía: el costo del ajuste Del otro lado de la moneda está la microeconomía. Y aquí los números son más sombríos. Según el INDEC la actividad económica cayó un 4,4% interanual en febrero y el consumo minorista cayó un 13,2% interanual en marzo, según la CAME. El poder adquisitivo del salario formal perdió cerca de un 18% desde diciembre, y en el sector informal la caída fue aún mayor. La pobreza alcanzó al 57% de la población según estimaciones privadas para el primer trimestre, y la indigencia al 15%. El desempleo comenzó a mostrar una tendencia creciente en comparación con fines de 2023, especialmente en sectores sensibles como la construcción, donde ya se perdieron más de 80.000 empleos formales. También se observan señales de deterioro en la industria y el comercio, con suspensiones y despidos que empiezan a reflejarse en los indicadores laborales. Este deterioro golpea con fuerza a la clase media y a los sectores populares. En paralelo, el gobierno redujo el gasto en asistencia social, transfiriendo el ajuste también a quienes están en mayor vulnerabilidad. En conclusión, el modelo actual genera una fuerte brecha entre una macroeconomía ordenada a fuerza de un ajuste sin precedentes, y una microeconomía que se desangra en una recesión profunda. Mientras las variables fiscales y monetarias muestran señales de mejora, ese orden macro no logra todavía traducirse en alivio concreto para la mayoría de la población. Si el consumo cae, los salarios pierden poder adquisitivo, el desempleo crece y las pymes enfrentan una fuerte contracción, quiere decir que la estabilidad nominal se sostiene sobre un deterioro real de las condiciones de vida. Es, por ahora, un orden macro con alto costo social. Incertidumbre política y expectativas La política importa. Y mucho. La economía se mueve por expectativas, y el rumbo institucional también influye. Decisiones como la fallida designación de jueces por decreto, el enfrentamiento con gobernadores, la interna con el PRO en la Ciudad y la alianza en provincia (inconsistencia política: amigo en una parte y enemigo en otras), y la falta de una agenda legislativa clara generan ruido. La seguridad jurídica sigue siendo una deuda pendiente, y sin reglas claras, las inversiones siguen mirando de lejos. A pesar de todo esto, Milei conserva un piso de apoyo social relativamente alto. La imagen presidencial cayó poco frente al tamaño del ajuste. Pero con elecciones legislativas en cinco meses, el escenario sigue abierto. ¿Qué debería hacer el gobierno en este contexto? Si bien aún resulta prematuro emitir un veredicto definitivo sobre el éxito o fracaso del modelo libertario, los riesgos macroeconómicos y sociales permanecen latentes. Para encauzar el proceso de estabilización y evitar una crisis social de mayor magnitud, el gobierno debería avanzar decididamente en tres ejes estratégicos: 1) reconstruir la confianza institucional, mediante la aprobación de un Presupuesto creíble, la estricta observancia de la legalidad y el fortalecimiento del diálogo con los sectores productivos y políticos; 2) reactivar la economía real, a través de un plan de crecimiento integral enfocado en la industria, las pymes, el agro y la inversión local, entendiendo que la sostenibilidad fiscal solo es posible con dinamismo productivo; y 3) atender de manera prioritaria la dimensión social, instrumentando mecanismos focalizados y eficientes para mitigar el impacto del ajuste sobre los sectores más vulnerables, sin comprometer la disciplina fiscal. La historia económica argentina demuestra que los equilibrios contables no bastan si no se traducen en bienestar y desarrollo sostenible. El modelo actual está aún en fase de prueba, pero el margen de maniobra se reduce rápidamente ante el avance del malestar social. El desafío es enorme: sostener el orden macro sin romper el contrato social, no hay espacio para la inercia: el éxito del proceso dependerá de la capacidad del gobierno de transformar la estabilidad nominal en progreso económico y social tangible para la población. De no lograrse esta transformación, la estabilidad macroeconómica se tornará insostenible en el tiempo, erosionando la legitimidad del modelo y abriendo paso a nuevos desequilibrios.
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