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» Diario Cordoba
Fecha: 02/05/2025 12:44
En los años 50 del siglo XX, cuando ella era pequeña, jamás vivió un ‘apagón’, principalmente porque en su remota aldea no había nada eléctrico que pudiese ‘apagarse’. Vivían al ritmo del movimiento de rotación de la Tierra y a diario acudían en busca del agua que ofrecía una fuente natural enmarcada en pleno macizo galaico. Sin embargo, soñaba con prosperar siguiendo las pistas de lo que, con muy buen criterio, intuía que existiría más allá de aquellos arduos accidentes geográficos. Un día preparó una maleta de cartón y se subió a un tren, que en absoluto pasaba por la puerta de su casa, y, reforzada por unos genes emigrantes por naturaleza, se apeó allí donde más humo dibujaban en el cielo los Altos Hornos. Se reafirmó en el progreso y con abnegación buscó asentarse en él mediante el trabajo y la propia formación intelectual. Y no fue en vano, pues, con más de una batalla ganada, llegó el momento en que, en el apagón de abril de 2025, uno de sus cuatro hijos pasó la noche en vela, encerrado en una central nuclear, trabajando a destajo para que su país recobrase cuanto antes la normalidad. Así la historia, es evidente que no creemos en los déspotas que pretenden convencernos de que el progreso pasa por deshacer la valiente senda que dibujó nuestra madre. Dicen quienes harían buenas a las sirenas que intentaron confundir a Ulises que en el año 2030 no tendremos nada y seremos felices. Ella ya sabe lo que es no tener nada y no fue feliz, y, precisamente por ello, se subió a aquel tren. Ahora su hijo cogerá un avión para suministrar de energía a aquellos países que pasan olímpicamente de la transición ecológica. Por todo esto y mucho más, felicidades, Manolita. *Lingüista
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