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Federal » El Federaense
Fecha: 02/05/2025 21:12
Iguazú, un destino atractivo tanto para turistas como para residentes locales, se encuentra en un dilema cada vez que llega un fin de semana largo o en plena temporada alta. El Puente Internacional Tancredo Neves, que conecta a la Argentina con Brasil, se transforma en un verdadero caos, donde los cruces se convierten en una verdadera prueba de paciencia. Las interminables filas de vehículos extendiéndose a lo largo de la Ruta Nacional 12 son una imagen que ha comenzado a repetir año tras año. Los automovilistas se ven obligados a esperar, a menudo más de cinco horas, ya sea bajo el abrasador sol, la incesante lluvia o el frío intenso. Esta situación tiene un impacto no solo en los turistas que buscan disfrutar de compras en el Duty Free, sino también en los residentes que dependen de este paso para sus actividades diarias. Un sistema migratorio desbordado A pesar de las numerosas quejas y de las promesas de mejoras que parecen ser un eco en el tiempo, el sistema de control migratorio y aduanero se mantiene lento y abarrotado. La escasez de personal y la falta de organización han sido señaladas como las principales causas de este descontento colectivo. Las soluciones que nunca llegan Aunque las autoridades han intentado implementar cambios menores, como la ampliación y mejora de los baños en la zona, estas acciones no abordan el verdadero problema que aqueja a la región. Cada cruce se convierte en una experiencia negativa que aleja a los visitantes y afecta directamente a la economía local. Una llamada a la acción Es fundamental que las autoridades pertinentes comprendan que las soluciones deben ser de fondo. La infraestructura del Puente Tancredo Neves requiere una intervención seria y duradera para poder dejar atrás este obstáculo que afecta a ambos países. Solo con una inversión adecuada en recursos humanos y materiales se podrá transformar este cruce fronterizo en lo que realmente debería ser: una eficiente puerta de entrada entre Argentina y Brasil.
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